Meditabunda permanecía trepada en el lomo de Galimatías. Si bien agradecía profundamente la sinceridad en Nigromante, me preocupó que me dejará volver sin su compañía.
El hermoso potro avanzó velozmente entre el bosque y antes de llegar al castillo percibí un leve mareo y al pestañear con fuerza ya nos encontrábamos frente a la barbacana. Trotó escabulléndose de un gran batallón que se mantenía en formación delante de ni padre, quien portaba su armadura y en manos sostenía en rollo. No me quedó duda que leía algo en voz alta. Me hubiera gustado saber de qué hablaba, pero Galimatías anduvo a prisa con tal de no ser vistos, no pude enterarme de nada.
Se detuvo frente a la torre de homenaje. Acaricié su sedosa crin blanca luego de poner ambos pies en tierra.
—Gracias amigo. En verdad me gu
