Observadora a medias

3080 Words
—Debes tener cuidado, pequeño Andrés, ve despacio. Nigromante guiaba a mi hermanito por los anchos pasillos de la planta media del castillo. Mantenía gran paciencia con él, cualquiera que viera lo que yo, creería que el chiquillo era alguien de su familia o bien su propio hijo. Entre tantas habilidades y destrezas que Nigromante poseía, siempre lograba cautivarme mucho ese lado suyo tan paternal. Mi hermanito trastumbó por girar demasiado a prisa, él llegó con rapidez y le sostuvo su pequeña manita. Por la carita que puso Andrés, deduje que se había asustado un poco, aunque Nigromante hubiera llegado en el momento justo para evitar un golpe. —No te preocupes. Ya andarás sin problema por todo el castillo. Inténtalo de nuevo, estaré muy cerca de ti para evitar que te caigas pequeño Andrés. Con su otra mano le sobó sus rizos castaños. Mi hermanito parecía más aliviado, y una vez más emprendió su caminata y esta vez hacia mí que estaba a unos pasos de distancia de ambos. Me incliné para recibirlo, al tenerlo en mis brazos lo abracé con ternura. —¡Sin duda alguna habrían sido excelentes padres! —Expresó jubilosamente mi padre. Nigromante sonreía ampliamente y en mi caso, me ruboricé un poco. Nigromante se acercó a mí. Mi hermanito con una gran sonrisa rápidamente inclinó su cuerpo hacia él, de inmediato lo cargó en sus fuertes brazos. Mi padre seguía al frente con Sarbelia y nos veía dichosamente. Por simple reacción acerqué mi mano a Nigromante, velozmente él estrechó la mía pese a mantener cargado a mi hermanito. Un calor especial ascendió desde mi palma hasta llenar mi corazón de un gozo misterioso. —Agradezco mucho que hayas aceptado acompañar a Alexia. Nigromante se aproximó a ellos y yo con él. Mi hermanito al verlo tan cerca alzó los brazos a Sarbelia, pero fue mi padre quien lo cargó de inmediato y le dio un beso. —Nigromante todo está en orden. Agradezco mucho tu ayuda en ausencia de Jon. Me gustaría hablar con él, he estado intentando contactarme con él, pero parece alejado. ¿Sabes algo al respecto? Conocía bien el estado de Jon, aun así, me preocupé un poco me volví pensativa a Nigromante, pero él mantenía esa serenidad sincopando cada gesto de su suave rostro. —Jon no está ausente, Alejandro. Pronto lo verás, no dudes que le comunicaré tu deseo de verle. —Bien. Gracias de nuevo y eso incluye cuidar de Andrés. —Ha sido un placer, cuando gustes sabes que estoy dispuesto. Mi padre pasó a los brazos de Sarbelia al pequeño, antes de retirarse mi hermanito le sonrió una vez más ma Nigromante, él movió la mano en evidente gesto de despedida, Andrés lo imitó. Vi en sus labios asomarse una sonrisa como si mantuviera cierta complicidad con Nigromante. Quedé asombrada. Mi hermanito nunca antes había hecho eso. Ambos mantuvimos nuestra antención en ellos hasta que doblaron la esquina del pasillo. —¡Vaya! No sabía que podía hacer eso, ya sabes de decir adiós. En cuanto me encontré con sus ojos, no pude reprimir el deleite que surgió al contemplar el gris de sus ojos. Sus labios esbozaron una sonrisa sin dejar de sostener mi mano en la suya. Una vez más ese calor me provocó un raro vacío en el abdomen. —Influyen mucho las palabras en un niño, pero aún más el ejemplo. Andrés será un excelente paladín. Su voz resultó tan placentera como el calor que percibía de la palma de su mano. Siempre sus palabras resultaban siendo una caricia a mis pensamientos, tan opuesto a Jon y tan bello al mismo tiempo. Sonrió ampliamente al verme atenta a cada movimiento de sus labios. Retomé el aliento, recuperándome del raro arrobamiento que surgió. Me hice la desentendida tan pronto como me fue posible. —¿Quieres ir hoy a aprender? Ayer trabajaste duro, podríamos dejar un receso por hoy. Todo el dolor en mis músculos me parecía un chiste si a cambio su mirada se fijaba en la mía. A pesar de que el entrenamiento había sido leve seguramente a comparación de cómo había preparado a Jon, mi cuerpo percbió el esfuerzo. Ya habían pasado varios días desde que había comenzado mi formación. Volvi a mirarlo fijamente acomodando lo que pensaba para decir algo con sentido. —Estoy bien a tu lado. —Tragué saliva un tanto asombrada por percibirme así misma tan fuera de sí misma— Me parece bien, ir contigo. Es decir, quiero hacerlo. Él sonreía amablemente, hice lo mismo. —Tu entusiasmo al respecto es agradable, sin embargo, le daremos un pequeño descanso a tus músculos, los cuales deben absorber la energía y fuerza con la que han trabajado. Para ello realizaremos algo diferente, serás testigo del primer combate de formación de alguien querido para ti. Medité cada una de sus palabras y por un momento me enredé. —¿Combate? —Sí, fue entrenado hace un tiempo por alguien que conoces, hoy pondrá a prueba que tanto ha logrado. Ya sabes, nada se compara a tener un encuentro real. Espero que puedas darte cuenta de su perseverancia al respecto. Asentí con la cabeza. Pronto y con gesto su baculo apareció en una de sus manos. Tan sólo parpadeó y en instantes estábamos en el bosque. Me sujeté a su brazo fuerte. Ya me había acostumbrado a la sensación de vértigo al desaparecer y aparecer de esa forma. Además, nunca algo podía ser tan malo si podía sostenerme de así de su brazo. —Me gustaría que fueras una buena observadora y te fijes más en la manera que ambos partidarios usaran su fuerza al combatir. Al final me dices que impresiones tuviste ¿bien? —Bien. A lo lejos se percibía el trote de un caballo entre la tranquilidad del bosque. Miré dos personas apearse de un potro marron que elegantemente se detuvo ante nosotros. No reconocí quienes eran, vestían sencillamente y con grandes capaz, con el capuz sobre la cabeza. Ambos se aproximaron, y al apartar lo que los cubría, quedé totalmente sorprendida al darme cuenta que se trataba de dos pesonas muy cercanas a nosotros. Esteban estrechó de brazos a Nigromante a mí me dio un abrazo fuerte. El mismo estrujón recibió Nigromante de Inés. Volví en sí, sonriendo. —Alexia. ¡Qué gusto verte! —¡Lo mismo digo! ¿Cuándo llegaron? —Hace un rato. Me da mucho gusto verte. No pude obviar la nostalgía que brotó. Creo que siempre quise mucho a Esteban, aunque muy a mi modo. Se veía más maduro, o daba esa impresión ya que sobre su mandíbula y mejillas se notaba una barba ligera, lo adornaba muy bien en conjunto eon un bigote. Le mostré una amplia sonrisa e Inés me la devolvió amablemente después de que nos dimos un abrazo también. —¿Cómo está Gabrielito? —Muy bien, Alexia. Está con Damián en el castillo con tus padres. Preguntamos por ti, pero tu padre dijo que habías salido, pensé que estarías con Jon fue una sorpresa verte aaqui al lado de Nigromante. Fue inevitable, quedarme meditabunda. Habían pasado ya varias noches que no sabía nada de él, soñaba, pero al despertar no tenía idea si había podido visitarlo o no. Pronto tuvo sentido que Jon me hubiera dado un amuleto como ese. ¿Y si su cometido radicaba en evitar que se lograran mis alocados deseos? Esteban prefirió cambiar el foco de conversación al verme tan ensimismada. —No creí que lo aprobarías tan pronto, pero me entusiasma. Dime: ¿te debo retar? —Curioseó volviéndose a Nigromante. Mantenía una sonrisa divertida mirándolo alegremente. Nigromante lo negó con la cabeza conservando siempre esa posición recta, perfecta y con un gesto amistoso y agradable. —No, Esteban. Tu retador vendrá en un momento. No tarda en llegar. Todos quedamos profundamente desconcertados, especialmente yo. Nos observamos unos a los otros, confusos. Nigromante alzó la mirada a la distancia y sonrió anchamente. —¡Prepárate! —Mencionó con entusiasmo. Los tres asomamos nuestra vista hacia donde Nigromante veía. Y de pronto ahí estaba Jon, quien velozmente se deshacía del abrigo que llevaba puesto. Mantenía unas muñequeras de cuero en ambas manos, una especie de atavío al pecho en cuero, que lo cubría en el torso. No pude hacer otra cosa que volver a enamorarme de lo que podía mirar. Mis ojos recorrieron su cuerpo entero. Pronto sentí volverme una hoguera dispuesta a consumirse, me pareció como si hubieran pasado años de no verle. —¿Contra Jon? Nigromante, no lo creo. — Te han adiestrado bien. Nada que temer, Esteban. No permitiré algo que pueda perjudicarte o ponerte en riesgo. Nigromante avanzó hasta Jon, mientras mi mano que lo sujetaba tiritaba y mi corazón se había acelerado. Seguramente Nigromante ya lo había percibido. Jon posó de inmediato su mirada en mi mano que tocaba a Nigromante, luego la dejó fijamente en mis ojos. Mi corazón saltó dentro de mí, tenía la intención de saludarlo y seguir por supuesto en ese vicio de contemplarlo. Me sorprendió mucho ver en sus labios una bella sonrisa, respiré profundamente, retomando ideas para decirle algo, pero Nigromante tomó palabra.  —Bievenido, Jon. Ahora sabes bien de quien se trata. Espero que puedas satisfacer mis expectativas. Jon mostró un gesto cordial. —Siempre y cuando no salgas con uno de tus repentinos disparates. Inés se asomó a toda prisa, al estar frente a Jon se colgó de él en un fuerte abrazo, el cual Jon correspondió gustosamente. Nigromante una vez más me llevó consigo al mismo lugar donde habíamos llegado. —Vamos, Esteban. Será divertido. —Animó Nigromante al asomar su vista a Esteban.   No fue un secreto para nadie que Esteban no parecía muy a gusto con la idea de combatir contra Jon. Mostró un gesto muy particular sin responder. Buscó con la mirada a Jon quien lo esperaba dentro del perímetro de los árboles que en un instante y por si mismos se arrastraron formando una especie de redondel. Sonrió al ver en Jon con una actitud serena y cordial. Se deshizo de lo que lo cubría quedando al descubierto del torso. Se acercó hasta Jon, quien seguía acompañado por Inés, ella recibió cada prensa de vestir apartándose. —Daremos inicio, luego de una cuentra regresiva. —Avisó Nigromante a grandes voces. Ambos tomaron poses de defensa, ahora las conocía un poco más y el enfrentamiento dio inicio. —¡Tres, dos, uno! Jon mantuvo su defensa en todo momento sin atacar a Esteban, pero para ser sincera, Esteban había mejorado mucho en su manera de combatir. Jon usaba poca fuerza y las raras veces que hizo por mantener la ofensiva, se valía de la energía y estrategias de Esteban, quien se había vuelto muy bueno combatiendo, pero yo que conocía a Jon, sabía que usaba tan sólo lo necesario para que el combate fuera educativo, tal como se lo había solicitado Nigromante. De pronto Nigromante alzó su cetro y Esteban fue envuelto en unas llamas suaves en un tono celeste, mientras los árboles volvían a caminar arrstrando sus raíces para dar más espacio. Instantes después la energía fue absorbida por el cuerpo de Esteban.   Jon mostró una sonrisa divertida hacia Nigromante, y el enfrentamiento entre ambos se volvió sorprendente. Los ataques se hicieron más brutales por parte de Esteban, quien ahora exhibía más fuerza y precisión. Jon se valió de más formas ofensivas. Inés sonreía ampliamente, parecía muy satisfecha con la peliea y la gran mejoría de Esteban como combatiente. Pasaron de simples intercambios de manadas o patadas por giros, saltos y combinaciones de golpes compuestos por agarres, y técnicas que mantenían más destreza y fuerza. Ese amplio claro en el bosque se hizo un pequeño sitio para la fuerza de ambos, por un intervalo me hizo recordar aquel combate en el templo de Irvin en ese raro y sombrío lugar. Al cabo de un momento la pelea exhibida entre ambos pasó de educativa a increíble. Nigromante golpeó con la asta de su báculo el suelo, unas ondas de energía emergieron brotando, se exparcieron en el lugar donde los árboles parecían con sus ramas tocarse unos con los otros, cual si fueran brazos sujetándose firmemente. Los dos se detuvieron de inmediato al percibirlas. Evidentemente el ganador volvía a ser Jon, pero Esteban había hecho un excelente trabajo. —Muy bien, Esteban. ¿Divertido? Esteban asintió mostró una amplia sonrisa, estrechando de brazos a Jon, hiperventilaba satisfecho. Jon parecía tranquilo a pesar de lo que su cuerpo había hecho sosteniéndolo muy contento también. Se apartaron y cada árbol volvió a su posición inicial. Ambos se acercaron a nosotros. —Muy divertido, fue excelente. Nigromante sonreía satisfecho. —Te lo dije. —Se volvió a Jon sin dejar de mostrar esa cálida sonrisa. —Gracias Jon por apoyar con la formación del Príncipe del Alba. —Gracias, Jon, fue entretenido — Agregó Esteban. Jon sonrió ampliamente. —Lo mismo digo, has trabajo muy bien. Sigue así. —Así será. Y gracias Nigromante, siempre eres un gran apoyo. —Un placer, Esteban. Inés le mostró una gran sonrisa a Jon. —Antes de que podamos ir a comer al castillo, me gustaría saber si Alexia acepta un enfrentamiento amistoso entre ambas, sería bueno que ella también aprendiera algo al respecto, en especial conmigo. Los tres serios a más no poder volvieron su vista a mí. Jon y Nigromante lo negaron con la cabeza, sin embargo, me pareció buena idea poner a prueba algunas de las cosas que había estado aprendiendo, además de demostrarles que estaba en entrenamiento. —A mí me parece bien. Acepto. Tanto Esteban, Nigromante y Jon parecían absortos ante mi respuesta. —Princesa considerelo para otro momento, por las circunstancias que usted ya conoce, Inés posee mayor conocimiento o destrezas. —Mencionó Jon de inmediato; en un intento de interferir en nuestro combate. —Jon tiene razón, Alexia quizá en otra ocasión. —Asegundó Nigromante. Me solté del brazo de Nigromante de inmediato completamente decidida. —No, acepto su invitación.   Inés sonrió satisfecha y parecía prepararse. Se quitó la capa y se la pasó en manos a Esteban. —Inés, cariño, creo que esto es algo muy precipitado. Alexia necesita adiestrarse. Podemos venir en otra ocasión, además tu estado… Inés interrumpió las palabras de Esteban, mientras que a mí me había hecho sentir un poco incómoda escuchar decirle “cariño”. —Si espero para otra ocasión ya no podré. Tu sabes porque lo digo. Además, será algo que podrá aportarle experiencia—Su tono de voz cambió de amable a decidido. —¿Alexia de verdad quieres hacerlo? —Cuestionó Nigromante con cierta mortirficación. —Por supuesto Nigromante. Nigromante abrió los ojos a más no poder, pero no lo impidió. Me aparté hasta llegar al lado donde Jon y Esteban habían iniciado su combate. No esperé más palabras ni conformidad de nadie. —Inés esto es peligroso para usted ¿Lo entiende? —Expresó Jon seriamente, su voz se volvió más grave. —Sí, Jon, pero ella ya lo aceptó y yo quiero hacerlo. Llegó hasta mí y al estar al frente no esperó nada me lanzó un golpe en la cara. El cual no pude evitar. Pude ver que Nigromante y Jon avanzaron varios pasos al frente en dirección a mí. Esteban se quedó paralizado; se volvió una estatua ni parpadeaba tan pálido como Nigromante. —¡Defiéndete, Princesa! Sé que puedes. —Vociferó Inés, mientras su mirada asomaba furia. Me lanzó otro golpe, y esta vez pude moverme hacia atrás. Inés sonrió complacida. —¡Ahora si te atreves atácame! Intenté golpearla, pero me esquivó muy bien. De pronto otro golpe al rostro y uno al vientre. Me arqueé al sentir el dolor punzante en mi abdomen. Alcé la vista y Nigromante y Jon estaban inquietos, habían dado de nuevo unos cuantos pasos hacia mí. —¡Alexia, pelea! —Exigió de nuevo en un alarido. Retomé aliento fastidiada y al estar lista percibí un nuevo intento de golpe, lo evadí y con todas mis fuerzas le acomodé un puñetazo a la cara. Cayó de espaldas por el porrazo. Pero me asusté al verla así y mi enfado se desinfló, me incliné a su lado con intención de brindarle auxilio, pero me empujó de una patada. Se puso de pie de un salto. Seguí sentada en el suelo peribiendo en mis labios el sabor de algo raro, pude ver la ira en su mirada y cuando estaba por lanzarse contra mí, Nigromante se plantó al frente, mientras sentía los brazos de Jon cargarme. Estaban posteriormente sujetó a Inés por los hombros. —Ha sido suficiente de brindarse experiencia. —Expresó Nigromante con autoridad. —¿Princesa está bien? —Preguntó Jon preocupado, ignorando a Nigromante. Asentí con la cabeza, tragando saliva. —¿En qué rayos estaba pensando? Me dio gusto reconocer a mi guardián ceñudo a más no poder con ese rediós alzado en su mirada. Tal cual solía ser. —En aprender Jon, y lo conseguí. Pero me ha quedado una duda, no sé quién de las dos está más loca—Respondí tocándome el labio, lo sentía tres veces su tamaño. —Princesa eso fue muy absurdo. Pude ver que Nigromante conversaba con Esteban e Inés seriamente. —Tal vez. Únicamente quería descubrir que tan fuerte soy. Suavizó la mirada al verme fijamente. —Un guerrero conoce bien sus debilidades y destrezas. Esto que acaba de pasar no fue una batalla, fue una provocación. Usted no tiene nada que demostrarle a nadie. La valentía es grande pero la prudencia la precede, eso es la verdadera fortaleza. Con ternura tocó mis labios y al instante dejé de sentir el dolor punzante. —Siempre subesitma el peligro. Inés es impulsiva y provocó un combate entre ambas para saber qué tan fácil es avivar su enfado. Ambas son unas precipitadas, especialmente ella que está encinta. Abrí los ojos a más no poder, comprendiendo su disgusto. —¡Dios mío! ¡Qué estupidez! —Princesa por favor evite una situación así, incluso cuando sepa que puede ganar. Ese tipo de provocaciones únicamente deben enseñarnos a ser prudentes. La verdadera fuerza no está en golpear a alguien, sino evitar una lucha sin sentido. Me había pedido Nigromante ser una observadora y al parecer ni eso había hecho bien. Pudo haber resultado muy mal. ¡Cuánto engaña el deseo de saber defenderse!
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD