bc

Checklist para arruinar la amistad perfecta

book_age18+
54
FOLLOW
1K
READ
HE
friends to lovers
drama
sweet
bxg
lighthearted
kicking
campus
city
enimies to lovers
secrets
sassy
like
intro-logo
Blurb

Una lista. Dos mejores amigos. Cero posibilidades de salir ilesos.Camila y Gael llevan años demostrando que una amistad entre un caos andante y un maniático del control sí puede funcionar. Ella es emocional, impulsiva y adicta al café. Él es metódico, reservado y demasiado guapo para no causar problemas.A pocos meses de cumplir 25 años, Camila encuentra una vieja lista de cosas absurdas que escribieron cuando eran adolescentes: "Cosas que hacer antes de los 25". En un ataque de nostalgia (y porque la adultez les da miedo), deciden cumplirla juntos. Solo por diversión. Solo como amigos. Obvio.Pero cuando Gael empieza a grabar el proceso en secreto para su t****k y uno de los vídeos se vuelve viral, todo se complica. Los comentarios que los shippean, los celos inesperados, las confesiones a medias y los besos no tan accidentales los obligarán a preguntarse si lo que tienen es solo amistad... o algo que lleva años esperando salir a la luz.Una historia sobre promesas adolescentes, decisiones impulsivas y ese tipo de amor que crece en silencio... hasta que ya no puede esconderse más.

chap-preview
Free preview
Capitulo 1 “Los 25 se acercan y la crisis también”
Camila Me desperté más tarde de lo que pensaba. No lo suficiente como para entrar en pánico, pero sí para confirmar que, una vez más, había empezado el día tarde y sin ningún tipo de control. El móvil vibraba a mi lado. Lo ignoré unos segundos, esperando a que la incomodidad del colchón me convenciera de levantarme. No funcionó. Deslicé el brazo por encima de las mantas, encontré el teléfono y vi tres notificaciones. La primera, de una clienta que pedía cambios "urgentes pero pequeños". La segunda, una alerta del banco. Y la tercera, de mi madre. Mamá: ¿Sigues dormida? ¿Has pensado en lo que hablamos? No puedes vivir de encargos mal pagados toda la vida. Deberías buscar algo más estable. O al menos alguien estable 😉. Apagué la pantalla sin responder. Me senté al borde de la cama y me pasé las manos por la cara. Tenía la piel seca, los ojos hinchados y la cabeza llena. Faltaban tres meses para mi cumpleaños número 25 y lo único que podía pensar era en todo lo que no había hecho. Ni viajes memorables, ni grandes decisiones, ni certezas sobre el futuro. Lo único constante era esta sensación de estar improvisando todo el tiempo. Me puse de pie con el cuerpo adormilado y arrastré los pies hasta la cocina. Encendí el hervidor y busqué mi taza. Abrí el portátil por inercia mientras esperaba que el agua hirviera. En la pantalla, un proyecto sin terminar, una pestaña abierta con un currículum sin actualizar, y una factura que tenía pendiente desde hacía cuatro días. Lo cerré. El café me supo a poco. Me apoyé en la encimera mirando por la ventana, el cielo estaba gris. No era una novedad, pero últimamente el clima me afectaba más. O tal vez era solo el cansancio. Me sentía drenada, como si llevara demasiado tiempo corriendo sin saber hacia dónde. Tenía trabajo, más o menos. Diseñaba cosas bonitas para marcas que no siempre sabían lo que querían y que, en muchos casos, tampoco sabían pagarlo. Vivía sola, en un piso pequeño con más libros que platos. No era una mala vida. Pero tampoco una que me llenara. Y cada vez me costaba más justificarla. A las 9:10 sonó el timbre. No miré quién era, ya lo sabía perfectamente. Fui a abrir sin decir nada. Gael estaba ahí, con dos cafés en la mano y una bolsa de pan. Su rutina de siempre. -¿Sabías que existen cosas como avisar antes de aparecer? -dije, sin intención real de quejarme. -¿Sabías que existen cosas como contestar los mensajes? -respondió, entrando como si viviera aquí. Dejé que pasara sin más. Cerré la puerta y lo seguí hasta el salón. Él dejó los cafés sobre la mesa y se sentó en el sofá revisando el contenido de la bolsa, como si llevara años repitiendo el mismo gesto. Y probablemente los llevaba. -¿Extra fuerte, como te gusta, o te cambio la vida con uno con leche? -preguntó, sin mirarme. -Dame el fuerte, hoy lo necesito. Me senté a su lado y agarré mi café. El silencio entre nosotros nunca fue incómodo. Podíamos pasar minutos sin hablar y aun así sentir que había algo compartido. No era raro, solo era nuestro. -¿Y? -preguntó después de un rato-. ¿Qué tan mal estás hoy? -No lo sé, bastante, pero no lo suficiente como para explotar. -¿Y eso es bueno o malo? -Supongo que depende de cuánto tiempo dure así. No me contestó. Solo asintió y dio un trago largo a su café. Observé cómo se acomodaba en el sofá, cómo se peinaba el pelo con la mano sin pensar. Cómo su ropa parecía ordenada sin esfuerzo. A veces parecía que tenía todo claro, aunque sabía que no siempre era así. -¿Te pasa a ti también? -le pregunté sin mirarlo. -¿Qué cosa? -Esa sensación de que estás repitiendo días. Que todo es lo mismo. Que no estás avanzando. -Sí, más seguido de lo que admito. Tomé un poco más de café. Me sentía cansada, pero no físicamente. Era otra cosa. Algo que tenía más que ver con la cabeza, con la falta de dirección, con la presión silenciosa de llegar a cierta edad con ciertas cosas resueltas. -Tengo la sensación de que todos tienen una vida más armada que yo -dije-. Trabajo, pareja, planes. Yo no tengo ni ganas de pensar en lo que voy a hacer el mes que viene. -Nadie tiene nada resuelto, Camila. Solo aprendemos a actuar como si sí. Lo miré. Él se mantuvo tranquilo, con los ojos clavados en la taza. -¿Tú lo haces? ¿Actuar como si todo estuviera bien? -Todo el tiempo. Me acomodé en el sofá, girando el cuerpo para enfrentarlo mejor. -¿Y no te cansa? -Sí. Pero es más fácil que admitir que no sé qué quiero hacer con mi vida. Nos miramos. No sé qué había en sus ojos en ese momento, pero me hizo bajar la guardia. No porque fuera una revelación, sino por lo simple que lo dijo. Como si estuviera bien no saber. Como si no hiciera falta tenerlo todo claro. -¿Sabes qué creo? -dije, con la voz más baja-. Que deberíamos hacer una locura antes de cumplir 25. Él parpadeó. Me sostuvo la mirada un segundo más de lo necesario. No se rió, no me cuestionó. Solo se quedó ahí, observándome en silencio, como si se estuviera preguntando si hablaba en serio. Y yo hablaba completamente en serio. -¿Una locura? -repitió Gael, sin cambiar el gesto. -Sí. Algo que no tenga sentido, pero que nos haga sentir que no estamos atrapados. -¿Qué propones? -No lo sé. Aún. Pero algo que no implique correos, rutinas o fingir que tenemos todo bajo control. Se apoyó en el respaldo del sofá, con la taza aún entre las manos. Yo sabía que me estaba escuchando de verdad. Cuando Gael se ponía así, sin interrumpir, sin bromear, era porque algo se le estaba moviendo por dentro. -¿Esto es por lo que te dijo tu madre? -preguntó, sin juzgar. -No solo por eso, es por todo. Me siento... estancada. Como si estuviera esperando que algo pase, pero sin saber qué es exactamente. -No eres la única. Lo dijo con calma, pero con algo en la voz. Como si esa confesión le costara más de lo que admitía. Me hizo sentir menos sola, aunque no lo dijera directamente. -Creo que me estoy cansando de fingir que me basta con sobrevivir -continué-. Como si eso ya fuera suficiente. -A veces lo es. -Sí, pero a veces no. Y últimamente siento que no. Nos quedamos un rato en silencio. Él terminó su café y dejó el vaso sobre la mesa. Yo jugueteaba con la tapa del mío, sin saber muy bien cómo continuar. Gael no era de dar discursos, pero cuando hablaba en serio, lo hacía con pocas palabras que pesaban más que un párrafo entero. -¿Recuerdas cómo nos veíamos a esta edad cuando éramos adolescentes? -pregunté de pronto. -Sí. Íbamos a estar trabajando en algo increíble, viviendo en ciudades distintas, siendo adultos de verdad. Teníamos prisa por crecer. -Y ahora que estamos aquí, parece que todo va más lento. O que nada es como lo imaginamos. -Porque nunca supimos lo que significaba crecer. No le respondí, me limité a observarlo. Gael tenía esa forma de decir las cosas que te obligaba a quedarte en silencio después. No porque no supieras qué decir, era porque todo lo que pensabas parecía innecesario. -Entonces... ¿haríamos algo? -pregunté-. Una locura. Antes de los 25. Algo que nos saque de este punto muerto. Él ladeó un poco la cabeza, pensándolo. No me dio una respuesta clara. Solo esa media sonrisa suya que usaba cuando estaba a punto de aceptar algo, pero aún no lo decía en voz alta. Me incliné hacia él, apoyando un codo en el respaldo del sofá. -Podría ser cualquier cosa, no tiene que ser algo enorme, solo algo que tenga sentido para nosotros. -¿Y si no lo tiene? -Mejor. Gael asintió, muy levemente. Lo suficiente para hacerme saber que lo estaba considerando. Lo suficiente para hacerme sonreír. -¿Entonces qué? -preguntó-. ¿Hacemos una locura? -Una, o varias. No dijo que sí, pero tampoco dijo que no. Y eso, viniendo de él, ya era una especie de promesa. Nos quedamos así un rato más. El día seguía gris. Mi correo seguía lleno. El mundo, igual de caótico. Pero algo en mí se había movido. Una locura antes de cumplir 25. Sonaba como una excusa. O como un principio.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Venganza por amor: Infiltrado

read
64.6K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
101.8K
bc

La embarazada sacrificada

read
3.2K
bc

Mafioso despiadado Esposo tierno

read
25.5K
bc

Una niñera para los hijos del mafioso

read
53.3K
bc

Eres mío, idiota.

read
3.6K
bc

Profesor Roberts

read
1.7M

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook