capitulo 14

1610 Words
Suelto mi maletín en el piso y me quedo viendo fijamente mis manos, las cuales, tienen las vendas que les coloque totalmente ensangrentadas. Lo mas seguro, es que presione mis puños inconscientemente, por eso sentía comezón y ardor en las heridas. —      Cierto, cuando nos encontramos anteriormente en su consultorio, quería saber que le paso en las manos, pero no encontré el momento oportuno, para hacerle la pregunta.   —      Ah… esto…   —      No es nada grave, solo tuve un pequeño percance al recoger unos trozos de vidrios en casa.   —      Está sangrando demasiado, debería revisarse esas heridas.   —      Las tratare mas tarde, por ahora quisiera ir a la sala de interrogación.   —      Entonces, yo me retiro… no tengo mas nada que hacer aquí — Ricaurter sale del lugar.   —      Nosotros también deberíamos irnos teniente.   —      Cla... claro — se ve algo desconcertado. El teniente saca un grillete con cadenas para el cuello y se lo coloca a la joven. Luego le dice que se levante de su asiento mientras el sostiene firmemente la cadena. A medida que ella se va parando, veo que tiene colocado un bozal de cuero alrededor de su boca y nariz. —      ¿Por qué le colocaron eso?   —      Ah… eso…   —      Por simples medidas de seguridad, ya que durante todo este mes dejo sin nariz y labios a sus guardias.   —      Mmm…   —      Pero yo la veo muy tranquila.   —      Bueno, en parte fue por culpa de ellos mismos, por tratar de hacer cosas indebidas con ella, cuando en realidad debían montar guardia.   —      Y como la golpearon por lo sucedido, el mayor se enojo y fusilo a los involucrados por desacato militar, desde entonces yo e sido el encargado de vigilar su celda — nunca me informaron de esto.   —      Sin embargo, no le e quitado esa cosa de la cara, más que para darle sus alimentos, así evito ceder ante mis impulsos…   —      ¿eh…?   —      Lo entenderá cuando usted mismo le retire el bozal.   A medida que caminábamos comienzo a sentir nuevamente la comezón en mis dedos y veo como el vendaje que les coloque está bastante desajustado, haciendo que se caiga lentamente. —      Disculpe que lo moleste teniente, pero ahora si debo atender estas heridas.   —      Seria tan amable de indicarme, donde se encuentra la habitación que prepararon para mí.   —      Por supuesto, podemos hacer un leve desvió antes de ir a la sala de interrogación.   —      Tranquilo, puedo ir solo, si me indica donde queda.   —      Podría hacerlo… pero, le recuerdo que no puedo alejarme de su lado.   —      Aun así, puede tranquilizarse, porque solo lo estaré esperando a fuera de su cuarto.   Caminamos por un rato, hasta llegar a mi habitación. —      Bien, enseguida regreso.   —      Tómese su tiempo doctor.   Me quito las vendas y noto que las zonas donde crecen las uñas esta bastante rojiza, inflamada y llena de sangre. Voy al lavabo del baño y comienzo a remover la sangre con mucha agua. Ahhh… siento un gran alivio por lo fresca que está el agua. Veo que F-584 ni se inmuta al ver el lugar, dándome la impresión de que es muy fuerte mentalmente o ya está preparada para lo que le va a pasar. —      ¿Puede sentarla teniente?   —      Eso intento, pero ella no quiere seguir avanzando.   —      ¿...? — hasta hace poco estaba muy obediente, ¿qué ocurrirá? Mejor le hablo un poco   —      Escuchame F-584 podemos hacer esto de la forma fácil o de la difícil.   —      Ya estás aquí y has visto que no puedes escapar de este lugar.   —      Si aún no te suicidas, ha de ser porque aceptaste tu destino o porque tienes esperanza de que alguien venga por ti.   —      Te lo diré, para que te quede bien claro, la única salida que tienes de este lugar es con los pies adelante o si cooperas conmigo y con eso obtienes el perdón — aunque esto último es mera mentira. Inesperadamente obedece y se sienta por su cuenta el teniente comienza a colocarle las amarraderas… —      Espere teniente, todas esas medidas de seguridad no son necesarias.   —      Simplemente colóquele las de los pies, piernas y muñecas.   —      La cabeza y pecho no son necesarios — por el momento.   —      Estoy seguro que ella se portará bien.   —      ¿cierto F-584? — asiente con la cabeza.   El teniente termina su labor y cierra la puerta de la habitación con los tres adentro, luego se queda parado a un lado de la puerta en total silencio. Yo por mi parte, me acerco a la cara de la chica, muevo un poco su cabello para verla mejor y me encuentro con unas finas cejas color castaño claro como su cabello, además, de unos hermosos ojos grises que me ven fijamente sin temor alguno. Mientras nuestras caras están una frente a la otra ninguno pestañea. Muevo mis manos hacia su nuca y por debajo del cabello para aflojar las correas de su bozal y a medida que lo voy retirando, veo sus rosados pómulos, su pequeña y perfilada nariz que hace una perfecta simetría con su bello rostro. Por último, están esos delicados, finos y rojizos labios que tientan hasta al más fiel de los hombres. Ya veo por qué el teniente decía que “cedería a sus impulsos” en aquel momento. Por el momento no observo ninguna cicatriz en toda su cara, ¿en verdad es la misma joven que trate hace un mes? Al recordar aquella fotografía que estaba en el sobre, he de decir que se parecen mucho, esto me confirma que si es ella la acusada de espionaje. Muy bien comencemos… Tomo la silla que fue dejada para mi y me siento frente a la chica, entrecruzo los dedos de mis manos y abro un poco mis piernas. —      Tal como en aquella ocasión en la que nos encontramos por primera vez, me vuelvo a presentar.   —       Soy el doctor Carter Mettler… — solo se me queda viendo como un lobo que esta esperando su oportunidad para atacar.   —      Acaso ¿nunca te enseñaron buenos modales señoritas?   —      Es de muy mala educación el no presentarse cuando alguien más ya lo hiso — ella hace una ligera mueca burlona y me ve como si no fuera yo quien tiene el control. Repentinamente…   —       Tiene razón Doctor Mettler… — tiene una voz bastante dulce y picara   —      Es de mala educación no contestarle a una persona que se esta presentando y mas aun cuando esa persona fue quien me salvo la vida.   —      Aunque la verdad, no estoy muy agradecida con usted por esa hazaña, ya que solamente lo hiso para tenerme viva aquí y ahora en este lugar.   —      ¿o me equivoco?   —      No… no te equivocas.   —      Sin embargo, he de decir que estamos a mano, porque tu me engañaste para tomar mi bolígrafo e intentar escapar en aquel momento.   —      ¿no... es así?   —      Ja, ja, ja tiene razón, fue muy ingenuo en ese momento doctor.   —      Lo siento por reírme de esa forma, estoy dispuesta a darle mi nombre, pero no mi apellido, si quiere mas de mi por lo menos invíteme a una cita— esta perra cree que puede tener el control de esta conversación.   —      Me llamo Azalea o por lo menos ese fue el nombre que me dieron mis padres cuando nací.   —      Le advierto querido doctor, de que esto es lo único que obtendrá de mi parte— interesante, veamos cuánto dura esa expresión de confianza en su rostro.   —      Veras azalea…   —      ¿Sabes por que me encargaron esta labor a mí, y no a otro militar que te use como un saco de entrenamiento? — o así que se puso seria, sigamos viendo cómo reacciona.   —      Es muy simple.   —      Los militares como toda persona adulta, solo tienen un amplio conocimiento en su área de especialización, por ello, les cuesta trabajo discernir si alguien dice la verdad o no — me levanto de mi silla y voy a revisar mi maletín, el cual deje sobre la mesa.   —      Así que para agilizar el proceso mientras interrogan, deciden usar los golpes o simples drogas de la verdad y como no conocen el limite del cuerpo humano tienden a sobrepasarse.   —      Por suerte para ti, solamente usaron la primera, dejándote realmente fatal, pero viva— comienzo a sacar unas astillas que tome de mi consultorio.   —      A pesar de todos los golpes que te dieron no dijiste nada.   —      Imagino que es porque en realidad eres inocente o simplemente estas protegiendo a tus colegas.   —      Ahora bien, continuando con lo que te estaba explicando…   —      Los médicos a diferencia de los militares, estamos acostumbrado a lidiar con pacientes que mienten constantemente sobre sus síntomas.   —      De esa manera aprendemos a leer las expresiones de las personas y determinamos si mienten o no — coloco las astillas sobre la mesa para que ella las veas.   —      Y como un extra, conocemos tan bien la anatomía humana que, con solo simples herramientas domesticas o equipos de tortura como los de esta sala — reviso con mis dedos que el grosor de las astillas sea el ideal   —      Podemos infligirle a alguien el mayor dolor o placer en pocos instantes y con el menor esfuerzo posible — azalea ve lo que estoy haciendo y pone un rostro de duda.   —      Todo esto sin tener que matar a la persona que estamos interrogando   —      Quienes te atraparon fueron los que me contrataron, tanto para curarte como para interrogarte — me acerco a ella con las astillas en mano.   —      Bien, ¿comenzamos…
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