Todo estaba sumido en la oscuridad, el vacío parecía extenderse infinitamente a mi alrededor. Caminé y caminé, pero a cada paso que daba, nada cambiaba. La sensación de desorientación me envolvía, y la desesperación me carcomía. No había ni rastro de luz, solo la negrura infinita que me aplastaba el alma. La soledad era abrumadora. De repente, entre la neblina de la oscuridad, escuché algo, una voz lejana que parecía susurrar entre las sombras. Era suave al principio, pero luego fue creciendo, resonando como un eco en el vacío. ¿Era ella? ¿Mi mate? ¿Su voz? No podía distinguirlo, pero algo en mí me decía que sí. -Perdóname...- se oía entre las sombras, una voz quebrada, llena de dolor, -Por favor, no me dejes, seré la luna de tu manada, y haré lo que quieras, pero no me dejes. Tú no, otr

