2: Acepto

1188 Words
La pantalla del celular de Harper brillaba sobre su rostro, iluminando la oscuridad de su habitación como una promesa amarga. El borrador del correo estaba listo. Cinco palabras. "Acepto. Necesito los términos completos." Podría haber dicho más. Algo sobre límites, reglas, dignidad. Pero Harper estaba demasiado cansada para pretender que tenía control sobre algo. Cerró los ojos. Vio el rostro de su madre. La mirada frágil del médico. El sonido seco de un reloj marcando el tiempo que no tenían. Enviar. El clic fue silencioso, pero dentro de ella sonó como un disparo. Se recostó en la cama sin dormir. La idea del matrimonio siempre había sido otra cosa. Una esperanza. Un símbolo. Un lugar seguro donde caerse sin romperse. Y ahora era una transacción. Una jaula dorada por treinta días. Podía sobrevivir a eso. ¿Verdad? Edificio de Liam Ashford. Dos pisos más arriba, en un ático donde el mármol brillaba más que las emociones, Liam Ashford servía un whisky sin hielo y leía el correo en su tablet como quien revisa un informe cualquiera. “Acepto. Necesito los términos completos.” Frunció el ceño, no por la respuesta, sino por lo que no decía. Harper no era una mujer que cediera fácilmente. No era una oportunista. Y eso, en cierto modo, lo incomodaba más que si lo fuera. No saber su motivación real lo ponía en alerta. No era la primera vez que alguien decía “sí” por lo que él representaba. Pero Harper Ellis nunca había mostrado interés en su poder ni en su dinero. Solo en hacer bien su trabajo… y en desafiarlo con cada mirada. Apoyó el vaso en la mesa y caminó hacia la ventana. Desde ahí, la ciudad se veía perfecta. Ordenada. Predecible. Exactamente como él necesitaba que fuera su vida. Un matrimonio ficticio era una solución racional. Controlada. Y, sin embargo, al pensar en ella con su vestido de novia, entrando en su casa, en su mundo… algo se removió bajo su piel como una corriente fría. Sacudió la cabeza. Era un trato. Nada más. El contrato era de diez páginas. Liam se lo envió antes del amanecer, con copia a su abogado y una nota que decía: “Revisa con calma. Si tienes objeciones, hazmelas saber antes de las 18:00.” Objetivamente, no había nada ofensivo. Nada… fuera de lo esperable. Compartirían casa. Deberían aparecer juntos en al menos cinco eventos sociales. Él cubriría todos los gastos. Ella recibiría el pago dividido en dos partes: una tras la boda, otra al final del mes. Había una cláusula sobre confidencialidad. Otra sobre evitar contacto físico innecesario. Harper la leyó tres veces. "Innecesario" sonaba a una puerta entreabierta. Cerró el archivo. Respiró hondo. Lo haría. No por él. No por el dinero sino por su madre. Cuando Harper cruzó la puerta de su despacho esa tarde, puntual como siempre, algo en su postura había cambiado. No estaba derrotada. No estaba molesta. Estaba decidida. Y eso… lo desconcertaba más de lo que admitiría. —Leí todo —dijo, sentándose sin que él lo ofreciera—. Tengo tres condiciones. Liam alzó una ceja. —Escucho. —Uno: no me trates como una empleada fuera de la oficina. Si voy a fingir ser tu esposa, necesito respeto. —Concedido. —Dos: quiero asegurarme de que mi madre no pierda el tratamiento mientras dure este acuerdo. —Hecho. Te enviaré un documento para que el hospital reciba los fondos hoy mismo. —Y tres… —Harper dudó—. Nada de relaciones físicas sin consentimiento explícito. Ni una mano, ni un beso, ni una sonrisa de más si yo no estoy de acuerdo. Liam la miró fijamente. Por un instante, algo parecido a culpa brilló en sus ojos… pero se desvaneció rápido. —Entiendo. No soy un monstruo, Harper. —Aún no estoy segura de eso —respondió ella, tomando el contrato. Lo firmó sin temblar. Y en ese instante, los dos supieron que ya no había marcha atrás. —Necesito que escojas tu vestido de novia en una boutique en específico, ahí te van a atender con la mayor discreción posible. Por los gastos no te preocupes que yo voy a correr con ellos, pero eso sí, la prenda a usar tiene que ser de la selección que hice previamente. —No, no me pienso casar con un vestido elegido por ti. Al menos en eso necesito tener cierta independencia, además, tú no tienes buen gusto en ropa de mujeres, así que eso no es algo en lo que te pueda complacer. —No se encuentra en discusión, acepté tus términos y tú no dijiste nada referente al vestido de novia. Así que por lo tanto tienes que soportar mi decisión y respetarla así como yo lo hice con todo lo que estabas pidiendo. —No puedo creer que incluso eso quieras controlar —Harper se levantó refunfuñando —desde ya te digo que no pienso complacerte con eso, yo no me estoy metiendo en tu elección de vestuario, tú no tienes porque meterte en la mía. De esta manera, Harper se levantó de la silla y caminó con una seguridad que hizo sonreír de manera efímera a Liam. Tienda exclusiva de vestidos, Manhattan Harper nunca pensó que elegiría un vestido de novia para casarse con alguien a quien apenas soportaba. Y mucho menos con la tarjeta de crédito de ese mismo hombre. —Señorita Ellis —la asesora de imagen sonreía, completamente ajena al peso de cada tela—. Este modelo es Dior vintage. Pura seda francesa. ¿Le gustaría probárselo? Harper asintió, aunque apenas prestaba atención a las palabras. Su mente estaba en su madre, en la cuenta del hospital, en el correo que confirmaba el pago enviado por Ashford Holdings esa misma mañana. Todo estaba ocurriendo demasiado rápido. Entró al probador y se quitó los jeans. La tela suave del vestido cayó sobre su cuerpo como si lo hubiese estado esperando desde siempre. Pero cuando se miró al espejo, no vio una novia. Vio una mujer pactando con el destino. —¿Qué opina? —preguntó la asesora, sonriendo. —Es un modelo que el señor Liam aprobó. Harper tragó saliva. —Es perfecto. Y lo era, realmente Liam había dado en el clavo. Pero a pesar de eso no se sentía del todo cómoda, no obstante, ¿qué más podía hacer? No estaba eligiendo un vestido. Estaba poniéndose una armadura. Residencia Ashford — tres horas antes de la ceremonia Todo estaba milimétricamente planificado. Flores blancas. Música clásica. Invitados seleccionados cuidadosamente para mantener las apariencias. Nadie sospecharía que era una farsa. Liam revisaba su reflejo en el espejo mientras se ajustaba los gemelos. Traje oscuro. Peinado perfecto. Rostro neutro. Pero algo en su interior no lo estaba, pensaba en Harper. Llevaba tres años viéndola como su asistente eficiente. Jamás había permitido que cruzara la línea del profesionalismo. Pero ahora… iba a decir “sí” ante testigos. A sostener su mano. A fingir que la deseaba solo para la cámara. ¿Fingir? ¿Realmente lo iba a hacer o quería convencerse a sí mismo de que así era?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD