12: Un complot

1264 Words
Harper no puso resistencia alguna, cuando Liam le preguntó del ascenso que le habían dado. Fue que ella contó todo. —Por favor, déjame solo —Liam se sentó en su silla —. Tengo que pensar muchas cosas. La mansión estaba en silencio cuando Harper regresó del trabajo. Había dejado de llover, pero las gotas seguían resbalando por los ventanales como si la casa misma llorara en voz baja. Liam no se había reportado en absoluto durante todo el día e incluso no la molestó con las cosas cotidianas que le pedía. Entró sin hacer ruido. Subió las escaleras con el abrigo aún puesto y pasó frente al despacho de Liam, notando que la puerta estaba entreabierta. Dudó un instante, pero fue el sonido de una respiración profunda lo que la detuvo. Se asomó con cautela. Liam estaba sentado en el sofá, inclinado hacia adelante, con los codos sobre las rodillas y las manos sujetando su cabeza. No había documentos sobre la mesa, ni laptop encendida, ni whisky a medio terminar. Solo él. Solo su silencio. —¿Estás bien? —preguntó desde el umbral. Él no levantó la vista. —No lo sé. Harper entró despacio, cerró la puerta y se sentó frente a él. Lo observó un momento, tratando de descifrar si lo que sentía era rabia o lástima. No era ninguna de las dos. Era algo más profundo. Una mezcla entre agotamiento y afecto que se negaba a morir. —¿Quieres hablar? Liam se frotó la cara, como si quisiera sacarse de encima algo más pesado que el día. —No sé por dónde empezar. —Empieza por decir la verdad. Alzó la mirada. Sus ojos estaban rojos, no de lágrimas, pero sí de cansancio. De desgaste. De no dormir bien desde hacía días. —No me molesta que te hayan ascendido —dijo con voz baja—. Me molesta que lo hayas aceptado de Nicholas. Harper asintió una sola vez, sin romper el contacto visual. —No lo acepté por él. Lo acepté por mí. Porque ya no podía seguir esperando a que tú me dieras permiso para avanzar. Liam apartó la mirada. Se levantó del sofá y caminó hasta la ventana. Se apoyó en el marco con las manos en los bolsillos. Su perfil parecía más vulnerable que nunca. —Y si ahora que tienes independencia… ¿Te vas? ¿Y si un día no vuelves? Ella respiró hondo. No era la primera vez que él la empujaba con su miedo. Pero sí era la primera vez que se lo admitía. —Y si un día me voy… —dijo con calma— y tú ni siquiera lo intentaste. Ni una sola vez. Él giró el rostro hacia ella, pero no dijo nada. Harper continuó, manteniendo la voz firme. —No tienes que amarme como en los cuentos. Solo tienes que decidir si vas a seguir huyendo… o si vas a quedarte y hacerlo real. —No sé cómo —murmuró Liam. —Entonces aprende. Yo tampoco nací sabiendo. La habitación quedó en silencio. Él la observó desde la ventana durante varios segundos antes de hablar otra vez. —¿Te quedarías esta noche? No para… nada. Solo para hablar. No quiero que te vayas al otro cuarto. Ella se levantó lentamente. Caminó hacia la puerta, se detuvo un momento, y luego giró sobre sus talones. —Está bien —dijo—. Hablar está bien. Liam asintió, casi imperceptiblemente. No se acercó. No la tocó. Pero había algo diferente en su mirada. Como si, por fin, estuviera dejando que ella viera lo que él había estado ocultando. Y esa noche, por primera vez desde que se casaron, durmieron en la misma habitación. No como marido y mujer sino como dos personas que ya no querían estar tan lejos. Cuando Harper abrió los ojos, la habitación aún estaba bañada por una penumbra grisácea. Las cortinas estaban corridas a medias, dejando pasar la luz tímida de una mañana nublada. Durante unos segundos no supo dónde estaba. Luego sintió el calor de otra presencia junto a ella y recordó. Liam dormía boca arriba, con una mano sobre el abdomen y el ceño ligeramente fruncido. No se habían tocado durante la noche, pero compartían la misma cama por primera vez desde que todo comenzó. Harper se incorporó con cuidado. No quería despertarlo, pero él abrió los ojos justo cuando ella se bajaba de la cama. —¿Ya te vas? —murmuró con voz ronca, medio dormido. —Tengo que prepararme. Es lunes. Y no quiero llegar tarde en mi primer día como directora de Relaciones Internacionales —respondió ella, con una pequeña sonrisa. Liam se sentó lentamente, pasándose una mano por el rostro. Se veía cansado, pero diferente. Menos encerrado. Menos en guerra con el mundo. —¿Quieres café? —preguntó él. Ella lo miró sorprendida. —¿Vas a hacerlo tú? —Puedo intentarlo —dijo, y se encogió de hombros con una leve sonrisa. —Sería la primera vez que me das algo sin condiciones. —Y no será la última —respondió él, más en serio esta vez. Harper lo sostuvo la mirada un segundo. No dijo nada más. Solo asintió y se dirigió al baño. No era una reconciliación. Pero era una tregua. Y eso… ya era algo. Una hora después, Harper entraba a su nueva oficina. Ya no estaba en el ala administrativa; ahora tenía un espacio propio, moderno, con ventanales amplios y una vista panorámica de la ciudad. Había un ramo de orquídeas blancas sobre el escritorio. La tarjeta decía: Felicitaciones, jefa. — N Ella frunció el ceño, sin molestarse en sonreír. Justo en ese momento, su asistente tocó la puerta y asomó la cabeza. —Disculpe, señora Ashford. El señor Crane solicitó una reunión urgente con usted y con el departamento legal. Quiere presentar una propuesta… dice que es algo que debe ver personalmente. Harper sintió una punzada en el estómago. —¿Propuesta de qué tipo? —Lo está manejando como confidencial. Pero pidió que también esté presente un notario. La sala de reuniones estaba vacía cuando Harper llegó, salvo por Nicholas y una carpeta negra sobre la mesa. Él se puso de pie al verla, con esa sonrisa que ya no le parecía tan encantadora. —Qué gusto verte estrenando puesto —dijo. —¿Qué es esto, Nicholas? —Solo negocios —respondió él, haciendo un gesto para que se sentara. Ella no lo hizo. —Nicholas, habla claro. Él tomó la carpeta y la abrió lentamente. —He preparado una cláusula complementaria para el testamento de tu esposo. Bueno, en realidad… una impugnación. Es legal. Basada en el hecho de que el matrimonio podría haber sido simulado para fines contractuales. Algo que podría poner en riesgo la legitimidad de la herencia si se llegara a investigar más a fondo. Harper se mantuvo inmóvil. —¿Estás intentando anular el testamento? —No exactamente. Pero si presento esta documentación —levantó unos papeles—, el consejo puede exigir una auditoría privada del matrimonio. Fotos, entrevistas, pruebas. Lo de siempre. —¿Por qué harías eso? —Porque no me gusta perder, Harper. Y mucho menos… contra alguien como Liam. Ella cruzó los brazos, sin bajar la mirada. —¿Y qué quieres? ¿Que deje a Liam y me una a ti? Nicholas sonrió. —No. Todavía no. Por ahora solo quiero que sepas que tengo poder. Que puedo usarlo. Y que, si en algún momento decides que estás cansada de ser su sombra… Estaré aquí…
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