19: Seguirle el juego

1141 Words
La joven dejó el libro a un lado, sorprendida. —¿Ha pasado algo? Eleanor apoyó ambas manos sobre el bastón. —Sí. Nicholas no ha terminado con ustedes, y sería ingenuo pensar lo contrario. Harper frunció el ceño. —Ya lo sé. Se acercó a mí en Miami. —Lo esperaba. —Eleanor suspiró—. Nicholas es ambicioso, pero no actúa solo por dinero. Él quiere lo que tu marido tiene… y está dispuesto a usar cualquier debilidad para conseguirlo. Harper apretó los labios, pero no dijo nada. —Hay algo que aún no conoces del testamento de mi difunto esposo —continuó la anciana—. La cláusula que ustedes saben, la del matrimonio y el heredero, no es la única. Harper se inclinó hacia adelante, en tensión. —¿Qué significa eso? Eleanor la miró con seriedad. —Si en algún momento el consejo considera que el matrimonio entre tú y Liam es falso o inestable, se activa otra disposición. En ese escenario, la mitad de la empresa quedaría bajo administración compartida… y Nicholas sería el primero en la línea de sucesión como socio principal. El corazón de Harper se encogió. —¿Está diciendo que… aunque cumplamos con el contrato, todavía puede arrebatarnos la compañía? —Exactamente. —Los ojos de Eleanor brillaron con dureza—. Por eso debes ser más lista que él, querida. Porque si Nicholas logra convencer al consejo de que tu relación con Liam es solo un espectáculo, no habrá beso ni discurso que los salve. Harper se quedó en silencio, sintiendo un peso que hasta ahora no había dimensionado. Eleanor se levantó con lentitud y la miró fijamente antes de marcharse. —Sé que mi nieto no siempre lo demuestra, pero Liam te quiere más de lo que se permite admitir. —Hizo una pausa—. La pregunta es… ¿Vas a luchar con él, o vas a dejar que Nicholas los destruya a los dos? Harper tragó saliva, incapaz de responder. Cuando la puerta se cerró, supo que ya no se trataba solo de contratos, de fotos o de apariencias. Ahora estaba atrapada en una guerra donde lo que sentía podía ser la única arma real que tenía. Harper pasó el resto de la tarde en la biblioteca, con la advertencia de Eleanor repitiéndose como un eco en su cabeza. "Si el consejo cree que tu matrimonio es falso o inestable, Nicholas tomará la mitad de la compañía." Había querido correr con esa información directo a Liam. Pero se detuvo. No. Liam no confiaba en ella del todo. Nunca lo había hecho. Y por primera vez, Harper se dio cuenta de que tal vez lo mejor era no decirle todo lo que sabía. Cuando Liam entró esa noche en la habitación, ella lo recibió con una calma calculada. —¿Cómo estuvo tu día? —preguntó él, aflojándose la corbata. —Tranquilo —respondió Harper, con una sonrisa suave. Él se detuvo, desconcertado. Había esperado frialdad, distancia… no serenidad. —¿Seguro? —preguntó con cautela. —Sí. —Harper se encogió de hombros—. A veces conviene no darle demasiadas vueltas a las cosas. Liam la miró como si intentara descifrarla. Y Harper bajó la vista justo a tiempo para que no notara la chispa de determinación en sus ojos. Los días siguientes fueron distintos. Harper se mostró colaboradora, cercana en las reuniones, sonriente en las cenas familiares. A los ojos de todos, era una esposa ejemplar. Pero en su interior estaba construyendo un muro. Observaba a Liam en silencio, midiendo cada gesto, cada palabra, cada grieta de su armadura. Y mientras él pensaba que la distancia entre ambos estaba cerrándose… Harper comenzaba a jugar su propia partida. Una noche, durante una reunión en la torre, Harper tomó la palabra frente a los socios sin previo aviso. —Creo que deberíamos considerar una estrategia más inclusiva con nuestros inversionistas europeos. Nicholas intentó algo parecido en Miami, ¿no es cierto? —dijo, con una sonrisa impecable. Nicholas levantó la mirada, sorprendido. Liam también. Harper continuó como si nada. —Si reforzamos nuestra transparencia, evitaremos duplicar esfuerzos. Y todos quedamos ganando. El consejo murmuró entre sí, aprobando la idea. Nicholas se reclinó en su asiento, evaluándola. Liam la miraba de reojo, como si no entendiera en qué momento Harper había decidido tomar la iniciativa. Al salir de la sala, Liam la alcanzó en el pasillo. —¿Qué fue eso? —preguntó, con el ceño fruncido. —Una propuesta —respondió ella con calma. —No me lo consultaste. Harper sonrió apenas. —Tampoco tú me consultas todo, Liam. Él apretó los labios, atrapado en la contradicción. Harper se alejó con paso firme, y por primera vez sintió que tenía algo que no había tenido hasta ahora: poder sobre la partida. Porque Eleanor tenía razón. Si Nicholas quería destruirlos, la única manera de sobrevivir era aprendiendo a jugar mejor que él. Y Harper estaba lista para empezar. La sala de juntas aún vibraba con el eco de la intervención de Harper. Los socios comentaban entre sí, satisfechos con la frescura de su propuesta. Nicholas, desde su asiento, no apartaba los ojos de ella. Había visto esa chispa antes: poder en bruto, esperando moldearse. Cuando la reunión terminó, él se le acercó en el pasillo, con la sonrisa confiada que tanto odiaba. —Harper, un momento. Ella se detuvo, cruzando los brazos. —¿Qué quieres, Nicholas? —Nada indecente, te lo prometo. —Bajó la voz—. Solo una invitación a pensar. Ella lo miró con frialdad. —Pienso por mi cuenta, gracias. —Y lo haces muy bien. —Él inclinó la cabeza, con esa cortesía venenosa—. Hoy todos te escucharon. Te respetaron. ¿Sabes por qué? Porque no hablaste como la esposa de Liam, sino como Harper. Tu propia voz. Harper entrecerró los ojos, sin responder. —Tienes el talento para más que solo sostener un matrimonio que no nació de tu elección —añadió Nicholas—. Si alguna vez decides que quieres construir tu propio poder, yo podría ayudarte. No necesitas su sombra para brillar. Antes de que ella pudiera contestar, la voz de Liam irrumpió detrás, grave y helada: —¿Ya terminaste, Nicholas? Nicholas sonrió, encantado con la interrupción. —Solo felicitaba a tu esposa. Ha sido brillante. Mucho más de lo que cualquiera esperaba. Liam lo fulminó con la mirada. —Ella no necesita tus felicitaciones. Nicholas inclinó la cabeza con falsa humildad. —Quizá no, pero las merece. —Su mirada volvió a Harper—. Piénsalo. Se marchó con pasos tranquilos, como si acabara de dejar una bomba que nadie más había notado. Cuando quedaron solos, Liam se giró hacia Harper. —¿Por qué diablos le sigues el juego? —preguntó, con voz contenida…
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