NARRA CIARA ALLEN Inhalo profundamente en el momento justo antes de que las puertas del ascensor se abran. Por un instante, uno muy breve, siento que las piernas se me vuelven de gelatina y que voy a trastabillar al caminar, pero, doy el primer paso y la seguridad vuelve a mí como por arte de magia. Todavía no hay muchas personas por el piso, pero, las pocas que hay, me miran atónitos y boquiabiertos. Seguramente no pensaron que iban a volver a ver mi presencia por la empresa, después de lo que había pasado. —Buenos días —los saludo con normalidad, cuando paso frente a ellos, actuando como si nada ha pasado; como si nunca dejé de trabajar en la empresa, porque no quiero darle más lugar a las habladurías que obviamente se van a alzar una vez que yo “no los pueda escuchar''. Siempre han

