—Ahhh... Los jadeos y el intenso bombeo resuenan en el pequeño cubículo y, de vez en cuando, un gruñido se escapa de mi boca, pero, con el pasar de los segundos y con el aumento de de la intensidad en el movimiento de mi mano, los gruñidos se vuelven más seguidos y más extensos. Me inclino hacia el frente, hasta apoyar la frente en la pared y cierro los ojos para contener la explosiva sensación que le precede al derrame. —Joder —jadeo, cuando mi mano se llena de aquel espeso, blancuzco, abundante y caliente fluido que emerge de mi interior; fluido que hace mucho, mucho tiempo no expulsaba. Con la frente aún apoyada en la pared y los ojos todavía cerrados, niego moviendo la cabeza. No puedo creer lo que acabo de hacer. No puedo creer que me he comportado como un adolescente de colegio;

