CAPITULO 3

2020 Words
Un golpe, luego otro y otro más, Evan giró sobre la cama sintiendo la seda de sus sábanas, un fuerte dolor se apoderó de su sien cuando el reloj marcó las nueve de la mañana y escuchó cómo sonaba indicándole que era hora de levantarse, recordaba poco de la noche anterior, solamente que había bebido y bebido sin parar, antes de darse cuenta ya su cabeza estaba dominada por el efecto inhibidor del alcohol. —Demonios—exclamó quitando las sábanas que cubrían su cabeza y que el mismo se había colocado allí mientras intentaba lidiar con la iluminación que se colocaba levemente de las cortinas de su pent-house, las enormes cortinas color grises estaban ligeramente abiertas, haciendo que los rayos del sol se filtraran y pararán en su adormilado rostro. Se sentó de golpe con un gesto de enfermedad. La cabeza le iba a explotar. Acaricio su cien y luego abrió los ojos comprobando la hora, marta llegaba cerca de las nueve y cuarto, debía levantarse a menos que deseara que lo encontrara en pijama, entonces cuando quito las sabanas de tajo se encontró con que aun estaba con la misma ropa con la que había regresado, solamente que sin zapatos y con solo la camisa de lino blanca con tres botones abiertos, su corbata y saco estaban perfectamente doblados sobre el sofá para una persona. ¿Quién lo había metido en la cama? Sus perdidos ojos miraron y olieron su ropa, apestaba a alcohol, al sentirse sucio de alguna manera se metió al cuarto de baño y dejo que el agua se encargará de limpiar esa impureza que le hacía sentirse de esa manera. Media hora más tarde escuchó el sonido de la puerta siendo abierta y supo que Martha había llegado, al mirarlo la mujer levantó las cejas con sorpresa, dejó el café que acaba de comprar encima del piano. —¿Ha bebido? —Solo un poco—respondió mientras terminaba de abrocharse el botón del saco, se encontraba en la sala, mirando por el ventanal gigante todo el desastre que era la vida matutina en la capital de Estados Unidos, —con un poco de café estaré mejor. La mujer le acercó el americano cargado. —Su itinerario de hoy es sencillo, tiene un mitin en The Ritz-Carlton, parece ser que están interesados en que hable acerca de las propuestas que en su momento hizo su padre y que usted planea retomar, la prensa estará presente, no debe ser complicado, ya ha dominado el tema. Evan asintió. Dio un tragó a su café y entonces mirando a Martha le hizo una pregunta. —¿Tu mandaste por mi anoche? —No, señor. ¿Por qué? —Curiosidad, olvídalo—cuando estuvo listo y el café lo despertó por completo, la inteligente mujer que fungía como su secretaria le informó que el auto estaba listo y que solo lo estaban esperando, la puntualidad era importante. Cuando bajó al Lobby saludo a todos como ya era costumbre por la mañana, pero al mirar a un elegante hombre leyendo el Washington Post con las piernas trenzadas en uno de los sofás de piel comprendió que aquella no sería su mañana. Al mirarlo Jeffrey Allen sonrió para luego ponerse de pie y encaminarse a saludarlo. —¡Pero qué magnífico encontrarnos nuevamente! —¿Nuevamente? Sus lentes de sol le ayudaron a lidiar con el sol y con lo difícil que era andar con la resaca martillando su cabeza en cada oportunidad, intentó dibujar una sonrisa y aceptar el apretón de manos que le tendía el hijo de su oponente político. —Buenos días. —¿Cómo lo llevas? —¿Sobre qué? —preguntó un poco desconcertado, mucho más porque Jeffrey parecía interesado en comprobar quienes eran el séquito que lo acompañaba, esperaba encontrarse con aquella linda chica de ojos brillantes que lo acompañaba el día anterior y del que su padre ya sabía, pues lo primero que hizo al llegar a su apartamento fue contárselo. Una sonrisa ronca brotó de la boca de Jeffrey, se acercó un poco como si no quisiera que nadie más supiera lo que estaba por decirle. —La mujer con la que dormiste anoche Harrison, la chica de cabello castaño, era linda. Nunca pensé que te gustaran las mujeres más jóvenes. De hecho fue una rotunda sorpresa. Al escuchar el comentario del hombre Martha interrogó a Evan con la mirada. ¿Qué había pasado anoche? El hombre se quedó callado sin saber qué responder, era alguien inteligente y entonces guardando la calma forzó una sonrisa. —Mi vida personal no debe ser de su interés, como para mi la de su padre. Allen sonrió. —Oh, vamos Harrison ¿Por qué te pones así? —Creo que te has confundido—Acomodo su saco y prosiguió su camino dejando al otro hombre apretando la mandíbula. Evan era un hombre agradable a simple vista, pero cuando alguien no le agradaba, solía mostrar su lado más arrogante. Podría llegar a ser grosero, aunque, con un poco de suerte, siempre lograba controlarse. Suspirando con un poco de irregularidad se dejó caer contra el asiento del auto y cerró sus ojos, con todas sus fuerzas intentó recordar lo que había ocurrido la noche anterior, sus pensamientos estaban demasiado nublados. La cabeza le dolía, pero como si se tratara de un leve destello los recuerdos comenzaron a brotar en cuanto intento recordarlos. Evan se sometió a un letargo, recordó los ojos color aceituna de la mujer mirándolo con preocupación mientras colocaba su mano sobre su hombro, recordaba sus palabras diciéndole que era hora de que el restaurante cerrará y que debía ir a casa. Luego como si se tratara de alguna visión que definitivamente no quería rememorar y que rogaba porque fuera falsa, la miró sobre él, dentro de un auto o eso era lo que parecía. Se quitó los lentes de sol. La mesera. — Señor Harrison, desconozco definitivamente cualquier relación que usted tenga con el hijo de Chuck Allen, sin embargo, le pido de una manera encarecida como su coordinadora de campaña que por favor me diga de qué estaba hablando,—Martha estaba molesta— sabe perfectamente cuál es la fama que tiene el candidato republicano será mejor cuidarnos las espaldas. ¿Quién es la mujer? ¿Ya recuerda cómo regresó a casa? Evan maldijo para sus adentros. —Creo que…de hecho no lo tengo claro. —Era mejor que se abstuviera de beber,—prosiguió Martha sabiendo de lo que los Allen eran capaces, no era la primera vez que usarían artimañas bajas para bajar la reputación de uno de sus contrincantes, mucho más cuando este lo dejaba bajo en las encuestas. Antes de que la mujer pudiera proseguir, el chófer de confianza de Evan la interrumpió, Jones no dudo en comentar lo que Hugo le había facilitado cuando fue por el auto aquella mañana. —Parece que unos empleados del restaurante lo llevaron a casa, según Hugo, el señor estaba demasiado ebrio cómo para conducir, por lo que un amable chica y un hombre lo llevaron a casa, según la información que dio la mujer luego de haber ayudado acostarlo se fue en un taxi. —¿Una empleada del restaurante? Un poco apenado Jonas respondió. —El señor no podía mantenerse siquiera en pie. Martha quiso morirse. Había sido visto por la peor persona que menos le convenía. La mujer intentó conservar cada uno de sus comentarios y observaciones que sin duda le haría, primero ambos debían concentrarse en dar una buena entrevista aquella mañana, luego podrían discutir sobre ello. Aquella mañana fue corta, mucha conversación, demasiada etiqueta. No era demasiado complicado convencer a la prensa cuando era claro que los medios lo amaban. Evan era elocuente, siempre sabía qué responder y continuamente soltaba alguna broma o respuesta despreocupada que cortaba tensión, de alguna manera los embriagaba con su aura jovial y espontánea. Aquella tarde, luego de una faena de saludos, entrevistas y discursos se encontró cara a cara con una Martha enfadada. Sin poder evitarlo le narró los acontecimientos que recordaba, eran pocos, variados, esa mujer coordinaba su vida, era quien disponía de sus actividades y tomaba decisiones importantes. Era la mejor en su campo. —No puede permitir que cosas como esta pasen de nuevo, como su asesora de campaña le exijo cuidar su reputación, hemos pasado por muchas horas de esfuerzo y trabajo duro como para que todo se vaya en un abrir y cerrar de ojos. Aquella conversación se libró en el pent-house del Capitol Tower. Evan comprendía la seriedad del asunto y las duras palabras de Martha, no podía simplemente ignorar el comentario de la mujer cuando claramente había cometido un error, uno que no estaba dispuesto a repetir. Aquella noche había sido dura para él en muchos sentidos, mientras bebía, los recuerdos le atormentaban y se le clavaban profundamente, Lena lo había atormentado como en cada aniversario. —Comprendo tus palabras, ha sido un desliz que no pienso repetir de nuevo, de la misma manera que todos los involucrados he arriesgado y apostado demasiado, no estoy dispuesta a perder. —Siendo así aconsejo ponerse en contacto con la chica, preguntaré sobre sus cuentas y sobre alguna deuda con ella, agradeceré su buena acción y recompensaremos adecuadamente tanto a ella como al hombre,— dijo Martha tecleando el nombre del restaurante para buscar un número telefónico, —me encargaré de ello. Evan asintió para luego verla marcharse. Miró su saco doblado en aquel sofá y al tomarlo una pequeña nota cayó al suelo junto con las llaves de su auto, había estado tan ocupado que no había pensado en ello siquiera. Dejaré aquí las llaves de su auto, lamento mucho haber entrado a su casa sin su consentimiento, el portero me hizo el favor de acompañarme y ayudarle a subir a la cama. Pido disculpas de nuevo. Abby Lane. No pudo evitar sonreír un poco, le pedía disculpas cuando claramente había sido ella quien había tenido que lidiar con un borracho. Los borrachos eran groseros, imprudentes y en ocasiones hasta irrespetuosos. Entonces, al pensar esto su actitud cambió, esperaba no haber sido esa clase de hombre, siempre había sido un caballero en carácter. ¿Debía ir él mismo a disculparse? Tal vez sería mal visto y poco agradecido dejar que Martha lo hiciera. Dejó de complicarse, tomó un baño y se puso el pijama, afuera ya era de noche, la luna había caído sobre una ciudad que parecía no dormir. Afuera el sonido de los autos predominaba, a pesar de la altura era imposible no escucharlo. Los minutos comenzaron a convertirse en horas, había tomado una pastilla para el dolor de cabeza pero el sueño no parecía llegar a él. Maldita resaca. Como si se tratara de un eco escuchaba esa voz, una voz pausada, dulce y educada. La voz de esa mujer… —¡Agth, demonios!—golpeó la almohada con fuerza, solo quería dormir. No supo decir con claridad cuántas vueltas dio, solamente que se quedó dormido y que antes de siquiera darse cuenta su teléfono ya estaba sonando, alargó su mano, eran las seis y treinta, demasiado temprano para ser una llamada matutina de Martha. Al responder escuchó la alterada voz de la mujer suplicando que abriera su mensaje. —Estamos en problemas. Serios problemas. Un adormilado Evan revisó el mensaje, era la nota matutina del Washington Post conforme sus ojos recorrían las líneas el sueño iba desapareciendo y sus ojos antes entrecerrados ahora se abrían llenos de pánico y sorpresa. Aquellos problemas eran más que serios. ¡Eran terribles! La nota era burda, explícita y con una fotografía que parecía haber sido tomada de la cámara de seguridad del ascensor. Los modos como había sido obtenida era lo de menos, lo que importaba ahora era el círculo mediático que creaba con su líneas plagadas de una sola cosa: Un morbo escandaloso. Evan Harrison, parece que el futuro senador de Washington disfruto de una noche de alcohol y mujeres. ¿Podrá ser esto la gota que derrame el vaso de una doble vida?
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