CAPITULO 2

2122 Words
Las manos de Abigail sostuvieron con firmeza a Evan, estaba pesado y dado su estado de ebriedad él no parecía estar dispuesto a ayudar demasiado. Su cuerpo era duro, firme, debido a que cada mañana despertaba en la madrugada y pasaba dos largas horas en el gimnasio de su edificio, era un hombre disciplinado y saludable. —Dios, como pesa, —jadeó cuando llegó a la puerta del lujoso auto, era de un color n***o brillante, un sedán. —Martha, llama a Martha—Abigail no podía preguntarse más quien era esa mujer y porque parecía llamarla con tanta insistencia. Le dijo que la llamaría, solo para seguirle su juego de borracho y mantenerlo cooperando, abrió la puerta y lo lanzó dentro, el senador cayó de espaldas contra el mullido asiento, pero antes de que pudiera soltarlo, él la sujetó haciéndolo caer sobre su cuerpo. Abigail ahogó un grito. —¿Estás bien? Jock, quien permanecía en el asiento del conductor giró su cabeza para mirar qué había pasado. —Lo estoy, lo estoy, —repitió nerviosa sintiendo su rostro arder de vergüenza. Recordó su apellido, por suerte la cena había sido pagada antes de que su nivel de alcohol lo hiciera delirar como ahora, —señor Harrison debe soltarme. Observó que le sujetaba la mano, sus ojos estaban cerrados, esas joyas azuladas que tenía como ojos se mantenían ocultos cubiertos por esa cortina de largas pestañas, su aroma era tentador, delicado, varonil pero sutil, olía a una fragancia amaderada con toques cítricos leves. Se vio tentada a preguntar, pero dudaba que pudiera responder. —Todo da vueltas, —gimoteó el hombre quien no parecía notar el peso de la mujer sobre él, pero entonces su olfato captó un perfume, un perfume de mujer y abrió sus ojos encontrándose con la mirada preocupada de Abigail. ¿Quién era esa mujer? Ahora estaba confundido. —Señor Harrison, debe liberarme—movió su mano para que el mirara donde la tenía sujeta. Observó la delicada muñeca de la mujer siendo sujetada por su mano con fuerza y derrotado hecho su cabeza hacia atrás soltándola para luego volver a cerrar los ojos. Ella lo sujeto intentando sentarlo de nuevo, estaba ebrio, posiblemente mareado, no debía acostarse sin supervisión, el alcohol podría regresarse y ahogarlo, Jock estaría lo suficientemente ocupado conduciendo como para darse cuenta. —Acompáñame Abby—dijo el conductor poniéndose el cinturón de seguridad, —no está muy lejos de aquí, sube, necesitare ayuda para bajarlo, últimamente mi columna no está bien y note que está pesado, entre ambos podremos ayudarlo a bajar. La mujer se sopesó su propuesta, pero al mirarlo susurrar algunos improperios supo que no podía dejarlo. Intentó acomodarlo y como pudo logró sentarlo, corrió por su bolso y cerró la puerta, se aseguró de colocarle el seguro, no quería que un Evan borracho abriera la puerta con el auto en movimiento, ingresó en la puerta contraria donde había un mejor espacio y luego Jock emprendió el camino. —¿Te dijo que piso? Ultimo piso, —En el último piso, —hizo caso a sus recuerdos. —¿El ático? —asintió, Jock lo miró por el espejo retrovisor, reconoció su cabello e incluso sus ojos, pero su cabeza no parecía decirle con exactitud el lugar donde lo había visto. Durante la mitad del camino se mantuvo pensando en ello, el Valet Parking no parecía querer dejar ir ese pensamiento que buscaba una respuesta, al doblar en una de las calles y adentrarse más en la ciudad, el auto se desplazó por la calle principal delante del enorme Vermont Avenue, el gran rascacielos de más de doce pisos de altura, el conductor inclinó un poco la cabeza y lo observó, en las enormes pantallas del edificio se iluminaba la figura del hombre que ahora llevaba ebrio en la parte de atrás. —Abigail, es Evan Harrison. —Lo sé. —¡¿Sabes quién demonios es?! La mujer negó, era muy mala recordando nombres y también tenía poco tiempo para leer el periódico, tenía muchos trabajos y nada de tiempo para el ocio. —El senador, el senador del partido demócrata, el hijo del rico Jacob Harrison, si no hubiera muerto ese anciano habría sido vicepresidente de este país, —comentó haciendo que Abigail lo mirara con más atención, ahora comprendía porque se le hacía muy conocido, sus pancartas, folletos, notas periodísticas aparecían en cada parte de Washington era un hombre muy popular, —ahora comprendo porque sentía que lo conocía, es un buen hombre con propuestas firmes, que importa si se pasó de copas. Abigail sonrió. —Todo el mundo se pasa de copas alguna vez, —musitó mirando como su mata de cabello rubio le caía sobre su frente. Parecía dormido. —Esperemos que este el portero, —prosiguió Jock quien parecía muy hablador, —no queremos hacer un escándalo, debemos dejarlo en su edificio, estoy seguro de que debe de haber alguien, no queremos que piensen que queremos estafarlo o que estamos allanando propiedad privada. Somos ciudadanos íntegros que están haciendo una buena obra. Lamentablemente al llegar al edificio no había nadie en la entrada, Jock maldijo entre dientes mientras ingresaba al estacionamiento subterráneo, el encargado de abrir las enormes puertas oprimió el botón al reconocer el auto del senador. Rápidamente se asomo en la caseta para dedicarle un asentimiento en modo de saludo, era como un ritual, a veces cuando tenía el vidrio izado no notaba el asentimiento a modo de saludo de Evan, pero desde que se había mudado cada día era lo mismo por lo que sin verlo, sabía que el hombre le saludaba. Cuando tenía el vidrio abajo, lo observaba saludarlo y dedicarle un buen día antes de marcharse a sus actividades políticas. Era un hombre educado y agradable, el vidrio encima no le advirtió que el senador no era quien conducía, sin embargo, Jock no quiso que pensaran que era un criminal y bajo el vidrio. La expresión del guardia cambió al mirar a un hombre desconocido en el asiento del conductor. —Buenas noches—saludó Jock educadamente, —lamento el inconveniente, pero parece que el senador se pasó de copas, nos tomamos el atrevimiento de traerlo, espero que usted pueda ayudarme diciéndome la ubicación para estacionar su auto. Al escuchar la explicación e inclinarse un poco para mirar a un dormido Evan en el asiento trasero supo que no mentían, pero por seguridad el hombre se ofreció a señalar la zona donde los cinco autos del senador tenían prescrita su zona para aparcar. —Oh dios mío, llevo trabajando aquí dos años y parece que esta noche concordó con la fecha anterior, —Hugo era guardia en aquel lugar, vivía en el área de mantenimiento del edificio, era conocido, esta noche estaba despierto porque aún faltaba que el auto del senador regresara, no pudo ir a descansar hasta que el último auto entrara. —¿No es la primera vez que bebe? —La segunda vez en dos años, nunca se embriaga, pero parece que esta fecha es especial, —comentó el regordete hombre mientras abría la puerta, entonces miró a Abigail y le dio un saludo de buenas madrugadas, porque era demasiado temprano, —señorita, permítame ayudarla. Abigail se inclinó para intentar despertar a Evan. —Señor Harrison debe despertar, hemos llegado a su edificio. No hubo respuesta. —Señor Harrison, ya está en el Capitol, —esta vez Hugo le llamó intentando sacarlo de su letargo. —¡Señor Harrison, hora de despertar! —Jock fue quien lo hizo despertar de golpe ante su potente voz, Evan frunció el rostro al sentir un golpeteo en su cabeza, parecía como si alguien le estuviera propinando de golpes amortajando su cerebro. Llevó pesadamente sus manos allí. ¡DIOS, COMO DOLÍA! UN GOLPE. OTRO GOLPE. DOLOR. Se quejó. —Maldita sea, —blasfemó haciendo que Hugo levantara las cejas, bien, era claro, el alcohol hacía sacar la parte más bestial de un hombre y al parecer el imponente próximo senador de Washington también tenía sus momentos maleducados, estaba borracho, era aceptable. El teléfono de Jock sonó, era su Uber. —¿No le has dicho que más tarde? —Lo siento, parece que se adelantó—Jock la miró con preocupación y una agotada Abigail le indico que se marchara, Hugo parecía un hombre agradable, lo subirán y después ella llamaría otro Uber para que fuera por ella, debía ir a descansar un poco a casa antes de iniciar su siguiente turno por la mañana. —¿Estarás bien? —No se preocupe, en cuanto lo bajemos, llamaré un taxi por la señorita, —informó el amable guardia haciendo que Jock asintiera y no sin antes entregar las llaves se marchó a casa. Evan comenzó a moverse un poco enojado sintiendo dos pares de manos intentando bajarlo del auto. —¿Ha sido una buena noche, señor? —Hmn, me duele la cabeza—logró responder cuando ambos lo sujetaron por sus manos para luego hacerlo ponerse de pie, intentaron dirigirlo al elevador que yacía a unos cuantos metros, entonces Hugo hizo una pregunta. —¿Tiene su tarjeta de acceso? —Para la habitación—Abby negó. El hombre, quien era un conocido más profundo, ingresó sus manos a su costoso traje buscándola, debió haberla dejado en el auto, miró a la mujer cuando estuvieron dentro del elevador, —iré por ella, suba al pent-house, en un momento llegaré para abrirla. —Esperaré. Un poco nerviosa, sintió un peso mayor cuando el hombre lo soltó, Evan mantenía su mano detrás de su cuello apoyándose de ella para evitar caer. —Lo siento, lo siento—repetía, no parecía ser un borracho escabroso y gritón como la mayoría. —Debe de calmarse, ya está en casa, —le dijo con una voz dulce Abigail. Él cerró los ojos ayudándola cuando se afirmó contra la pared de metal del ascensor, movió sus manos sobre su cuello intentando aflojar su corbata. Al mirarlo la mujer lo ayudó, antes de que pudiera sacarla por completo el ascensor se detuvo, luego de dar un pequeño pitido como un leve campanazo, las puertas se abrieron dejando ver a un hombre de mediana edad. Al mirar a la mujer con las manos deshaciendo la corbata se aclaró la garganta, luego entró. Vestía de manera casual, unos jeans negros y una camiseta gris, llevaba una chaqueta de cuero color café en su brazo, parecía acabar de quitársela, cuando Abigail incomoda miró cuantos pisos habían recorrido observó con pesar que solo uno, por lo que el desconocido se había subido en el lobby del edificio, —Buenos días. —Buenos días—respondió la mujer agradeciendo que el hombre se pusiera de espaldas a ellos. A través de las paredes brillosas de metal pudo sentir la mirada del hombre sobre ambos. Intentó mantenerse firme y rezaba porque Evan no soltara algún improperio hasta que el hombre bajara, la mirada verdosa de su acompañante amenazaba con ponerla nerviosa, al mirarla aflojando la corbata y abriendo el botón con tal frenesí debió haber pensado lo peor. La inocente Abigail Lane, desconocía que estaba delante de Jeffrey Allen, el hijo de Chuck, principal rival político del hombre que, ahora ebrio, se apoyaba medio dormido sobre aquel ascensor, Jeffrey lo había reconocido al instante, sería una interesante historia que narrar a su padre. El silencio del ascensor se comenzó a tornar abrumador, la mujer soltó un suspiro de alivio cuando miró el botón que el hombre había marcado al momento de subir, el sexto piso, estaban en el quinto, unos segundos más y podría estar sola de nuevo. Jeffrey Allen vivía en aquel rascacielos, había venido a hacer compañía a su padre quien vivía “austeramente” en un departamento menos lujoso, aunque no era más que no una estrategia de campaña, no había nada más odioso para el prepotente senador republicano que un lugar con tan pocos lujos como en el que vivía, pero eso no importaba mientras le ayudará como publicidad para ganar las elecciones. Sexto piso. Las puertas se abrieron y el elegante hombre salió, sin embargo, antes de que las puertas se cerraran de nuevo giró sobre sus lustrosos zapatos color cafés y sonrió de manera sarcástica en dirección a la pareja, Harrison estaba borracho y lo había detectado debido al olor a whisky costoso que había en el ascensor. —Que disfruten la noche, especialmente usted señor Harrison—Evan lo miró con los ojos levemente entrecerrados, estaba demasiado ebrio como para responder, —un placer haber coincidido, señorita. Abigail sintió un escalofrío recorrerle, mucho más por el doble sentido de sus palabras. No era nada bueno.    
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