Capítulo 2: Encuentro con George Bell

1092 Words
Capítulo 2: Encuentro con George Bell ¿De verdad estaba frente a mí? Creo que mi corazón desenfrenado se me iba a salir por la boca, alcé la cabeza para poder mirar su rostro. Maldición, estaba aquí y vaya que era tan hermosos como lo recordaba con su rostro tallado por los mismos ángeles, sus profundos ojos azules fijos en los míos como si se adentraran en mi alma. —Hey —dije en un hilo de voz tan impactada que tuve que recordarme cerrar la boca y dar un paso atrás para poder pensar con claridad. Él estiró una de la comisura de sus labios en una leve sonrisa que lo hacía ver muy atrayente. ¿Por qué tenía que ser tan condenadamente guapo? —Hola señorita, Margareth. —murmuró, su voz profunda erizando mi piel. —Señor Bell —dije y tuve que aclarar mi garganta al sentir que hablaba muy agudo—, ¿qué hace aquí? George deslizó sus ojos azules por todo mi rostro enfocándolos en mis labios por un momento; dejándome sin liento. «Maldición Margareth, controlate». —Estaba de camino y me provocó comer maní así que vine a comprar —explicó encogiéndose hombros—, no sabía que trabajaba aquí. ¿Casualidad? No sabia si mentía o no, pero dudaba que hubiera venido hasta acá para verme… ¿o sí? —Sí, sí trabajo aquí —afirmé saliendo de mi transé. «Es algo obvio, Margareth» Tenía el uniforme de la manicería puesto. Mal día para no maquillarme, creo que ni siquiera me había peinado en la mañana. Comencé a pasar disimuladamente la mano por mi cabello intentando acomodarlo un poco. Nunca podía impresionar o evitar ser un completo desastre con el chico más guapo que había visto en mi vida. —Eh... Okey —aclaré mi garganta—, yo puedo ayudarlo si quiere. George afirmó con la cabeza. —Claro —dijo—, dame suficientes. ¿Por qué sonaba como una propuesta de doble sentido? «Porque estas embobada por él, Margareth, por eso». Me voltee hacia los estantes colocándome los guantes y tomando la pala para comenzar a pesar, lo peor es que intentaba parecer sexy mientras hacia esto… tan sexy como un ornitorrinco debía de verme. —Uhm, ¿un cuarto de kilo? —murmuré comenzando a echar los maníes en una bolsa de plástico intentando enfocarme, los percibía a mis espaldas, no me tocaba, pero podía sentir su cuerpo cerca y su mirada clavada en mí. Ay, Dios mío, esperaba no caerme o algo así como la última vez. —Lo que consideres —dijo en un susurro que me erizó la piel—, me gustará. Si me lo dices así… Maldición se escuchaba como doble sentido, aunque no tenía ningún doble sentido. —Excelente —dije sin aliento continuando mi acción de meter maníes a la bolsa y pesarlos como si fuera la chica mas dedicada del mundo en este arte de servir maníes. —¿Estás trabajando desde hace mucho aquí? —preguntó, me voltee hacia él mientras sellaba la bolsa y casi se me cayó de las manos. «Joder, cálmate, Margareth». —No, bueno, es desde hace 1 mes —admití—, he estado presentando los últimos exámenes para la graduación, así que me da tiempo libre para un trabajo de medio tiempo. No sabía por qué le daba tantas explicaciones en realidad, pero me nacía simplemente contarle todo como si estuviera interesado en mi vida. Maldición, necesitaba controlar el nerviosismo de mis manos. —¿Que estudias? —preguntó. —Licenciatura en arte. —dije con cierto orgullo, eso era lo que siempre me había gustado, los colores, la textura, las mezclas y estudiarlo era lo mejor que me había podido pasar, porque me apasionaba, pintar era mi pasión. —¿Arte? —repitió frunciendo débilmente el ceño. —Sí. —dije sin comprender porque parecía casi ofendido de mi carrera. —¿El arte se estudia? —continuó incrédulo. Ah… entonces él era de esos hombres que no veían el arte como algo a nivel profesional… Esa clase de personas no me caían del todo bien. —Aján —dije por un momento perdiendo el interés de seguir hablando con él, es decir, era lo que me apasionaba, no podía simplemente actuar como si fuera estúpido. Él pareció notar el cambio en mí actitud y continuó diciendo: —¿Tienes una galería? —Aun no —admití, esperaba algún día tenerla. —Deberías —dijo lo obvio, claro, en mis mejores sueños estaba. —Algún día —dije con una ligera sonrisa caminando hacia la caja donde le dejé las semillas y lo registré para cobrarle, él me dio un billete y saqué el cambio, podía sentir su mirada sobre mí, pero necesitaba mantenerme enfocada en lo que hacía para evitar seguir pasando vergüenza. —Gracias, por su compra, vuelva pronto. —le dije atreviéndome a mirarlo entregándole la bolsa. —Hey —dijo tomando su compra—, estaré en la ciudad unos días, a veces es algo solitario aquí… ¿Uh? No sabía qué quería decir con eso, pero a mi parecer sonaba como una propuesta. «Todo te suena como una propuesta, Margareth». —Ah… comprendo —dije sin saber qué más decir. —Voy a ir esta noche a cenar —explicó—, ¿quieres acompañarme? Oh, j***r. Era una propuesta. Casi sentí que me caía de espaldas. ¿De verdad George Bell el hombre millonario, vicepresidente de una empresa y tan ardiente como el mismo infierno me está invitando a cenar? Sí. —¿A comer? —dije aun conmocionada. «Obviamente, es una cena, Margareth». Él estiró sus labios en una ligera sonrisa. —Sí —dijo. Uh. Joder. «Respira, recuerda respirar». —Yo... Eh sí claro, es decir, puede ser, no he visto mi agenda —dije sintiendo que no podía respirar, tampoco quería parecer tan accesible. —Vale, mira tú agenda y este es mi número, me gustaría que me acompañaras… —me entregó una tarjeta, la tomé intentando que no viera mis manos temblorosas. —Okey —murmuré. Sentía que me iba a caer de espaldas. —Adiós, señorita Margareth Poe —murmuró George y tomando los maníes, se fue, lo miré montarse en su deslumbrante camioneta último modelo color Vinotinto y se fue calle abajo en la carretera. Se fue solo me quede en shock mirando el papel en mis manos. Me había dado su número y quería salir conmigo. Joder, que cosas del destino.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD