Envidia

1571 Words
Su delgado cuerpo entre mis brazos, sus labios suaves rosando y tocando los míos. Lo que los humanos llaman amor eran algo tan diferente para los demonios. Esa conexión era difícil de encontrar. Somos seres individualistas y egoístas. Pero aquí estaba ella con su rostro entre mis manos. con su cuerpo a pocos centímetros de mi, tan frágil. -       ¿Qué es lo que le haces a mi mente? – le reproche - ¿por qué después de que te odie tanto, después de que te deteste ahora siento la necesidad de protegerte, - de todo, incluso de mí. Pensé - de hacerte mía? Sus ojos me miraron fijo, como si vagara en algún lugar. La solté y me marché con una sonrisa real. ¿Real? ¿Qué era real en mí? Soy un hijo del demonio que ahora sentía algo especial por esta extraña humana.  Era tarde. Deseaba seguirla como lo había hecho las otras noches, pero no podía no estaba sola dado su accidente. Hoy cenaría con mis padres. -       Llegas tarde – me dijo Leonor. – lamento decirte que esta noche no vendrán -       ¿De qué hablas? –me moleste. Podría haberme quedado mirándola por ventana. Que patético fue mi pensar.  -       Hace un rato se contactaron con Magenta y le dijeron que no vendrían, podía ser peligroso para ellos. Ya sabes, elegimos mala noche para cenar en familia, es primero de noviembre. Ya sabes, todos los santos – dijo con sarcasmo. Malditos santos. Me recosté en mi cama y me dediqué a pensar. Suaves labios… Delgada figura… Cabellos amarillos como los rallos del sol… Ojos verdes como la hoja del limón… Labios carmesíes… Piel de seda blanca… Podría quedarme divagando en su figura eternamente.  -       Que ellos no hayan venido no quiere decir que no nos podamos alimentar ni divertir – me mencionó Orión mientras abría la puerta – Ven. Vamos a jugar por ahí – me ofreció su mano. Vagamos por las calles junto a nuestras hermanas. Era casi fin de semana, viernes por la noche, gente en las calles, bares y discoteque's -       Quiero ir a bailar – dijo Magenta – es divertido, vamos a bailar. Eso hicimos. Uno de los pub que se encontraban en la ciudad recibían gente hasta bien pasadas horas de la noche, fue allí donde quisimos ir. A bailar y a alimentarnos. Miramos con aire de suficiencia a las personas que bailaban cerca de nosotros. Sin perder tiempo Leonor corrió a mover su cuerpo bajo los brazos de un hombre, Magenta tomo a Orión de la mano y bailo con él unos minutos, luego ambos desaparecieron de mi vista. Yo, tan solo me senté cerca de la barra y bebí un poco. Una joven y hermosa muchacha se me acerco, estaba ebria. Perfecta. Pensé. Un poco de licor en las venas le da un sabor diferente a la comida. -       Buenas noches – me dijo entre risas -       Buenas – le respondí alegremente -       Bueno, ¿quieres bailar? – dijo nerviosa. A su espalda estaban unas muchachas que la miraban sorprendida, tal vez eran sus amigas. -       Está bien – le dije La abrace por la cintura y baile junto a ella varios minutos. Cuando ya parecía que el alcohol había disminuido un poco, la saqué de la pista de baile y la invité a tomar un poco de aire, no se negó, me dio la mano y ambos salimos de la vista de los humanos. En la oscuridad de la noche la abrace, y luego la bese, pero ese acto me causo repugnancia. No quería otros labios que no fueran lo de Kana. Aun rondaba por mi cabeza.  Quería solo sus labios. Mientras trataba parecer normal con aquella muchacha, otras llegaron a nuestro encuentro. Eran las mujeres que había visto cuando ésta recién se había acercado a mí. Parecían molestas. -       Que bien, Danusa – dijo una avanzando un poco y posicionándose delante de todas las demás – elegiste bien. Un chico muy guapo ¡que envidia! Todas las muchachas me miraron fijo. Lo comprendí. Algo buscaban de ella o de mí. -       Vamos, Danusa – dijo otra – déjanos un poco de él. También queremos besarle – dijo tocando sus propios labios. -       eh, chicas. No sean así – dijo Danusa con nerviosismo – solo será un rato. Después podrán estar con él. Déjennos a solas. -       ¡no! ¡Claro que no! – gritaron todas. Todas se miraron los rostros, parecían aburridas por la espera. ¿Qué era exactamente lo que querían de nosotros? Esto era extraño. -       Oh… ¡ya me harté!  - dijo la que había hablado primero. A mi parecer era la líder – siempre acaparas toda la atención, todos los muchachos te buscan y quieren salir contigo, ¡me tienes harta! – le grito. Miré a mi alrededor y entre las sombras de la noche oscura sentí la presencia de mis hermanos. Lo comprendí, era hora de comer. -       Oh – dijo Leonor con un suspiro – la envidia… -       Suele corroer las almas humanas – continuo Magenta – vuelve deliciosamente malas a las personas como ustedes - y las apunto con el dedo. Las muchachas miraron horrorizadas las siluetas de mis bellas hermanas que parecían salvajes. Quisieron huir, pero detrás de ellas estaba Orión con los brazos abiertos. -       Pequeñas y bellas envidiosas. ¿Qué es lo que más desean? – dijo Orión listo para acariciar los rostros horrorizados. -       Envidian a esta muchacha – dijo Magenta apuntando a Danusa que estaba escondida tras de mí. Se escondía de mis hermanas detrás de mi espalda. Tenía miedo, podía sentirlo. Su temor me daba fuerzas, ánimo y sobre todo hambre de más. -       ¿Qué tal si jugamos a que ustedes se tienen envidia entre sí? – dijo Leonor - ¡Esto será divertido! – les sonrió a las muchachas y luego estas comenzaron a pelearse entre sí. Se arrancaban las ropas, deseando una lo que tenía la otra. La envidia comía sus corazones. Luego de que se quitaran sus trajes, y lo destruyeran a tirones. Comenzaron con sus pieles, se arrancaban la piel como si fuese papel, luego el cabello como si solo fuera un poco de hilo. Sangraban por los poros de sus cuerpos y cuando ya parecían totalmente destruidas se envidiaron sus vidas, al final cayeron todas agonizantes. Leonor, sentada con las piernas cruzadas, se puso de pie y camino hacia los cuerpos ya casi muertos. Entonces nos percatamos de que Danusa estaba aún tras de mí, estaba en estado de shock y había comenzado a llorar sin comprender nada. Las que eran sus amigas ahora estaban muertas frente a sus ojos. Leonora acaricio sus cuerpos como si estos le pertenecieran y oímos el grito de terror de Danusa a mi espalda. -       Lo había olvidado – dijo Leonor con suspicacia – al parecer ella no tenía idea de la envidia de sus amigas. Leonor la miraba fijamente, luego de un rato le ordeno a Magenta que le creara una ilusión y que olvidara todo. -       Te separaste de tus amigas – le dijo Magenta mientras le tocaba el hombro y ésta parecía perdida – conociste a un muchacho, este te invito a su departamento, luego de una noche excitante te dejó en la puerta de tu casa. Allí te dormiste sin saber nada de tus amigas. La muchacha quedo en blanco. Entre la música y el ruido de las calles. Leonor le ordeno que se marchara a casa y ella hiso caso.   Magenta tomo a una de las mujeres y la beso en uno de sus hombros que tenía piel. Luego le mordió la misma zona para saciar su hambre. Absorbió su alma por completo. Al terminar la dejó caer a un lado. Orión repitió la misma acción de Magenta. Leonor solo bebió un poco de sangre de dos muchachas, luego comenzó a acariciar nuevamente los cuerpos. -       ¿Acaso no te alimentaras? – me dijo Leonor con seriedad – aquí tienes corazones y almas jóvenes para saciar tu apetito – me apunto a dos chicas que aun parecían intactas. -       No las quiero – respondí con desagrado No quería cuerpos como esos, podía ver claro que tantos pecados habían cometido ellas. Deliciosos pecados que ahora me repugnaban. ¿Qué me sucedía? ¿Qué?... Leonor se enfureció y arranco los corazones de las cinco mujeres ya muertas y los lanzo a mis pies. Vi el rencor y el odio en sus ojos que se habían tornado negros completamente. Tres pares de ojos negros me miraban con rencor, extrañeza e incomprensión. -       Ya me alimenté de Danusa – les dije, aunque no era así Mentí…   Era irremediable. Sentía un poco de asco cuando observaba a Leonor acariciar y tocar cada parte del cuerpo de aquellas mujeres. Algo me pasaba y no había marcha atrás. -       ¡Ey! – sentí un grito en el oído - ¡Near, despierta! Cuando abrí mis ojos Magenta estaba con un vestido azul con encajes sobre mi cama. Parecía que hace horas había estado gritándome, pero yo no la oía. -       ¡Vamos, es fin de semana, salgamos un momento! – estaba entusiasmada. Me preparé y salimos luego de desayunar comida humana. Magenta corría por todos lados, me pareció que buscaba a alguien. Así era. Y cuando lo encontró alzo su mano.  Que grata sorpresa. 
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