Cita

1460 Words
Quede sin palabras. Había bajado mi guardia por completo.  Algo le provocaba a su cuerpo, pero no sabía qué.  Trate de ignorarlo, de hacer como si no existiera, pero fue en vano. Siempre ha estado vigilándome, siempre ha estado cerca de mí, como mi sombra. Me quedaba claro. Él me gustaba. Sobre la camilla observe mi tobillo quebrado. Me dolía.    Después de que recibiera un beso inesperado la enfermera apareció en la habitación diciéndome que me llevarían al hospital para que me pusieran yeso en el pie.   Una vez lista y yesada, mi padre me fue a  recoger al hospital, me trajo a casa y me ayudo a subir las escaleras hasta mi habitación.   Dormí cerca de tres horas. Estaba exhausta. Pero, aún que fuera una locura, deseaba verlo.    Desperté cerca de las 6 de la madrugada gracias a un mensaje de parte de Magenta:    " ¡Ey! ¿Qué tal si nos juntamos hoy en el parque? Deseo tomarme un exquisito helado contigo pequeña enfermita. Te espero a las 2. ¡Perdón por la hora! Besos. Yo invito."    ¿Por qué diablo está despierta a es estas horas? De acuerdo. Pensé. Será en unas horas más. Me queda tiempo para seguir durmiendo. Y volví a soñar.    Razonando con exactitud, Magenta es una idiota. Sabe que tengo el pie malo y se le ocurre la brillante idea de invitarme a salir con ella. Por lo menos ella paga.   Me causó mucha gracia cuando la vi a lo lejos mirando como loca en todas  direcciones. Me recordó a una suricata.  Cuando por fin cruzamos miradas me detuve a descansar de la muleta, esperando que ella se acercara. Mientras le hice gestos con la mano para que no me perdiera de vista y en son de saludo.    Para mí sorpresa no venía sola. Atrás de ella Near venía haciendo el gesto de saludo con la manito pero algo dudoso.    ¿Por qué había venido? Debí suponer que existía esa posibilidad.    Esa tarde fue extraña.   Magenta no paraba de balbucear cosas sin sentido, bueno, sin sentido para mí.   Fuimos directamente a un carrito donde servían el helado que ella quería. Mientras que ella lo compraba; Near y yo la esperábamos sentados  muy alejados del carro.   -       Me sorprende verte, no creí que Magenta se juntaría contigo hoy – dijo amablemente.   -       No disimules conmigo Near, no hace falta – fui descortés.   -       Perdón, no comprendo – dijo pero no le creí.    -       Si que eres idiota – le encaré – crees que yo también lo soy ¿verdad? pues te seré sincera no caeré en tu juego, aún que ahora me gustes – hable de más.   Ambos nos miramos. Mi rostro comenzó a sentirse caliente. Él rió nervioso y yo le seguí el juego, intente reír mirando ligeramente para otro lado.    Me declaré sin darme cuenta. ¡Volví a bajar la guardia!   -       Yo… - aún quería reír – yo no quiero jugar contigo. No es eso lo que quise decir ayer – y fijó la vista un momento en la madera de la mesa y luego donde a lo lejos. – te lo dije, sé que fui claro. Tu…   Cuando creí que volvería a decirlo apareció Magenta con los helados y se sentó a nuestro lado. La miré fijo sin poder evitar pensar en lo importuna que podía ser a veces.   Near se rasco la cabeza e hizo mueca de una leve sonrisa mientras miraba para otro lado. Sabía que estuvo a punto de decir algo tan íntimo delante de su hermana.   Pero no tardó en volver a mirarme y me ruborice de vergüenza cuando noté la seriedad que tenía esa mirada, como diciendo algo que yo ya sabía. Como transmitiendo su telepatía hacia mí.    “Esto no se quedara así, luego hablaremos. Esto no es un juego” así lo sentí.    La tarde fue nerviosamente encantadora.   Luego de tomar helado fuimos a una feria artesanal, entre los dos se turnaban para ir a mi paso y ayudarme. El panorama fue divertido. Nos sentamos en la plaza, miramos ropa con Magenta, pasamos a una librería. Cuando ya fue de noche, comimos pastel en una cafetería y por último Magenta y Near me dejaron en un taxi para que llegara sin problemas a casa.       Cuando llegue a casa mis padres estaban en el living viendo las noticias en la televisión.   Anoche se encontraron cinco nuevos casos de homicidio, cinco chicas fueron asesinadas despiadadamente. No tenían ropas, estaban sin piel y sin corazón. Tres de ellas tenían dos pequeños orificios en distintas partes del cuerpo, una en  los hombros, otra en las muñecas y la última en el pecho y en los muslos.   Habían seguido estos extraños casos con la certeza de poder encontrar algo, pero sin embargo cuando parecían estar cerca de este asesino, las pistas no coincidían.   El primer homicidio fue en nuestro instituto, dos muchachas, jóvenes estudiantes, fueron encontradas desnudas y con  grandes rasguños hechos por sus propias manos. Además de estar sin corazón. Esas chicas eran mis mejores amigas. Teresa y Matilde.   El segundo caso fue hace unas semanas atrás. Un chico fue encontrado muerto, mutilado, su rostro lleno de golpes y lo que quedo de su cuerpo, el torso, no tenía corazón. Para más, yo conocía a ese joven. Era Darío, quien decía que yo le gustaba y no cesaba de invitarme a salir.   Ahora había un tercer caso.   Cinco chicas habían muerto en las afueras de la disco más conocida por los jóvenes.   Eran cinco amigas que al parecer se habían peleado hasta el punto de asesinarse.   ¿Pero qué humano podría ser capaz de matarse, o a sus amigos?   Una sensación de angustia me recorrió el cuerpo. Yo sentía que aquello que andaba por ahí estaba cerca ahora. No lo había pensado antes, pero eso que anda allí fuera ha estado muy cerca de mí, aquello…   Aquello me ha rozado…   Cuando murieron mis amigas yo sabía que se juntarían ese día en la noche, pero no quise ir. Cuando murió Darío, él venía siguiéndome. Y anoche, bueno ese es el único homicidio que no está muy relacionado con migo a la excepción de que yo solía ir a aquella disco con Teresa.   Aquello andaba cerca. Pensar en eso hizo que sintiera un como si un dedo congelado recorriera desde mi cintura hasta el cráneo.   Subí lo más rápido que pude a mi habitación, me estire en la cama y como quién que ha trabajado arduamente durante todo un día me dormí.   Cerca de las doce otro mensaje me despertó. Debería silenciar este teléfono.        " Sé que es tarde, pero quisiera verte. Te espero en la esquina de tu casa. Ahora. Near"       ¿Qué? Esto es de locos. Pensé.   Él quiere juntarse conmigo siendo que anda un asesino suelto por ahí. ¿Y si nos pasa algo? No puedo dejarlo ahí solo tampoco, ¿Qué tal si el siguiente muerto termina siendo él?   No. Esa vaga idea me hizo pensar en lo horroroso que sería algo así. Y ya que aún estaba vestida... Primero pase al baño para limpiarme el rostro y ordenarme un poco. Tenía baba en la mejilla que no encantaba a nadie.  Salí a toda prisa, bueno lo más rápido que pude ya que estaba con el pie quebrado entumecido.    Lo encontré sentado y apoyándose en un poste de luz.   -       ¿Estás loco? – le susurre cuando estuve lo suficientemente cerca para que escuchara.    -       No – me respondió en susurros   -       No te burles – hable normal - ¿no sabes que anda un asesino loco suelto por la ciudad?   -       Dudo que esta noche ataque – me dijo con una sonrisa y un pequeño calambre subió desde mi cuello a la cabeza.   Ciel...   ¿Qué?   ¿Qué me estaba pasando? Hay palabras que brotan en mi mente muy a menudo, trayendo consigo recuerdos extraños, imágenes o nombres como el de alguien que se llamaba Ciel.   ¿Quién es Ciel? me que pensando distraída.    -       Quería hablar contigo –me devolvió a su lado buscando mi mirada.    -       Esta bien. Hablaremos– le dije – pero no aquí a fuera. Ven, vamos. Sígueme – le dije y me encamine de regreso a casa.   Nos sentamos juntos en el cuero blanco del sillón. La casa estaba silenciosa y la luz de la calle se volvía suave al entrar por el ventanal.    -       Ahora, habla – le dije – sigue con lo estabas a punto de decirme hoy en la tarde.   Lo sorprendí al decirle eso, entonces su mirada se centró en sus propias manos que jugaban entre sí. Y como si tratara de concentrarse movía sus dedos entrelazandolos como piezas de un reloj y separandolos como los rayos del sol.   
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