—Ayer Azarel el chico del comedor, se sentó a mi lado en la clase de matemática y no paraba de mirarme mal.—la voz de Adara resonó apagada. —Tuve la decencia de presentarme amablemente con él y me ignoró por completo—le explicó frustrada, soltando un suspiro profundo.
Alissa dejó de guardar sus libros en el casillero para prestar atención.
Ella frunció el ceño al escuchar las palabras de Ada, la castaña mejor que nadie sabía lo que se sentía ser tratada de esa manera, lo vivió a diario en su antiguo instituto en California. Aunque en cierto modo no podía negar que había algo extraño entorno a los Dankworth, pero no debía entrometerse, solo seguiría el consejo de su hermano y pasar por desapercibida.
—No te mortifiques, Adara tal vez fue un mal entendido—alentó la chica, colocando la man
