Una luz blanca ilumino la delgada anatomía de la castaña, ella estaba acostada boca arriba cubierta por una cálida tela albina que caía como un largo vestido, aunque la dura superficie bajo su cuerpo le maltrato con vigor la espada. Abrió lentamente sus párpados dando constantes pestañeo para acostumbrarse a la luz yaciente en la parte alta de aquel lugar oscuro sin ningún otro color vivo a su alrededor. Ella movió con ligereza su cuerpo logrando de esta manera sentarse para poder examinar cada rincón de la nada absoluta. Sus zafiros se iluminaron bajo la luz lunar, con delicadeza levantó la vista en alto al cielo nocturno, captando la imponente figura de la luna llena. No obstante, el sonido inconfundible que deja el darle cuerda a algún artefacto llamo su atención, a la vez que, trajo

