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1964 Words
Leo llevó a Zoé a ver a las gemelas, ellas dormían profundamente como si nada estuviera pasando. La alegría que Alexandra tuvo al tenerlas y al pensar en que se iba a casar fue empañada con su muerte, eso fue una piedra pesada en el corazón de la única amiga que había tenido y ocasionó que terminará lamentándose aún más, ya que sabía que la difunta no logró alcanzar la felicidad que tanto había merecido. — Mis amores — ella lloró sobre las bebés — tuvieron una excelente madre, pero ella se adelantó y las dejó sin su compañía, no se preocupen que de cierta forma me van a tener a mí, les juro que le hablaré tanto de Alexandra que van a llegar a amarla tanto que va a parecer que la conocieron en persona. Zoé siguió llorando y fue en ese momento que los brazos de Leo la sostuvieron, ellos lloraron mientras se abrazaban como si se conocieran de años atrás. La mujer sentía un vacío tan doloroso en su corazón que le costaba respirar, el hombre secó sus lágrimas que no habían dejado de salir y le sonrió con un poco de comprensión. — Es hora de ir al velorio, comprendo que te duele y a mí también, pero no podemos seguir llorando cuando hay cosas que hacer. Leo le dio un beso a las gemelas y luego procedió a salir. Zoé, por su parte, sacó de su maleta un vestido n***o que había preparado especialmente para la ocasión y después se fue con Sofía a la funeraria en dónde iban a velar a Alexandra. Muchas personas llegaron a darle el pésame al prometido de la difunta. A Sofí intentaban acercarse, sin embargo, ella se mantenía refugiada en los brazos de su tía. — Cariño, creo que tienes que aceptar el pésame de los demás — Zoé sugirió — recuerda que es parte de ser educada y tu madre te enseñó siempre eso, es una sugerencia únicamente porque si no deseas simplemente permanece aquí conmigo. — No quiero recibir las condolencias de los demás por dos motivos, el primero es que si lo hago va a significar que estoy aceptando que mi mamá se encuentra muerta y el otro motivo es porque te están ignorando a ti, tú también perdiste a mi mami y soy consciente de lo mucho que te duele su partida. — A mí no me conocen, así que es natural que no me den las condolencias. Si te sientes cómoda aquí conmigo, pues quédate — ella le dio un beso en la cabeza —. Me hubiera gustado que nos encontráramos en otras circunstancias. Te extrañé, mi pequeña niña. — Yo también te extrañé, tía Zoé — ella lloró —. Ahora los papeles se han intercambiado y perdí a mamá, pero te gané a ti, me duele el corazón y solo quiero que ella se levante de ese ataúd para abrazarme como lo hacía cada noche. — Ella va a estar a tu lado aunque no puedas verla, sé que suena un poco trillado, pero si en algo llegué a conocer a tu madre fue en el amor incondicional que le tenía tanto a ti como a tus hermanas, eso es algo que ni siquiera la barrera que hay en ambos mundos puede separar; prometo abrazarte cada noche durante el tiempo que estemos juntas. — Tía Zoé — ella la miró con angustia — ¿Acaso nos vas a abandonar? Pensé que te ibas a quedar aquí y no regresarías a tu país. — Shhh, no es momento de hablar eso — Zoé colocó la cabeza de Sofía en su pecho — aquí me tienes y es lo que te tiene que importar en estos momentos. Sofía solamente quería estar con Zoé. Muchas personas llegaron a darle el pésame por la muerte de Alexandra, sin embargo, la pequeña niña se refugiaba en los brazos de su tía. Una mujer hizo presencia en el velorio y usaba una ropa muy poco adecuada. Un profundo escote en V con un vestido corto color n***o y con transparencias era lo que se le había ocurrido ponerse. — Leo, querido — ella fue directo donde el prometido de la difunta — lo siento mucho, sabes muy bien como quería a Alexandra y sé que esto te debe tener muy mal porque estaban a punto de casarse. — Gracias por tus condolencias — él se apartó de la mujer — si deseas por allá hay unos bocadillos para que comas, si me disculpas tengo que ver a Sofí. Zoé, que miró todo al igual que los presentes, resopló molesta por la falta de educación de la mujer que prácticamente restregó sus pechos en el cuerpo de Leo. Eso fue suficiente para que la antes mencionada la viera con desdén. — ¿Acaso hay algún problema contigo? — ella miró a Sofía en los brazos de Zoé — así que eres la criada, ve a traerme unos bocadillos en este momento. — Definitivamente, ahora comprendo por qué Alexandra no tenía amistades en el trabajo, si todos son como tú, ni siquiera yo quisiera involucrarme y saliera huyendo — ella secó una lágrima que se deslizaba antes — Sofía, cariño por favor sal un momento de aquí, no quiero que veas algo que no debes ver. — No te preocupes, tía Zoé — ella le sonrió —. Dile a esta bruja lo que le tengas que decir, ya la conozco y sé muy bien cuáles son sus intenciones. Es una hipócrita al decir que quería a mi mamá cuando la realidad es completamente diferente y le hacía la vida un infierno en el trabajo solo porque Leo no la escogió como su futura esposa. — Comprendo que ya sabes la situación, pero quiero mantenerte lejos de esto, hazme caso y ve afuera — ella le sonrió con comprensión —. Una vez que terminé lo que tengo de decir, aquí te voy a buscar. Sofía se levantó y salió de la capilla, pero se mantuvo algo cerca por petición de su tía. Zoé en ese momento se levantó de donde estaba y miró a la mujer que había llegado a dar el pésame a Leo. Sus ojos, que se encontraban rojos por las lágrimas, se tornaron sombríos. — El problema que yo tengo eres tú, vienes vestida al velorio de mi amiga con ese pedazo de trapo que llamas vestido y no solo le coqueteas a su prometido, sino que también eres tan hipócrita de primera categoría al decir que la querías mucho, si quieres cogerte a Leo es muy tu bronca, pero al menos trata de ser consciente del sitio en el que te encuentras para ofrecértele como un pavo navideño con las patas completamente abiertas, ¿Está bien así o lo quieres más claro? Te puedo explicar con peritas y manzanitas, si lo deseas, no me sorprendería saber que careces de materia gris. — Mayela — Leo habló —. Te presento a la mejor amiga de Alexandra, ella es Zoé y te sugiero que no la ofendas, ya que es muy importante para mi difunta prometida, por lo tanto, no voy a permitir que le hagas algo. — Sinceramente, puedo comprender por qué es amiga de Alexandra, ambas tienen el mismo carácter de los mil diablos — ella la miró con desprecio —. ¿Acaso estás celosa? Obviamente, Leo nunca se fijaría en ti, es decir, solo mírate, eres tan poca cosa y evidentemente no das la TALLA para que él ponga sus ojos en eso que llamas cuerpo. — Para tu advertencia, mi carácter es peor que el de Alexandra — Zoé se acercó a Mayela —. No me importa si te quieres acostar con Leo, pero no voy a permitir que vengas a comportarte de esta forma en el velorio de mi mejor y única amiga, ahora largo si no deseas que te saque a la fuerza de aquí. Mayela terminó siendo sacada a empujones del velorio. El último empujón que recibió fue capaz de lanzarla al lodo en el que miró con rabia a Zoé; a su supuesta agresora poco le importó que estuviera ahí y simplemente se dio la vuelta dejándola en ese sitio. — Sofí — Zoé llegó donde la niña estaba — ya es hora de irnos, probablemente estés cansada y yo estoy igual; además hay que ir a ver a tus hermanas. Zoé cargó a Sofía y se fueron a la capilla. Ya varios de los presentes se habían ido, así que el resto se fue en el momento en que vieron la hora. La pequeña se quedó dormida en el camino. Al llegar a la casa intentaron despertarla, pero fue imposible hacerlo. — No te preocupes — habló Zoé — la voy a cargar hasta dejarla en su cama y después me iré a un hotel a pasar la noche. Zoé salió del carro de Leo mientras cargaba a la niña, y una vez que la colocó en la cama, le dio un beso. Ella salió del cuarto y ahí miró a Leo. El pobre hombre se miraba exhausto por la larga jornada, además Zoé no se quedaba atrás. — Bueno, creo que es hora de irme — ella le sonrió a Leo —. ¿Puedes ser tan amable de decirme dónde puedo encontrar un hotel para quedarme en estos días? — Deja de decir tonterías que aquí hay espacio suficiente para que te quedes, la casa es enorme y mi mamá dispuso de un cuarto para ti. Ya Alexandra me había dicho que eras terca como mula y muy independiente, pero nunca pensé que lo fueras tanto. — Supongo que no se puede llegar a conocer a alguien completamente si estás a millas de distancia. No quería dar molestias y por eso decidí ir a un hotel, pero aterrizando un poco en la realidad es algo que no me puedo permitir, ya que no traje suficiente dinero. — Menos mal, ven que te voy a mostrar tu habitación — él permitió que Zoé fuera delante —. ¿Qué sucede? Vamos, camina delante. — Pero hombre, quiero que me digas cómo benditos voy a caminar delante si no sé adónde está mi habitación — ella sonrió por primera vez —, aunque agradezco la gentileza que tienes al dejarme pasar delante de ti. Leo sonrió al ver que Zoé tenía la razón. Él la llevó a su habitación, que de hecho se encontraba al lado de la que compartía con Alexandra. Una vez ahí, acomodó sus cosas y quedó sola, decidió salir a recibir el aire fresco de la madrugada y de la misma forma fue con el hombre que dormía en el otro lado. — Así que estás aquí — él sonrió —. No puedo dormir a pesar de que me encuentro cansado, ¿Esto es normal? — Sí, es bastante normal — Zoé sonrió con tristeza —. Te pones a pensar en todos los momentos que viviste con esa persona y es algo que no te permite conciliar el sueño. Ya una vez lo pasé y eso es una de las cosas que más duele. — Alexandra era una persona maravillosa — él sonrió —. Quería hacerla feliz por el resto de nuestras vidas, aunque suene muy cursi, pero eso era lo que deseaba, no sabía que el destino tenía planeado separarnos. — La hiciste feliz en el corto tiempo que estuvo contigo, créeme cuando te lo digo — Zoé sonrió — ella pudo conocer la verdadera felicidad antes de irse de este mundo y no tienes idea cómo te agradezco por eso, si hay algo que pueda hacer por ti no dudes en pedirlo porque lo haré sin dudarlo dos veces…
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