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Alejandro O'Neill

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Blurb

Un hombre destruido por los sentimientos, se jugará su última carta para recuperar a la mujer que ama y cree estar perdiendo por segunda vez: secuestrándola y obligándola a un matrimonio bajo engaño.

¿Podrá Alejandro O’Neill lograr enamorar a Camelia después de obligarla por segunda vez a sucumbir a sus deseos? ¿Podrá Camelia ver más allá de ese acto irracional y reconocer el amor de Alejandro O’Neill? ¿Perdonará Camelia tantas humillaciones e irrespeto a sus decisiones?

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Prólogo
Se dice que quien tiene dinero siempre tendrá poder, y hasta la última decisión sobre ciertas situaciones, objetos y si se quiere, sobre algunas personas. Alejandro O’Neill, un excéntrico millonario acostumbrado a tenerlo todo, haciéndose de su antojo cada vez que lo ha querido, con quién y dónde fuere, es un hombre que por naturaleza, y hasta por el exceso de atención de sus padres, en su andar por la vida jamás se había detenido en análisis racionales y, menos considerados, al momento de tomar cualquier empresa, e incluso la mujer que le apeteciera. Estas han sido la mayor debilidad para él. El deseo de poseer y controlar es su motivación. Siempre ha hecho gala de ser un don juan, toma cualquier mujer sin importarle el mañana, ni el daño que en su andar pudiera hacer. Entre sus víctimas, cayó Camelia, una mujer de talla baja, bonita dentro de las de su género y condición, desinteresada por las cosas materiales, amante de las bien hechas, soñadora, con deseos de comerse el mundo, y para el momento que la vida la puso en su camino, con una carga enorme a cuesta, de la cual Alejandro cuando vio la oportunidad no dudo en tomar provecho. Anhelante de lograr en su haber tener una mujer con su condición, cualquiera fuera el costo, se afanó tanto hasta lograrlo; la uso y la desechó cuando quiso, no sin antes pagar por lo que él estimo un servicio que duró solamente unas cuantas horas de una noche cualquiera para él —en ese entonces—, y que para Camelia fue el primero de los días que precedieron a una vida cambiante donde el destino le mostró los obstáculos que al conocerlo le tocaría afrontar. Creyendo haberse hecho del trofeo, Alejandro continuó con su vida del empresario multimillonario y playboy más codiciado. No se detuvo a considerar como pudo haber quedado esa extraña chica que por capricho usó para matar una curiosidad. A golpes se dio cuenta del cambio que dio su vida meses después de que Camelia saliera de ella, comenzó a padecer las respuestas que el destino le fue enviando en retaliación por su forma de proceder, hasta quitarle no solo al único m*****o consanguíneo de la estirpe O’Neill, la única mujer que realmente estaba al pendiente de su cuidado, su madre, Bianca O’Neill, sino que también se hizo consciente de su mayor fatalidad, permanecer solo en la vida sin un descendiente natural. No obstante su padecimiento, por obra de la única persona que realmente comprende su personalidad tan complicada, esto es, su abogado, amigo y mano derecha Manuel Andrés, descubre que no está tan solo, así como que también que no siempre estuvo impedido de procrear como creyó por meses, aunque rodeado de lujos, estuvo atormentado, rumiando en sus miserias. Descubrir que Camelia, la chica de talla baja que utilizó y desechó, fue la única que logró salvarlo de la oscuridad en la que se sumergió, le dio un respiro, una motivación diferente a su forma de verla; pero como no es raro en él, al verse ignorado, y sin posibilidad de hacerse de todo lo que se le antoja si no le es concedido, actúa a su manera, de ser posible busca arrebatarlo, tomarlo a la fuerza. Aunque aplicó su formula magistral, tal actitud no sirvió con Camelia, terminó hiriéndola y, por ende, alejándola, haciéndose consciente de sus sentimientos por ella solo cuando fue demasiado tarde. La había perdido, no en manos de otro hombre, sino por obra de sus abusos, mentiras y actuar prepotente. Por boca de la hija de ambos, años después, decide buscarla y es allí donde descubre la fuerza de su amor por Camelia y, en su imaginación cree que está vez tiene a un rival poderoso. Nada más y nada menos que un agente federal de investigación e inteligencia, representante de los organismos más poderosos de los Estados Unidos, un hombre con alto rango, con porte y el carisma que a él le faltó al conocerla. … —Figlia, amore mio, voy a celebrar una recepción en la casa de la playa en islas de San Pietro en honor a tus doce años de nacimiento —le digo al teléfono a Alessia. Cada vez que hablo con ella me relajo y olvido tantos problemas y obligaciones que me agobian en el día. Desde hace tres años espero cierta hora de la noche para llamarla evitando coincidir e interrumpir sus horas de estudio o su descanso. —Esta bien papi —escucho a Alessia responderme animada. Han pasado tres años desde la última vez que vi a Camelia, aunque no espero que me haya perdonado, guardo la esperanza de que acceda a compartir conmigo, entre conocidos si quiera por el lazo que nos une: Alessia. … Pasada una semana, finalmente llegó el día de la celebración. Desde ayer llegué a la isla con la intención de supervisar, con el apoyo de la esposa de Manuel, que todo quede a la altura de lo que se merece mi hija, no he descansado. La idea de saber que volveré a ver a Camelia después de tanto tiempo me lleva con una ansiedad que no me permite ni siquiera comer como se debe. Ayer y hoy apenas he probado ciertos bocados de comida, dejando prácticamente el plato intacto. Aquí me encuentro en la pista de aterrizaje privada que tengo en la isla, esperando descienda el helicóptero. El sonido de las hélices y el motor pareciera hacer eco en mi pecho, me siento nervioso como nunca antes. Cuando el aparatejo ese estuvo estable en tierra firme, corriendo me acerqué para abrir la puerta. Decir que de la decepción que me llevé, mi estado de ánimo cayó a unos cuantos metros más abajo del subsuelo, es poco para la sensación tremenda que se apoderó de mi cuerpo cuando al ver descender solo a Alessia, sentí de pronto. Como el niño que espera encontrar el regalo más anhelado, después de besar y abrazar a Alessia subí al interior del helicóptero buscando con la mirada a Camelia, confirmé su total y absoluta ausencia. —Amore, ¿Y tu mamá? —le pregunto a Alessia curioso. —No quiso venir —respondió sin dar mayor detalle. —Pero es tu madre, pensé que quería pasar este día contigo, nada le costaba venir —respondo negado a aceptar lo evidente. Volteo hacia donde está el piloto y en un acto impulsivo le digo. —Aborda nuevamente ese aparato y regrésate al aeropuerto, llamaré al piloto para que regrese a Venezuela a buscar a Camelia —le doy la orden. —Papá, estas loco, ¿qué piensas hacer? —escucho a Alessia decirme en tono de voz preocupada—, mamá no quiere verte. —Es tu cumpleaños, no admito que no esté contigo —le digo alentando al piloto a abordar. —Papá… —Alessia llama mi atención de una forma que me obligó a mirarla fijamente—, nosotros no vivimos en Venezuela. —¿Qué? ¿desde cuándo? ¿dónde viven? —le pregunto. —Hace un año nos mudamos a California, Estados Unidos —contesta titubeante. —¿Por qué no se me había informado al respecto? —le pregunto en tono de voz fuerte totalmente cerrado a la verdad, cuya respuesta es más que evidente. —Mi mamá no quiere que tu sepas, no te quiere en su vida, eso dijo —responde Alessia. … Esta es la dirección, pienso descendiendo del Mercedes Benz descapotable que alquilé en el aeropuerto. Observo alrededor, es una casa bastante grande para solo ellas dos. Abanico mi camisa, pues hace un calor infernal, pero es lo que menos me importa en este momento. Avanzo varios pasos hasta llegar a la entrada de la casa. Me quedo parado frente a la inmensa puerta de color gris plomo. Toco el timbre, me quedo a la espera de que me abran la puerta, y cuando ello sucede en frente a mí se presenta Camelia, verla después de tanto tiempo me dio un shock, pensé estaba preparado para verla, me equivoqué. —¿Tomaste tus cosas? —escucho la voz gruesa de un hombre en el interior de la casa y luego detrás de ella aparecer el dueño de ella, un hombre de más o menos mi estatura, rubio, de contextura fuerte, demasiado diría yo. El sujeto se detuvo de la impresión y se quedó observándome fijamente. —¿Qué haces aquí? —me pregunta Camelia sacándome de mi asombro. —Vine a visitarlas —respondo bajando la mirada para observarla a través de los lentes de sol que aun llevo puestos. —No eres bienvenido —suelta Camelia sin consideración. … —Ya no lo soporto, me va a enloquecer —me quejo con Nathan al teléfono—, este es el décimo ramo de rosas que me manda en tres días, ¿quién se cree? —Tal vez un hombre arrepentido —escucho me dice Nathan en su acostumbrado tono de voz serio al otro lado de la línea—, ¿me dices que ese es el papá de Alessia? —pregunta Nathan. —Así es, pero que va a estar arrepentido —le digo con rabia al sentirme acosada por Alejandro—, y en caso de estarlo, no puedo perdonarle todo el daño que me hizo. —Bueno, quítatelo de encima diciéndole que estas comprometida conmigo y problema solucionado —me sugiere Nathan en tranquilidad. —¿De verdad? —le pregunto confundida. —Hazlo, ese es el alto que necesita, ya verás que no te fastidiará más —afirma—, te hablo luego, tengo una reunión.

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