—¿Cómo me veo? —Nos pregunta Alessia a Cristina y a mí en su habitación. Fuimos temprano al aeropuerto a buscar a Cristina. Afortunadamente el vuelo llegó a las siete de la mañana, lo cual nos dio marguen de tiempo suficiente para organizar todo para el acto y la recepción, ya que me comprometí a llevar unos dulces típicos de mi país. «¡Quién me viera preparando dulces para un número considerable de personas!», Pensé cuando culminé esa tarea. Después que me ofrecí me arrepentí, pero ni modo retractarme, sino me echaría encima a Alessia y su constante recordatorio de haberla avergonzado con sus amigos. —Estás bella hija —Le digo caminando hasta su buró a buscar un obsequio que le compre hace días—, solo te falta esto. De una pequeña caja decorada con un lazo dorado saco una cadenita d

