El pelinegro le abrió la puerta del auto, y mientras se le abría le echaba un vistazo a esa gran mansión disfrazada de una cabaña. Ahí de vez en cuando hacían festines con muchas personalidades de la realeza de Europa debido a la excentricidad de esos jardines. —Esto parece el jardín del edén, y se nota bien solo este lugar —comentó el pelinegro mientras tomaba la mano de Angelica para ayudarla a salir del auto. —Si, hoy no hay sirvientes, vienen tres días por semana. Y… si, esto parece el jardín del edén. Según mi esposo, así le gustaba a su madre. Más allá en el fondo hay un jardín secreto con un gran árbol de flores rojas. Es muy hermoso—caminaban hacia la entrada de aquel suntuoso lugar—.Las flores caen como una alfombra en el suelo. Jean Paul siempre camina por ese lugar desnudo, c

