El pánico adormece mis sentidos dejándome a merced de la fuerza que ejerce sobre mí.
— Vamos a tomar un poquito de aire— susurra luego de tomar mi brazo y arrastrarme por un pasillo que se encuentra en el lateral del establecimiento.
El pequeño tramo se vuelve interminable, horriblemente asfixiante.
Cuando el aire exterior toca mis mejillas, comienzo a temblar con frenesí; por frío , por miedo.
Impune ante la soledad del callejón, alumbrado únicamente por una lamparilla titilante, empuja mi cuerpo contra la pared de ladrillos. Se acerca mostrando sus asquerosos dientes en una sínica sonrisa — Apuesto que también me extrañaste— jala de mi cabello obligándome a mirarlo a los ojos.
Pido auxilio pero sus enormes manos silencian el sonido al instante. Ruego con todo mi corazón que Marco me hubiese escuchado, no obstante las posibilidades son casi nulas.
— No aprendes la lección... no, no. Tienes que ser una chica buena— dice deslizando su mano libre por encima de mi pecho.
Las lágrimas llenan mis ojos, prefiero la muerte a sentir sus asquerosas manos nuevamente sobre mí.
—Dile a tu esposo que mi jefe no sigue órdenes de un idiota como él. Y que por ese atrevimiento suyo, ahora deberá pagar el doble. Sino....— toma de mi cuello con fuerza haciendo presión.
La puerta de metal chirrea cerca nuestro y me permito tener un ápice de esperanza.
—Suéltala imbécil— dice Jhan mientras carga con furia contra mi agresor. Le asesta un puñetazo mientras lanza todo tipo de insultos.
El hombre ríe mientras seca la sangre que chorrea de su boca y abre los brazos en signo de paz.
— Puedes quedártela, yo ya la probé y no tiene nada de especial.
Jhan le asesta otro golpe en el rostro pero esta vez con más fuerza; nunca antes lo había visto así de furioso.
—¡Detente!— le grito mientras sigo temblando contra la pared. Sé muy bien de lo que es capaz esta gente y no quiero que le hagan daño, no a él.
Levanta el dedo índice en dirección al sujeto en una amenaza silenciosa y éste decide marcharse luego de dedicarme una última mirada recordatoria.
Solo cuando Jhan me envuelve entre sus brazos, puedo volver a recuperar el control de mi cuerpo. El calor que emana de él
me llena, me tranquiliza.
Así, sobre su pecho, puedo sentir cómo late desbocado su corazón; una melodía que quisiera escuchar el resto de mi vida.
— ¿Te encuentras bien?— consulta levantando mi barbilla, obligándome a que lo mire.
— Si— respondo con el tono de voz más firme que encuentro.
— ¿Quién era ese hombre? ¿A qué se refería con que ya te había probado?— sus preguntas comienzan a sonar como reproche.
— Gracias — contesto endureciendo mis facciones. Jhan no podía saber nada de lo que me había ocurrido, ni la situación que me une a ese horrible sujeto— No debías arriesgarte de ese modo.
Camino unos pasos intentando abrir la puerta para volver a ingresar a la discoteca, sin embargo Jhan me alcanza y me gira para quedar frente a frente.
— ¿Piensas que te voy a dejar ir así?— sus ojos parecen obscurecerse.
— Es solo un idiota que se obsesionó conmigo ¿Entiendes?. No debes preocuparte, Marco tiene todo bajo control, te aseguro que no volverá a molestarme.
Siento que escuchar el nombre de su hermano de mis labios le produce una gran molestia.
—Marco... ¿Dónde está tu querido esposo en este momento?
—Trabajando— contesto con total sequedad. Necesito que la conversación termine antes de que mi cabeza y mi cuerpo ya no recuerden el comportamiento de Jhan en los últimos días.
—Ja—gruñe—nunca está cuando realmente lo necesitas.
Lo miro fijo a los ojos tratando de comprender a dónde quiere llegar con todo esto y descubro que es un error fatal del que ahora no puedo escapar.
— Nissa.. no me mires así— replica el mismo gesto que hizo cuando me pidió que no lo tocara.
— ¿Tanto asco te doy?— digo mientras lo empujo suavemente. Lo último que necesito en este momento es sentir su rechazo.
—¿Asco?— lucha conmigo para evitar que lo siga alejando. Sujeta mis antebrazos y me lleva hasta la pared.
Esta vez la sensación es tan, tan diferente.
— No siento asco... yo... yo te odio tanto— hace una pausa mientras sus labios quedan a centímetros de los míos.
Su perfume entra en todo mi sistema dándome una intensa satisfacción.
Nuestras respiraciones agitadas nos envuelven a los dos llevándonos al límite — Tú no puedes odiarme Jhan.
— Puedo. Lo hago— cierra los ojos para controlarse, pero su cuerpo lo traiciona pegándose aún más al mío— Lo prometí.
—También prometiste que siempre me amarías— le recuerdo
—Eso era antes de que lo eligieras a él— frunce el ceño inhalando profundo. Puedo sentir su dolor.
>
—No sabes lo que dices, nunca me permitiste explicarte.
—¡Hazlo ahora!— su tono de voz se eleva ante la petición.
— No puedo, ya no tiene sentido.
Toma mi rostro en sus manos acariciando mis labios con su pulgar — Cada vez que estoy cerca tuyo salgo herido.
— Entonces aléjate— espeto corriendo su mano— Vuelve con tu princesita.
— Claro que lo haré— se ve tan hermoso que me cuesta soportarlo.
— ¡Huye!— grito cuando me da la espalda, enojada de que aceptara sin dudar la oferta — Es lo que mejor sabes hacer.
— Eso no es lo que mejor sé hacer— vuelve sus pasos hacia mi acorralándome nuevamente.
—Pídelo— sus labios prácticamente rozan los míos. Es una orden llena de autoridad y ruego al mismo tiempo.
Me resisto todo lo que puedo, luchando con la fuerza invisible que me une a él... se hace tan difícil teniendo justo ahora lo que tanto deseé.
Sus manos se mueven de manera experta sobre mis muslos, generando que mi piel arda en cada lugar que toca. Y la tela de mi vestido se presta a su exquisito juego, subiendo y bajando ante su voluntad.
Un gemido involuntario se escapa de mi boca, cosa que termina de enloquecerlo.
Su respiración entrecortada delata que también es parte de su propia tortura; aprieta su cuerpo contra el mío haciéndome sentir su excitación.
—Pídelo Nissa— la voz ronca y la manera tan masculina en que lo dice, vuela todo rastro de cordura en mí.
— Por favor— suelto con el poco aire que encuentro en mis pulmones.
Su risita llena de satisfacción hace que abra los ojos abruptamente; su frente sigue aún en contacto con la mía.
Retocede para barrerme con la mirada de arriba a abajo — Hay que entrar, tu esposo y mi novia nos esperan.