Quedo suspendida en mis pensamientos durante un breve momento. Es la segunda vez que cierra su puerta en mi cara.
Mientras camino de regreso a la habitación de Marco, descubro que una nueva sensación invade mi estómago: furia.
Hasta ahora me había encargado de exonerar a Jhan de toda responsabilidad, de toda culpa. Sin embargo yo también sufrí; yo lo esperé con tantas ansias mientras él encontraba alguien nuevo a quien amar.
Había preparado su comida favorita, lo había buscado para entablar una conversación con él ¿Y qué fue lo que conseguí?.
Ni siquiera pudo soportar que lo tocara. Su expresión.. la manera en que cerró sus ojos.
— Aghhhh — entierro mi cabeza en la funda gris de la almohada.
El perfume que desprende hace que me aparte de inmediato; este no es mi cuarto, estas no son mis cosas. Es como si el odioso de Marco hubiese marcado todo su territorio. Cedo rendida ante el desánimo y la frustración.
Si no es un hermano, es el otro. ¿Quién me manda a meterme en la boca de los lobos?
La habitación es extrañamente acogedora; los tonos grises y blancos me arrullan. Busco detalles que delaten al villano cruel en el que se convirtió mi esposo, sin embargo no encuentro nada.
Sin fuerzas voy cayendo ante el sueño, acurrucada junto a las sábanas.
—Te gustará no te preocupes, terminarás pidiendo más.
Las risas se mezclan con el intenso dolor en mis muñecas, la piel se rasgó por el roce de las cuerdas.
Mis gritos los alienta en vez de frenarlos; decido irme lejos, abandonar mi propia piel>>
Despierto agitada y tosiendo como loca, todavía siento la sensación de sus manos en mi cuello. Estoy empapada, el cuerpo me tiembla y me duele el pecho.
—Tranquila, solo fue un mal sueño — escucho una voz pero todavía no logro identificarla.
Tengo la vista nublada, los sentidos entorpecidos y en mis oídos un pitido insoportable no deja de latir.
Sus manos toman mi rostro para que lo mire directo a los ojos —Tengo todo bajo control, nunca más volverán a molestarte ¿Entiendes?
Asiento todavía perdida entre lágrimas; creía que las crisis habían cesado al fin, no obstante me pregunto si alguna vez lo harán.
La respiración se normaliza y me percato de lo cerca que estoy de Marco, siento su respiración rebotando sobre mi piel, sus ojos verdes analizando mis movimientos. Lo alejo por inercia. Por vergüenza. Detesto ser vulnerable ante él.
Noto que mi gesto lo enfurece; la manera en la que cierra los puños me hace recordar a mi propia forma de canalizar los sentimientos.
— No sé cuántas veces debo repetirte que no todos somos tan estúpidos como tú. Sé hacer mi trabajo. Tu aprende a hacer el tuyo sin traerme complicaciones.
Se dirige al baño y cierra la puerta con cerrojo.
Aún a través del material grueso de las paredes puedo sentir su ira brotar hacia mí.
Observo fijamente la puerta blanquecina esperando ver su figura saliendo con furia en mi dirección. Cuando se enoja suele descargar toda su frustración conmigo. Es una bestia que por momentos sabe contenerse, pero luego termina dejando salir toda su maldad.
Un ruido fuerte y después una maldición. Algo se había roto... o él lo había..
Sale del baño con una toalla blanca alrededor de la mano y el torso al descubierto.
Me pongo de pie al instante que noto como el blanco se va tornando rojo; el corte debió ser profundo.
Abre y cierra los cajones sin obtener lo que desea.
Doy unos pasos hasta donde está y desde esta perspectiva puedo ver el espejo del baño partido en el centro. Le dio un puñetazo, estoy segura.
—No me mires así — Su voz grave me asusta, parece una amenaza con promesa y no quiero averiguar a dónde lleva desafiarlo.
Está perdiendo mucha sangre; no debería importarme, meterme solo me traería problemas...
—Deja que te ayude — odio cuando mi voz no tiene la firmeza que debería.
Levanta la vista y se acerca lentamente hacia mi, intento retroceder pero choco con el borde de la inmensa cama.
— ¿Quieres ayudarme? Entonces piérdete.
Su pecho sube y baja tan deprisa como sus palabras.
Por eso no debo tener compasión de alguien como él; es un manipulador innato, sabe a la perfección como dominarte, como llevarte justo hasta donde desea para acabar pisoteándote.
Trago y resoplo por la nariz ¿Cuántas más humillaciones debo soportar?
Si no te necesitara...
Al final de cuenta le hago caso por mi propio bien, me dirijo al parque para superar todo aquel episodio. Froto mis brazos porque la temperatura afuera descendió mucho y en el apuro no me percaté de tomar mi abrigo.
Recorriendo el camino noto cuánto extrañaba caminar en medio de la naturaleza, escuchar el canto de las hojas al danzar en las ramas junto con el viento.
No hay pastilla que pueda darme la paz que me da este lugar.
Acomodo unas rocas en línea con el camino; podría pasar todo el día observando las aves revolotear sobre los arbolillos... podría pintar...
Unas voces interrumpen mi sonrisa poniéndome en alerta. Me dirijo en pos de donde provienen en lugar de alejarme.
Lo hago porque imagino de quiénes se trata y mi corazón, que es tan masoquista, necesita comprobarlo.
De todos los lugares en el mundo, la glorieta es donde Jhan eligió pasar el rato con Nirvana. Un lugar al que no pude pisar desde su partida por lo que representaba. Un lugar que era nuestro y que con tanta facilidad se lo entregó a ella.
El deseo de matarlo repta por cada célula de mi ser enloqueciéndome. Incapaz de avanzar, permanezco inmóvil sin dar crédito a la escena que se da frente a mí
Jhan gira su rostro en dirección a donde me encuentro y puedo sentir como disfruta que lo haya descubierto. Como si el destino jugara a su favor, se crea la oportunidad perfecta para dar su estocada final.
Empuja a Nirvana contra una de las columnas y comienza a besarla con una intensidad difícil de tolerar. Sus labios se mueven con avidez y experiencia, haciéndome arder en cólera.
Con la vista fija en mí, le recorre el cuerpo, mientras pega el suyo con mayor firmeza al de ella.
Me dedica una sonrisita de satisfacción antes de lamerle los labios con una lentitud desesperante.
Sé lo que trata de decirme: así te lo hacía a ti en este mismo lugar.
Debería odiarlo por esto, debería desterrarlo para siempre de mi mente y...
Su obscura mirada clavada en la mía me está sacando de mis estribos; la toca a ella pero me lo hace a mí, aún en la distancia puedo sentirlo, es una provocación. La peor de todas.