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1311 Words
Veo a la hermosa mujer que me devuelve la mirada a través del espejo y los ojos se me llenan de lágrimas. Estoy enfundada en un vestido realmente hermoso y con el que muchas mujeres soñarían. Es de encaje y seda, sin mangas, pero con un detalle muy hermoso en los hombros, la espalda descubierta y una no tan larga cola. Tengo el cabello recogido hacia un lado y una diadema de diamantes brilla sobre el. Mi maquillaje fue sencillo, resaltando más que todo mis ojos y he no tienen una pizca de brillo.  Ya pasó una semana desde que mi padre me dijo que debía casarme. Durante estos me encerré por completo en mi apartamento, no quise hablar con nadie más que con Megan para arreglar todo antes de que llegué el hombre que ocupara mi lugar en la empresa.  Mi madre y la de Baltazar se encargaron de la boda que se llevará a cabo en unos minutos.  Bajo la mirada hasta el anillo de compromiso que me dio ese imbécil. Debo admitir que es realmente hermoso, su joya principal es un diamante n***o, rodeado de pequeños diamantes más pequeños normales.  Escuchó que tocan la puerta y un instante después entra mi padre por ella.  - ¿Qué haces aquí? – preguntó viéndolo a través del espejo.  - Vine a ver si ya estabas lista – dice acercándose a mí.  - Este o no lista igual debo hacerlo – lo fulmino con la mirada.  - Lo siento hija, pero en ese momento no tenía opción – dice y yo me vuelvo a verlo.   - Siempre la hay – respondo, pero él me aparta la mirada.  - En ese momento no la había – dice observándome.  - Explícame    - Hace seis años estuvimos al borde de la quiebra, tú eras muy joven para entenderlo – lo veo tomar aire – la única opción que había era que Baltazar me hiciera un préstamo por una gran suma de dinero, pero él no solo me dio el dinero, sino que triplicó la cifra... - ¡¿ME VENDISTE?!! – preguntó furiosa y muy dolida por lo que estoy escuchando.  - Hija escúchame – pide mi padre mientras yo trato de que las lágrimas no salgan de mis ojos – era la única opción.  - No quiero volver a saber de ti, para mi moriste el día de hoy – sin más salgo de la habitación rumbo a donde se llevará a cabo la boda.  Cuando llegó a la puerta para salir al jardín me detengo un momento para tomar aire y reponerme a lo que será mi vida en el momento en que atraviese esa puerta. Veo a mi padre llegar a mi lado y ofrecerme su brazo.  - No quiero que me entregues en el altar ni que vuelvas a acercarte a mí – digo justo en el momento que comienza a sonar la música anunciando mi entrada.  Comienzo a caminar por el pasillo y al levantar la mirada me encuentro con los impresionantes ojos azules de Baltazar, estos son muy extraños, tiene heterocromia parcial en los dos ojos. Baltazar es un hombre impresionante, su belleza es nata, su masculinidad es arrebatadora. El día de hoy está enfundado en un traje n***o que le ajusta como un guante a su espectacular cuerpo.  Baltazar me observa y con la mirada me pregunta qué pasa, pero desvío la mirada hacia donde se encuentra mi madre que me lanza una mirada asesina cuando mi padre llega junto a ella, ya que los demás invitados comienzan a murmurar.  Llegó hasta el altar junto a Baltazar quien me toma de la mano mientras me observa con preocupación, pero decido ignorarlo y me vuelvo a ver al sacerdote.  Cuando la ceremonia inicia me pierdo en mis pensamientos. ¿Cómo pudieron mis padres tratarme como un objeto? Me siento humillada y denigrada, por haber sido vendida al mejor postor, siento unas enormes ganas de llorar, pero las contengo.  Siento un fuerte apretón en mi mano el cual me hace reaccionar. Observó a Baltazar quien me observa molesto.  - Señorita Allen – me llama el sacerdote. - ¿Qué decía? – preguntó al hombre frente a mí. - Anelis Allen, acepta como esposo al señor Baltazar Rochester, para amarlo, respetarlo, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? – siento que el aire abandona mis pulmones al oír esas palabras. Paso saliva justo en el momento que mis ojos se llenan de lágrimas. - Acepto – digo casi en un susurro mientras deslizo el anillo que Baltazar me dio por su dedo. Me doy cuenta de que, Baltazar ya dijo sus votos y deslizó la argolla en mi dedo junto al anillo de compromiso. - Por el poder que me es conferido, yo los declaró marido y mujer – declara el sacerdote – puede besar a la novia. – con esas palabras sella mi destino.  Baltazar me toma de la cintura y me pega a su cuerpo, lentamente posa sus labios sobre los míos. Los mueve de forma pausada pero no me muevo. Se aleja de mi suavemente mirándome a los ojos.  - Lograre que te enamores de mi – dice acariciando mi rostro con delicadeza.  - Eso jamás pasará – respondo retándolo con la mirada – eres la persona que más odio en el mundo.  - Ódiame o ámame, ambas están a mi favor – dice sonriendo – si me odias siempre estaré en tu mente y si me amas siempre estaré en tu corazón, pero sin importar cual decidas siempre estaré a tu lado y en tu vida. – vuelve a besarme con delicadeza.  El resto de la noche solo sonrío, nos felicitan por nuestro matrimonio, pero yo ya quiero que esta farsa termine. Seguimos el protocolo, bailamos, posamos para las fotos, cortamos el pastel entre otras cosas.  En un momento dado me siento muy agobiada así que decido alejarme de la fiesta. Camino por el jardín hasta estar completamente sola o eso creo. Cuando escucho la voz de mi madre.  - ¿Qué une haces aquí? – pregunta mirándome con frialdad.  - Nada que te importe – le respondo sin volverme a verla. De repente siento que me toma fuertemente del brazo y hace que la vea.  - Mas te vale complacer a tu esposo – advierte molesta – no quiero pasar necesidades o vergüenzas por tu culpa, lo único que debes hacer es abrirte de piernas y ya.  - ¿Qué clase de madre eres? – preguntó con lágrimas en los ojos dolida de sus palabras.  - Una que se preocupa por nuestro bienestar – responde ella mordaz. - Al parecer yo no entro en tu lista – digo con las lágrimas bajando de mis ojos.  Veo que levanta su mano dispuesta a cachetearme, pero la voz de Baltazar la detiene.  - Si la tocas Marian, juro que haré que te arrepientas el resto de tu vida – dice furioso.  - No tienes velas en este entierro Baltazar – responde mi madre observándome. – además me estaba faltando al respeto.  - Tú la trataste como a una puta y es algo que ni a usted ni a nadie voy a permitirle – responde él poniéndose a mi lado y pegándome a su cuerpo. – Que sea la primera y última vez que le faltan al respeto, recuerda que por ella aún llevas la vida que tienes y que para mí sería demasiado fácil quitártela – veo a mi madre palidecer ante las palabras de Baltazar, sin decir nada se da la vuelta para irse dejándonos solos.  - Quiero irme – pido y él asiente con la cabeza.  - Vamos – dice, pero pone su mano en mi rostro para que lo vea a los ojos – jamás permitiré que nadie te haga daño.  
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