El pitido de mi iPhone retumbó en la habitación y mis ojos se abrieron súbitamente.
―¿Sí? ―grazné con la voz rasposa al coger el móvil.
―¡Me pierdo una entrega de premios y consigues novio! ¡Increíble, Liv! Por Dios, cuéntame todos los detalles ―chilló con euforia Mimi, mi única y mejor amiga.
Indudablemente era ella, podía reconocer su timbre de voz en cualquier lugar a cualquier hora. Incluso a… ¿las siete de la mañana?, dudé mirando el reloj. Millones de imágenes de la noche anterior se arremolinaron en mi mente volviéndome a la extensa y aburrida entrega de premios después de mi torpe caída, y me fregué los ojos.
―¿Novio? ―dudé haciendo hincapié en una de sus palabras.
―No te hagas la desentendida conmigo, Diva ―bromeó.
Pero no capté la broma. Mimi, como yo apodaba a Mia, solía decirme Diva para enfatizar mi reciente y creciente fama.
―Mimi, ¿de qué hablas? ―quise saber.
―De ti y el caliente chico con el que sales en la portada de todas las revistas ―resumió. Mi ceño se arrugó―. Cuéntame de él. ¿Cómo se llama? ―insistió.
―Mimi…
―¿Cuántos años tiene?
―Mimi, yo…
―Dime que tiene un hermano gemelo o algo así ―prosiguió sin dejarme hablar.
―¡Mimi! ―exclamé silenciándola―. No sé de qué me estás hablando, ¿podrías comenzar por el principio? ―pedí estirándome sobre la cama.
―La entrega de premios de anoche. Tú y el chico coqueteando. Tu sonrisa de enamorada ―condensó en cortas oraciones.
―No coqueteé con nadie ―dije bostezando y sin lograr reunir la información que Mia me daba.
―Claro que lo hiciste. La foto lo muestra claramente, ¿la has visto siquiera? ―indagó.
―Oh, uhm, no ―susurré en un bostezo―. ¿Dónde puedo ver la supuesta foto? ―dije en tono condescendiente.
―En todo internet, querida amiga. La foto es como un virus, se propaga sin fin. En cualquier foro que busques, en cada página de rumores que abras, en cada tuit que leas, se está hablando sobre ti y el chico misterioso.
―Espera… ¿chico misterioso? ―dudé.
―¡Ay, googlea tu nombre por favor! ―exclamó con exaspero.
Entonces me senté en mi cama y cogí mi portátil, recolectando en orden cronológico los hechos en mi cabeza, hasta dar con el rompecabezas completo. Al mismo tiempo, fui testigo de cómo una única foto se repetía a lo largo de todo el buscador de Google ante mi nombre.
Allí estaba el chico altanero y yo.
Cliqueé la foto para verla de cerca y mi corazón dio un brinco. No solamente estábamos ambos muy cerca ―demasiado cerca, hecho que no recordaba con tanta claridad― sino que él estaba de espaldas y solo se veía mi rostro sonriéndole gigantescamente mientras mi mano alzada sostenía su rostro. Y aunque me gustaría que lo fuese, no era una imagen alterada. Recordaba perfectamente el haberle sonreído ladinamente para enfatizar mi burla y también haberle dado una palmadita en la mejilla para hacerlo sentir inferior… pero sacada de contexto, sin diálogos, ni antes o después, la imagen solo mostraba mi expresión con una sonrisa de «enamorada» y mi mano en gesto «romántico».
―Mierda ―gruñí en voz baja llevando una mano a mi boca.
¿Cómo diablos había ocurrido eso? Sabía que las revistas de cotilleos eran especialistas en distorsionar fotos, gestos, incluso diálogos, pero… ¿esto? No podía suceder. Era una enorme confusión. Una situación descabellada.
―Liv, ¿estás ahí? ―oí de lejos la voz de Mia proviniendo del móvil.
Lo cogí, llevándolo a mi oreja, y carraspeé.
―E-e-estoy ―apenas pude decir.
―¿Y? Sigo esperando una aclaración ―instó.
―Mi casa. Ahora ―dije escuetamente antes de cortar.
Sabía que en menos de media hora ella estaría en mi casa, sin embargo, no podía esperarla para cliquear en todas y cada una de las más populares páginas donde aparecía la fotografía.
Olive Cameron al estrellato… y al amor
Sin duda alguna, el protagonismo de la noche pasada en los PNGZ se lo llevó la joven y creciente actriz, a quien se la vio radiante al ser ganadora del premio Artista del año. Olive se mostró sonriente como siempre y momentos después de su gloria fue vista con un joven que parecía ser cercano a ella. Al parecer el estrellato y el romance pueden ir de la mano para la distinguida y reconocida actriz de Guerra en el cielo.
Distraída y enamorada, la protagonista de la nueva película de Patrick Cameron
Anoche, en los Premios a las Nuevas Generaciones de Zendar, se vio a Olive Cameron protagonizar dos escenas icónicas que quedaron atrapados por los paparazzi. En un primer momento, la prometedora actriz de diecisiete años tuvo un pequeño inconveniente a la hora de subir al palco a recibir su premio como Artista del año, terminando en el suelo y luciendo perdida, mientras que durante toda la entrega de premios se la vio ensimismada. Y para rematar, y quizá aclarar el porqué de su distracción, a quien será protagonista de la nueva película de Patrick Cameron, se la vio demasiado cercana a un joven con el cual se encontró a escondidas luego de haber recibido su premio.
Olive y el chico misterioso, un romance que promete
Fuentes cercanas al prestigioso actor de películas épicas, director cinematográfico actualmente y representante de la creciente fama de su hija, Olive Cameron, dicen que la joven se ha estado reuniendo repetidas veces con un ―como vemos en la foto― musculoso chico que la hace suspirar día y noche. Si bien no hay confirmación del romance, la sonrisa en el rostro de Olive sugiere que este amor será duradero.
Olive Cameron: ¿amor a primera vista?
Desde que Olive saltó a la fama nos tiene acostumbrados a su radiante sonrisa y su humor sin igual. Sin embargo, en la entrega de premios de la pasada noche, a la joven se la notó tensa y más seria que nunca. «Ella lucía nerviosa y atemorizada» afirmó una fuente cercana a la hija de Patrick Cameron. Momentos después, se la fotografió en una escena de flirteo con un joven al que, para disgusto de muchos fanes, no se le vio la cara. Muchos creen que el supuesto romance viene de hace tiempo, pero cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿No habrá sido un simple encontronazo? ¿Se está viendo más de lo que en realidad es? ¿No será una de los romances armados para cámara que se ideó para exaltar la figura de Olive?
―Prensa ―gruñí a modo de insulto.
¿Cómo era posible que durante mis horas de sueño se pudiese inventar tantos tipos de realidades disparatadas acerca de mí?
Indignada, y con mis dientes apretados, seguí leyendo cada artículo que aparecía publicado en Internet. Cuál de todos más sorprendente, me dije al leer uno en el que se afirmaba la aproximación de un futuro compromiso. Jesús, ¡solo tenía diecisiete años!
La puerta de mi habitación se abrió estrepitosamente y me giré en el momento exacto para ver entrar a una chica alta, delgada y con rasgos asiáticos. Ella me sonrió mientras corría a abrazarme. La recibí con los brazos abiertos.
―¡Mimi! ―suspiré sintiéndome aliviada con solo verla allí.
―¡No he podido dejar de ver la foto desde que desperté! Es que… guau ―exclamó como si estuviese recuperando oxígeno―. ¿Cómo lo conociste? ¿Por qué no me contaste de él anoche? ¿Te dio su número de móvil, cierto? ¿Cuándo se juntarán otra vez? ¿Les gustaría que yo…?
―Shh, cálmate, ¿quieres? ―le pedí sonriendo y alzando mis manos a los lados. Ella asintió―. Si me dejas hablar te lo explicaré ―añadí.
Ella asintió con énfasis por segunda vez.
Sabía que Mia había ido a mi casa lo más rápido posible para saber la verdad de mi boca; su pasatiempo favorito era chismear acerca de mi vida. Sí, como amiga, pero principalmente como «fan» ya que, según ella, me conocía y amaba tanto que podía considerarse mi fan número uno. Así que tomé una respiración profunda y pasé a narrarle la noche completa, momento a momento, sin saltarme ningún detalle. Una vez que hube acabado, su rostro se torció en una mueca insatisfecha.
―¿Entonces no hay amor entre el chico misterioso y tú? ―se quejó.
―Claro que no ―vacilé sorprendida por su expresión.
Ella bufó.
―Pensé que esta vez me dirías que estabas enamorada. ¡Y no! ―susurró cruzándose de brazos con un bufido, aún sentada sobre mi cama. Sonrió de lado al verme fruncir el ceño―. Está bien si no lo estás, pero… me había entusiasmado ―agregó con una ligera risa.
―Mimi, sabes que cuando esté enamorada serás la primer en enterarte, ¿no?
―Sí, lo sé.
―Entonces no desesperes ―le dije con diversión.
Su cabeza se balanceó durante algunos segundos.
―¿Sabes que el rumor de tu romance ya llegó a todo el mundo? ―indagó con renovado ánimo, asentí con un pequeño estremecimiento―. ¿Y sabes que eres la adolescente de la que todos quieren saber más, cierto? ―reformuló. Asentí otra vez y advertí que tal cuestionario tenía una dirección que Mimi aún no me confesaba―. Y sabes que todos los medios de comunicación querrán tener una entrevista contigo. ¿Lo sabes, no? ―Tragué en seco antes de decir un escaso «sí»―. Entonces…
―¿Entonces qué? ―dudé.
―¡Olive Shrader Cameron! ―exclamó con voz aguda, como cada vez que se emocionaba―. Eso significa que la revista Stars podría estar interesada en entrevistarte. ¿Lo imaginas? Sería increíble. ¡Oh, dios mío! Lloraré ―siguió chillando y agitando sus manos como una pequeña y revoltosa fan.
Pero lo cierto es que en ese momento, si no fuese porque el hecho de que el romance era totalmente falso, también hubiese estado gritando y saltando alrededor de mi cama, entre las azules paredes de mi dormitorio.
Desde que éramos niñas, Mia y yo habíamos soñado con ser entrevistadas por nuestra revista preferida de todos los tiempos: Stars. Su producción era comparable con la de los Rolling Stone y se vendía casi tanto como The New York Times.
Mis ojos picaron de emoción. ¿Y si fuera cierto, si Stars quisiera entrevistarme?
Un golpe en la puerta de mi habitación me hizo parpadear y silenció el reciente alboroto de Mimi.
―¿Puedo pasar?
La voz de mi mamá se oyó tenue al otro lado.
―Sí, adelante ―dije en respuesta.
Segundo después apareció mi mamá con su melena rubia y en bucles, sonriéndome con afecto. Ella era mi Tierra, siempre se lo decía. A pesar de mi actual fama, ella lograba que mis pies no salieran volando entre nubes de egoísmo. Me sostenía firme a mí misma, a mis creencias y sobre todo a mis seres queridos (hecho por el cual a veces discutía con mi papá). Él, al contrario de Stella, mi mamá, quería que yo me mantuviese lista y sonriente para cada cámara, cada paparazzi y cada fan. Quería que yo vendiese la dulce y simpática chica que era, pero que no siempre estaba de humor para interpretar.
―Bueno, bueno… ¿qué tenemos aquí? ¿Una niña enamorada? ―indagó.
Mimi y yo reímos a la par.
―Mamá, no ―reproché―. ¿Ya viste la foto? ―siseé. Ella asintió―. Solo fue un mal entendido.
―Esa mano y esa sonrisa parecen muy creíbles ―masculló alzando una ceja.
―Pero no lo son. En realidad, es todo lo contrario ―siseé cubriendo con mis manos mi gesto de impotencia.
―A ver, explícame ―instó ella dándome un apretón de mano mientras se sentaba a mi lado.
―Aquí va otra vez la misma historia ―susurró Mimi como si fuera la voz en off de una obra de teatro.
A continuación, expliqué no tan detalladamente como a mi amiga, el cómo había sucedido ese mal entendido. Mamá pareció dudar al principio, pero a medida que mi expresión pasaba de frustrada a más molesta que antes, ella pareció captar la realidad.
―Y yo que pensé que mi niña había encontrado el amor ―masculló dándole un suave apretón a mi mejilla―. Me había entusiasmado tanto… ―alargó con media sonrisa.
―¡Mamá! ―resoplé.
―Dije lo mismo ―se justificó Mimi abrazándome de lado―. Tú con novio sería la noticia del año. Y sin dudas, la ocasión perfecta para crear publicidad a Verdad o mentira ―acotó agitando sus manos al aire para dar énfasis a sus palabras.
―¡Estás hablando igual que mi papá, Mia! ―dije escrutándola con la mirada―. Solo él usaría un mal entendido para crear publicidad.
En ese instante, mi iPhone cobró protagonismo al sonar junto a mi almohada. Como si hubiésemos sincronizado nuestros tiempos y reacciones, tanto mi mamá como Mimi y yo sacudimos la cabeza.
―Debe ser tu padre ―siseó mi mamá.
Y como lo habíamos supuesto, efectivamente fue él. Cogí el móvil y lo puse en altavoz.
―Cariño, ¿cómo estás? ―preguntó apenas respondí.
Miré el reloj. Eran pasadas las ocho de la mañana, a esa hora seguramente ya estaba en el trabajo asegurándose de mi futuro como actriz y ultimando los detalles para la próxima película.
―Hola papá ―saludé sin responder a su pregunta―. Si lo que quieres saber es la verdad sobre el rumor, entonces ahórrate la pregunta ―añadí previendo cuál era el motivo de su llamada.
―¿No estás saliendo con el chico misterioso? ―dudó con, al parecer, decepción.
En serio podría haberse ahorrado la pregunta, pensé.
―Nop.
A la escueta negativa de mi parte, le siguió la risa de las dos mujeres a mi lado. Sí, a veces mi mamá parecía más una amiga burlesca que una madre comprensiva. Entrecerré los ojos hacia ellas.
―Eso no me lo esperaba ―lo oí decir.
―¿Qué? ¿Por qué? ―dije desentendida.
―No hice más que entrar a la oficina y empezaron a llegar llamadas. Muchas de ellas pidiendo la exclusiva de tu confirmación de noviazgo. Ellen DeGeneres y Jimmy Fallon, entre otros, están muy interesados en tenerte en su programa ―susurró en tono cómplice. Mi garganta se secó―. ¿Sabes que este romance podría ser la puerta del éxito para Verdad o mentira, cierto?
Rodé los ojos al mismo tiempo que Mimi se señalaba a sí misma con orgullo. Ella y su forma de pensar tan parecida a mi padre.
―No hay romance ―siseé torciendo los labios al decir la última palabra.
―Podría haberlo ―dijo a modo de respuesta.
Entonces no alcancé a preguntar qué significaba su insinuación cuando mi mamá me quitó el móvil de la mano, sacó el altavoz y comenzó a discutir con mi padre mientras salía de la habitación.
―¡Perfecto! Ahora además de tener un supuesto novio, mis padres discuten por ello ―dije con sarcasmo.
Mimi ladeó la cabeza y apretó los labios.
―Es importante para tu papá que Verdad o mentira sea un éxito ―apenas dijo.
Ante la mención de la nueva película dirigida por mi padre y protagonizada por mí, mi cabeza comenzó a latir. Las grabaciones comenzarían en menos de un mes, el guion ya estaba en mi mano, incluso había conocido personalmente a mi sexi compañero de elenco y de amor en ficción, Richard Duff. O como él prefería que le dijesen: Ricky.
Suspiré al llegar a la conclusión de que mi supuesto romance podría incidir bruscamente, para bien o para mal, sobre la futura película.
―Lo sé, Mimi. Solo que… ya sabes la verdad: no tengo nada con el chico misterioso. ¡Ni siquiera sé quién es y ya dio vuelta mi vida! ―me quejé llevando las manos a mi rostro.
―Podríamos averiguar quién es ―insinuó. La miré de hito en hito―. Ya sabes, la lista de quienes van a los PNGZ no es larga y debe estar por escrito en algún lado, ¿no crees?
―Tienes razón ―dije con una sonrisa asomando en mi expresión antes tensa―. Lo encontraré y le pediré que desmienta el romance.
―Pero yo no lo decía para eso, yo…
―¡Sí! Lo haré enfrentarse a las cámaras para que aclare todo ―proseguí.
―Liv, lo que quise decir es que…
―Si fue tan astuto para rebajarme, entonces que se haga cargo de lo que causó. ¿Imaginas su rostro cuando se encuentre frente a los reporteros? ―seguí fabulando, creando diversos escenarios en mi mente donde lo veía enrojecer de la vergüenza.
―¡Oye, Diva! ―exclamó mi amiga sacudiendo su mano delante de mí―. Estás siendo desconsiderada con esa idea maquiavélica. Lo único que él hizo fue preguntar quién eras, no todo el mundo sabe de ti, Señorita Ombligo del Mundo.
Al escuchar a Mimi, mis pies bajaron repentinamente de la nube fantasiosa en que había estado volando. Definitivamente, ella era otro de mis cables a tierra. Si no fuese por su amistad incondicional, yo estaría creyéndome que era «la única botella de agua en el desierto», tal como ella solía decirme.
―Tienes razón ―vacilé haciendo una mueca.
Sonreí cuando sus pequeños ojos orientales se estrecharon con diversión.
―Bien. Por un momento pensé que ya te habías convertido en una Diva engreída. ―Arqueé mis cejas―. ¿Qué? Estabas actuando como tal ―se defendió.
―Quizá, pero sabes que esto de la fama es nuevo para mí.
―Hace dos años que eres foco de atención para los paparazzi ―contrapuso.
―De acuerdo, pero aun así es difícil ―aseveré.
―Dímelo a mí. Soy amiga de una celebridad ―contraatacó con una sonrisa sincera.
Nos reímos, pero entonces Mimi cambió su mueca y de un segundo a otro juntó las manos debajo de su mentón e inhaló.
―¡Alto ahí! Cualquiera sea la idea que acaba de pasar por tu cabeza puedes ir olvidándola ―le corté con rapidez.
Ella era una chica de raíces asiáticas muy soñadora. Extremadamente soñadora. Solía pasar horas ideando planes, imaginando vaya a saber qué y aconsejando debido a sus profundas introspecciones. Y yo sabía en qué momento exacto una idea loca caía a su cabeza. Sí, cuando sus manos se juntaban debajo de su mentón.
―Me conoces bien, ¿eh? ―rió cortamente.
―Desde los cinco años, Mia Osment ―le devolví con fingida soberbia.
―Yo solo estaba pensando que tal vez, solo tal vez, podrías contactar con el chico misterioso y pedirle disculpas por haberlo tratado de la manera en que lo hiciste. Y entonces quizá, no sé, podría incendiarse la llama del amor, ¿eh? Porque admítelo, hubo cierta chispa cuando le sonreíste anoche.
―Mia… ―empecé a cabecear.
―Vi la foto, esa sonrisa tuya fue especial ―siseó en tono meloso.
―¡Oh, por todos los cielos! Lo que me faltaba, tú haciendo de Cupido ―murmuré por lo bajo―. ¡Por favor, Mimi! Ese chico no es mi tipo. Es más, si lo busco, lo haré solo para pedirle que desmienta el romance ―completé.
La sonrisa de Mimi fue condescendiente y a la vez curiosa.
―¿Estás diciendo que lo buscarás? ―indagó al darse cuenta de mis palabras.
―Bueno, sí. Yo creo que…
―¡Sí, sí, sí! Lo buscarás ―dijo dando un brinco y sacudiendo sus manos tal como una porrista.
―Dije que solo para…
―Para hacerlo desmentir el romance, claro ―se burló con ironía.
―Solo para eso ―enfaticé con mayor determinación.
―Como digas, Diva. Te ayudaré ―agregó con un guiño, y antes de que supiese qué estaba haciendo, cogió mi portátil y rápidamente googleó mi nombre.
Seguramente, una de sus locas ideas acababa de tomar el lugar de su conciencia.