Ten cuidado con ella.

  Cuando la conocí, era una enana de diecisiete años. Creo. No me interesaba mucho, la verdad. Era sólo una niña. Soy mayor por casi cuatro años. Y cuando me di cuenta de mis sentimientos me sentí horrible. Sabía que estaba mal, pero no podía detenerme. Ella era la niñera de mis sobrinos, la mejor amiga de mi cuñada.  Y yo solía ser un mujeriego que andaba con cuanta chica se me cruzara por delante. Pero cuando Carolyn cumplió veinte ya no podía siquiera disimular lo que me estaba pasando. Así que tuve que hacerle frente a mis sentimientos. Y a pesar de que la conozco desde siempre, y que una parte de mí siempre lo supo, no fue sino hasta  este momento en que me di cuenta, que tenía que tener cuidado con ella, porque iba a ser mi perdición. Fue en la boda de mi hermano, cuando esto explotó. Mis sentimientos se desbordaron y no supe cómo reaccionar. Carolyn desde siempre tuvo la personalidad más impactante que conocí en mi vida. Era una niña alta pero escuálida que siempre usaba una coleta alta o un nudo desparramado que parecía nido de pájaros pero que la hacía ver de lo más tierna. Sus jeans rotos hasta por donde no debía, sus camisetas gigantes que incluso yo podría usar si quisiera, y su marca registrada. Un auricular en su oído y un libro en la mano. Hasta el día de hoy no logro entender cómo hace esa mujer para caminar mientras lee. No se choca a la gente. No se equivoca de bus cuando debe ir a algún lado, no se pierde los momentos claves en las conversaciones. Sinceramente, no hay explicación lógica. Pero esta vez, en la boda de su mejor amiga Julia y Mi hermano Aaron, no habían jeans, ni camisetas rotas, ni libros o auriculares. Es verdad que mucho antes la había visto incluso con poca ropa a punto de entrar a la piscina, pero la ropa que trae puesta ahora me hace temblar las piernas. Su vestido ceñido a la cintura, con un lindo escote y mangas cortas de encaje. Su falda larga y amplia que se mecía con el viento. Su cabello recogido y n***o como la noche brillando en la iglesia y dejando ver su esbelto cuello mientras se para detrás de los novios. Entonces el cura dice cosas que no escucho, y ella de repente grita. Así sin más. -Que se atreva a volar una mosca... ¡¡que se atreva!!- Mientras mira a todas las personas ahí que la miran como si estuviera loca. Y yo sólo sonrío. Después mi hermano Mr. Musculito dice una tontería romántica de esos libros que lee y ella nuevamente grita y llora, ¡y saca un pañuelo de su escote!  Y fue aquí, en este punto, en el que se termina la cursilería. Quiero que esa mujer sea mía.