—¿Qué hacemos aquí de nuevo? —mi voz tiembla, al igual que mi cuerpo. No puedo evitarlo. Este lugar siempre me ha parecido cínicamente hermoso, con su calma solemne y su aire de respeto inquebrantable. Pero ahora, al estar aquí, todo lo que puedo pensar es en mi padre. Saber que él está en este lugar me provoca un dolor punzante en el pecho, como si una mano invisible estuviera apretando mi corazón con fuerza. Johann se detiene un momento, girando ligeramente hacia mí. Su mirada es suave, pero sus palabras son directas, casi crueles en su simplicidad. —Vamos a ver a tu padre, cariño. ¿Qué más puede ser? Mi cuerpo se tensa al escuchar esas palabras. Mi rostro se endurece, y una expresión de desagrado se apodera de mí. Siento cómo algo extraño comienza a suceder. De mis ojos brotan lágri

