Me incorporo con lentitud, y una nueva oleada de confusión me envuelve por completo, más densa que antes, más persistente. El cuerpo me pesa, como si cada célula luchara por entender todo lo que ha sucedido esta semana: incendios, desapariciones, encuentros con figuras que no deberían existir… y ahora, esto. Lo único claro es que el caos se ha vuelto parte de mi rutina.
Sacudo las cenizas que se han aferrado a mi vestido como si fueran memorias indeseadas. Con manos temblorosas, aliso la tela chamuscada mientras lanzo una última mirada al hombre que me salvó, o eso dice haber hecho. Él simplemente se limita a observar en silencio, las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón, la cabeza ligeramente girada hacia un lado, contemplando la nada con un semblante tan sereno que resulta inq
