Fátima, dándose cuenta de que había sonado demasiado obviamente hostil, intentó suavizar el golpe, aunque sin mucho éxito. —Ah, no, decía que... qué conveniente —repitió, aunque su tono seguía siendo cortante—. Ya sabes, trabajar en el mismo lugar. Facilita las cosas. «Lo sabía, es una maldita perra. Tiene cara de odiosa» Hizo una pausa, tomando otro sorbo de su champán antes de continuar, con sus ojos moviéndose entre Emir y Marissa con expresión calculadamente casual: —Es solo que las secretarias y los jefes siempre terminan juntos, ¿no? Es algo casi... universal. Como un cliché de película romántica. El comentario colgó en el aire como insulto apenas velado, sugiriendo que su relación era predecible, ordinaria, nada especial. «Esta maldita bruja como siempre, ¿que intenta decir ¿q

