Melodie y Sebastián yacían dormidos en su cuarto con él bostezando.
—Vaya fiesta, ¿no?
Ella apenas abrió los ojos se apresuró a cambiarse.
—Faltamos a clases, Sebastián.
—¿Y que importa?
—Importa, tengo que lidiar con mi padre, mi teléfono celular se apagó.
—Pues dile la verdad luego, que estabas aquí, de todas maneras lo sabrá por las cámaras.
—Deberías desconectarlas, no quiero que mi padre me vea teniendo sexo.
—Ya lo hice. No hay cámaras aquí.
—¿Por eso te venden la droga aquí?
Él asintió desganado.
—¿Y el resto?
—Es mejor que mi padre vea todo—dijo riendo.
—Sebastián, aún estoy drogada y creo que eres un estúpido. Me engañas, me lastimas, no me dejas progresar.
—Nena pensé que ya hablamos de eso.
—¿No te importa que nos graduemos?
Sebastian se acerca a ella y le da un beso.
—Tú eres mi chica, solo te drogaste, tranquila, te graduarás.
—Podemos mejorar nuestras calificaciones—aportó en un mero intento de hacer reaccionar a Sebastián.
—No te prohíbo que lo hagas.
—¿Entonces no te importa?
Él negó con la cabeza mientras se vestía.
—¿Tampoco el sexo inconsciente?
—¿Tuvimos sexo?
—Anoche, volviste a tocarme, lo pude sentir. Me siento sucia.
—¿Sucia por mí? —pregunta él con desdén.
—No, sino que no estaba preparada.
—Esas cosas pasan en mis fiestas. Eres mi novia, ¿que esperas?
—Que no estémos drogados hasta no recordar que tuvimos un polvo—dijo tomando sus zapatos y bajando la escalera mientras pensaba en su padre y el lío que éste le montaría por adelantado y tuvo razón, él la esperaba en la puerta.
—¿Porque vienes descalza?—dice su padre inspeccionándola.
—Vine de prisa, es solo media calle papá...
—Sabes que es tarde para que vayas al instituto.
—Lo sé, lo siento, mi celular se apagó y no sonó la alarma.
—¿El chico Finderman no tiene alarma?
—No para la escuela, supongo. Ya sé que no te gusta que esté con él pero no puedo dejarlo, soy lo único que tiene.
—¿Y eso te convierte en una mentirosa? ¿Que excusa me hubieras dado si no te hubiera recibido?
—La verdad...
—¿Segura? ¿Crees que no sé que reiniciarías a Alone apropósito?
—Alone no necesita reiniciarse, me ayuda porque confía en mí. Sí, tu máquina confía más en mi que tú mismo.
—Mientes, él no está de acuerdo con que estés con el chico Finderman.
—¿Y cómo lo sabes, papá, eh?
—Porque yo lo programé para que así sea.
—Pues te vale, le importa más lo que yo quiera.
—¿Esto es enserio?
—Sí, aparentemente—dijo ella con los brazos cruzados.
—Si sabía de ti pero no sabía de Finderman, entonces Alone puede tomar sus propias decisiones...
—Sabes que no entiendo de esas cosas.
—Como sea, no lo entenderías.
—¿Lo ves? Tu me alejas y me echas a los brazos de Sebastián.
—No lo entiendes, Alone es un operativo que no debe tener inferencia en lo nuestro, yo soy su patrón pero evidentemente los cuadros de su sistema cambian...
—Pues habías dicho que Alone sería para mí.
—Pero no que te encubriría.
—Quizás soy más importante.
—Aparentemente—dijo observando la cámara de la entrada—.Este es el trabajo de toda mi vida, Melodie, ¿entiendes lo importante que representa una variable?
—No pasas tanto tiempo conmigo para que hablemos de estas cosas—finiquitó ella entrando a la casa.
—Sabes que no puedo Mel—dijo siguiéndola.
—Lo sé, no puedes tener todo lo que deseas y por eso no puedes inmiscuirte en lo que yo haga.
—Puedo castigarte.
—¿Cómo? ¿Prohibiéndome lo que nunca he tenido?
—No, eso no.
—Entonces déjame en paz porque me perderás.
Luego Melodie se encontraba desayunando con su padre en un silencio sepulcral. Y sabía ella que estaba castigada de por vida y su padre solo la miraba con desdén.
—Tendremos una cena muy importante hoy, es conveniente que te alistes para la ocasión, tu chofer pasará por ti en el instituto.
—El chofer tiene nombre, papá.
—Nunca te interesó.
Ella hizo silencio porque recordó que Sebastián tampoco sabía el nombre de quienes le servían y la sola comparación con ser igual a su novio le causaba hastío.
—¿Nunca te interesó?
—Es la servidumbre.
—¿Ves? Eso es lo que te hace igual al padre de Sebastián.
—No soy esa clase de gente y tú más que nadie lo sabe. ¿O acaso con sus fiestas no hay drogas y alcohol?
—Como en cualquier fiesta—respondió ella con desenfado.
—En abundancia, Mel.
—Son ricos, papá. No le preguntas a la gente rica porque lo es.
—No lo entiendes Mel, esa gente está en cosas malas.
—Lo dices como si el padre de Sebastián fuera un gangster.
—No, es peor, es un asesino.
—¿Lo dices por su esposa?
—Dejemos esta charla para otro día, necesito que enserio te comportes hoy, porque se lanzan a vender los robots.
—¿Que? ¿Ya están listos?—preguntó anonadada, en el fondo, jamás le tuvo suficiente confianza a su padre.
—Sí, el único que presentó cambios fue el nuestro, pero no sucede nada.
—¿El nuestro es defectuoso?
—Tiene un sistema de juicio en realidad, nunca hablamos de estas cosas pero los robots deben ser solo herramientas no deben tener juicio.
—Entonces es como una persona...
Él toma su maletín y un último sorbo de café.
—Hija, los dispositivos virtuales jamás serán humanos.
—Lo dice quien ha inventado robots que lucen como ellos.
—Cariño, nadie quiere tener una imagen horrorosa de un robot, por eso deben ser homogeneos.
—Como sea, te veo allí. No queda de otra.
Llamó a Sebastián pero éste no se encontraba disponible, repetía una y otra vez la contestadora, mientras que en su cuenta de i********: veía un live en una fiesta que no era en su casa, por lo que le carcomía la cabeza porque no le había invitado.
—Alone, ¿puedes descubrir un lugar si te muestro fotos?
—Podría probar.
Melody se fue al scanner directamente.
—Lo siento Srta. Melodie, no hay nada específico de la zona.
—Quizás es como dice Sebastián y no sirves para nada, como sea—dijo yendo a clases.
Esperó ver a Sebastián allí pero no estaba, así que hizo lo que su padre le dijo y se vistió en la noche para la gala de presentación de los robots de su padre, era un lujo no permitido ver su estructura mecánica con forma humana, era surrealista.
—¿Comprarías uno?—preguntó el padre de Sebastián a su lado.
—¿Usted sí?
—No, yo compré el sistema de vigilancia, prefiero personas reales limpiando mi casa.
—¿Le asusta el robot?
—Me temo que si lo comprara me agradaría más que mi hijo—dijo levantando la copa y marchando.
Ella lo siguió.
—¿Sabe donde está ahora?
—Vendrá en un rato, estuvo en una fiesta, por lo menos no tendré que pagar a la sirvienta ésta vez.
—¿Porque no solo se lo prohíbe y ya?
—Porque entonces buscará otra forma de molestarme.
—¿Y porque cree usted que hace eso?
Y cuando apenas terminó la pregunta, Sebastián se hizo presente con una botella de champagne.
—Allí lo tienes—dijo tomando un sorbo de su copa—.No es mi problema.
Melodie espantada se dirigió a Sebastián.
—¿Que haces aquí?
—Tengo que estar aquí, hay fotografías hoy darling.
—Estás borracho.
—Y drogado, como la mitad de aquí, solo que tienen los rostros entumecidos.
—Sebastián, no puedes seguir así...
—¿Cómo así, Mel, cómo?
—Borracho, Sebastián. No es vida.
El padre de Melodie también se acercó al verlo preocupada.
—¿Que sucede aquí?
—Nada papá, sigue con la presentación.
—Está bien, controla a tu novio y no hagas escándalo. Controla a tu novio.
—Lo siento papá, ya lo llevo.
Sebastián se pone a dar vueltas y besaba frenéticamente a su novia mientras Mel se alejaba y entraban en un taxi.
—¿No vienes en el auto de tu padre?
—Lo llevará él.
—¿Y porque nos echa de esta manera?
—Porque estás borracho.
—¿Y cual es la diferencia? Tampoco te gusta cuando estoy sobrio.
—Sobrio no harías una escena en la presentación de mi padre.
—Como sea, ¿robots? Espeluznantes.
—Es un avance para su empresa, cállate.
—La hija de un genio también lo sabes todo, ¿no?
—No se de que hablas, Sebastián.
—¿Entonces porque actúas como si fueras mejor que yo, llevándome a rastras?
—Porque me preocupas...
—No te creo.
—¿Que?
—No te creo—dijo mirando a la nada—.No creo que te preocupes por mí todos los días, o cuando veas todos mis lados.
—Seguiré amándote.
—Eso dices ahora, pero me estás sacando de una presentación importante para ti.
—Porque es mi padre, mierda. ¿No tienes acaso tú problemas con el tuyo?
—¿Y tú entonces tienes problemas con el tuyo?
—¡Por ti, Sebastián! ¡Por ti!
—¿Y aún me amas sabiendo que te distancio de tu padre?
—Antes de ti, Sebastián, estaba rota. Mi única amiga era mi madre y se murió, mi papá no está para mí como quiero y sí, me enamoré de un imbécil y su compañía alivia mi corazón. Solo que...
—¿Solo que?—insistió él.
—Es una carga pesada, no puedo llevar tus problemas en mi espalda también. No quiero que mueras, no quiero que te suicides, no quiero estar con alguien que piensa en suicidarse. Mierda, Sebastián...
Él la abrazó mientras levantó la mano a un taxi que se acercaba.
—Está bien, no haré ninguna tontería, ni tampoco intentaré hacerlo. Viviré por ti si es necesario.
Ambos subieron al taxi y ella recostó su cabeza en su hombro.
—Cuando todo esto acabe, y estémos en la universidad, ¿crees que mejorará?
—¿Nuestras vidas?
Ella asintió.
—Creo que iremos a universidades fingiendo ser adultos y terminaremos más rotos, pero ese es el plan de la vida, ¿no? Romperte para que te vuelvas a armar.
Ella lo miró con desdén.
—Iremos a universidades diferentes, ¿cierto?
Él la vuelve a abrazar.
—¿Porque te importa tanto el futuro? Vivamos el momento Mel, es por eso que me llaman loco, pero solo estoy viviendo.