Cuando Ana abrió los ojos, vio a Juan junto a ella. Se miraron a los ojos unos segundos, hasta que Ana descubrió que por la abierta bragueta asomaba su dura polla. -¿Has visto cómo me ponen la polla las putitas como tú? La miró. Se veía muy dura. Deseaba tocarla, tenerla entres sus dedos, en su boca. Pero él no decía nada. Sólo la miraba, sonriendo. Pasó casi un minuto. Juan no le decía nada. Su coño rezumaba. No aguantó más. Se arrodilló sobre la cama y se acercó a la polla. Abrió la boca y empezó a chupar. El sabor salado y suave le encantó. Gimió de placer con aquella polla en la boca. Esos gemidos hacían vibrar su garganta y su boca, aumentando el placer que transmitía a Juan. Él llevó una mano a su pelo y la acarició como si acariciara a una perrita de verdad. Ana cerró los ojos, a

