Mi vida había entrado en un bucle fantástico: al inicio simplemente me levantaba al tarde (alrededor de las 12 o 1 pm), quemaba el día haciendo nada: leyendo, mirando pelis, a veces tomando una cerveza a las 3pm, sólo por que sí, y yendo a dormir después de las 4 am. Pero el gusto duró poco, semana a semana veía como el entusiasmo de mi madre decaía y comenzaba a juzgarme silenciosamente. El peso de sus expectativas no expresadas me aplastaba lentamente, y cada día me sentía más atrapado en esa espiral de ocio y culpa.
Seguíamos teniendo las charlas nocturnas cuando ella llegaba del trabajo, las cuales yo disfrutaba mucho, sin embargo no había pensando en una manera de explotar el hecho de que ella las disfrutaba tanto como yo (y por las mismas curiosas razones). Así que ese plan (cualqui
