El sonido obsceno de nuestros cuerpos chocando llenaba la habitación, mezclándose con nuestros gemidos y jadeos. Tom me embestía con una ferocidad animal, sus caderas golpeando contra las mías con fuerza brutal. Cada empuje me llenaba por completo, su gruesa v***a abriéndose paso hasta lo más profundo de mi ser. Gemí sin control, perdida en un torbellino de placer y lujuria. Sus manos recorrían mi cuerpo con desesperación, apretando mis pechos, pellizcando mis pezones, dejando marcas rojas en mi piel. Yo clavaba mis uñas en su espalda, urgiéndolo a que me follara más duro, más rápido. El sonido obsceno de nuestros cuerpos chocando llenaba la habitación. De repente, Tom me agarró firmemente de las caderas y me levantó, cambiando el ángulo de penetración. Grité al sentirlo llegar aún más

