La noche de su encuentro con Gabriel llegó. Daniel llegó puntual al pub “Confesiones”. Era un lugar íntimo, con una barra larga, lámparas que proyectaban luz cálida y el ruido constante de conversaciones, risas y vasos chocando. Gabriel llegó poco después, con su usual energía desenfadada. Ambos se estrecharon la mano y comenzaron con conversaciones ligeras, poniéndose al día. Pasados quince minutos, Gabriel decidió ir al grano. —¿Cómo va todo? —preguntó con un gesto que descartaba cualquier rodeo. —¿Bien? Volví a hablar con ella. —¡No te creo! ¿Se encontraron? —No, no. Solo le escribí. No soporté más. Restablecí la comunicación y le dije lo que sentía. Gabriel sonrió con una mezcla de sorpresa y diversión. —¿Y? —Nada. No nos hemos visto —respondió Daniel, siendo completamente tran

