Diana estaba asombrada de todo lo que contó su madre. No se podía creer que su madre hubiese dado un giro tan radical en un día. Pero dicen que del amor al odio sólo hay un paso. Parece que de la represión a la libertad también había sólo un paso. O como en este caso, una polla como una olla! Cuando llegaron a su casa, Valentín las cogió del brazo y las hizo entrar. Las dos mujeres lo siguieron como corderitas. -Bueno, zorritas mías. Lo primero es que se den una buena duchita las dos. Límpiense bien toda la leche que les hayan tirado encima sus folladores. -A mí me le echaron dentro del culito, papi -Y a mí. -Pero! Seréis zorras! Sois unas guarras las dos. Pues os limpiáis la una a la otra. Joder. Venga, en pelota picada. Las dos mujeres se desnudaron. Diana admiró el cuerpo de su ma

