Me detuve a horcajadas sobre su abdomen, mi sexo húmedo rozando su vientre. Tom me miró con ojos suplicantes, sus manos deslizándose sobre mis muslos en una silenciosa súplica. Rocé mis labios contra los suyos nuevamente, apenas un toque fantasmal. —Dime lo que quieres que pase esta noche — ordené. Tom no pudo articular palabra, simplemente se lanzó a mordisquear mis pechos. El ataque me tomó por sorpresa, pero el juego previo había sido suficiente, quizá en otro momento, mi muchacho sería capaz de prolongarlo por más tiempo. Nuestras miradas se encontraron, una tormenta de deseo candente reflejada en sus ojos oscurecidos. Sin apartar la mirada, comencé a descender lentamente sobre su rigidez palpitante. Ambos gemimos en voz alta cuando la cabeza de su v***a se abrió paso en mi apretad

