Ella guardó silencio. —Es sólo eso, te lo aseguro Laura. Hizo una pausa antes de abrirse la bata en silencio. ¡Oh, Dios mío! Llevaba la pequeña camiseta de lencería roja transparente con cuello peludo rojo y las ligas rojas que le había ayudado a elegir en la tienda, sin bragas. Su coño rubio tenía ese mechón de pelo perfecto en la parte inferior. Las telas de gasa roja sobre su suave piel blanca crema y su cabello rubio. Tan perfecto, con sus caderas estrechas. Podía ver sus pequeños pechos a través de la tela transparente. Se había quitado las medias negras y las tiras de nailon de la liga colgaban sueltas alrededor de sus muslos. —Quería sorprenderte anoche... Soltó los bordes de su bata, pero seguía abierta. Su rostro miró hacia abajo y luego hacia mí. Estaba triste en ese momento.

