Que cada página que gires te lleve más cerca de tus sueños.

1836 Words
La habitación en lo alto de la librería parecía estar congelada en el tiempo. Emily se paseaba por el espacio, dejando que cada objeto contara su propia historia. La máquina de escribir, apenas polvorienta, pero con un brillo nostálgico, guardaba las palabras de alguien que había compartido sus pensamientos en este rincón especial. Al examinar el escritorio, Emily descubrió un cuaderno entreabierto. Cauta, lo tomó en sus manos y comenzó a leer. Las páginas amarillentas cobraron vida con las palabras de su abuelo, Samuel. Aquel cuaderno era un portal al pasado, una ventana a los sueños y desafíos que él enfrentó mientras sostenía las riendas de la librería. El relato era una amalgama de alegrías y desafíos, de momentos compartidos y pérdidas sentidas. Pero, sobre todo, narraba el amor profundo por la literatura y la devoción hacia la librería. Emily se vio reflejada en esas páginas, comprendiendo que este lugar no solo era su herencia, sino también su legado. Mientras absorbía las palabras, la puerta se abrió con suavidad, revelando la figura de Thomas. Se quedó allí, observando a Emily, como si su presencia estuviera destinada a ser descubierta en ese momento. — Samuel solía pasar horas aquí arriba, escribiendo sobre sus pensamientos y experiencias —comentó Thomas, dejando que el pasado se entrelazara con el presente. — Nunca supe de este lugar. He estado aquí cientos de veces y aun así… —admitió Emily, con el cuaderno entre sus manos como un tesoro recién descubierto. Thomas se acercó y señaló un viejo sofá cerca de la ventana. — Toma asiento allí, justo como lo hacía tu abuelo y solo; tómate tu tiempo para conocerlo otra vez. Él realmente te adoraba Em… Ella asintió confundida ante el apodo cariñoso que ya nadie usaba para llamarla y se acomodó en el sofá, sumergiéndose aún más en las páginas llenas de recuerdos. Thomas tomó asiento en la alfombra a su lado como si fuera un niño pequeño esperando por la historia, tomó otro de los libros junto al sofá y leyó en silencio. Ella sonrió recordando que, aunque su lugar era sobre las piernas de su abuelo, ella también anhelaba conocer el final de la historia. — Todavía puedo sentir el aroma de mi abuelo en esta habitación…—. Thomas alzó la vista sin decir nada y dejó escapar una pequeña sonrisa que la desconcertaron. —¿qué es…? — No… nada. No me prestes atención— afirmó regresando su vista al libro. — No, ahora dime… — Es solo que… — ¿qué? — Ambos son un tanto extraños. — ¡¿qué?! —preguntó asombrada por la irreverencia. Lo más chocante es que no le molestó en lo absoluto. Lo conoció hace unos quince minutos y, aun así, siente que lo ha conocido toda su vida. — Sin ánimos de ofender, claro… — Por supuesto. “Sin ánimos de ofender” es precisamente lo que dice alguien que está por ofender a alguien. — Bueno, es que tu abuelo… todavía recortaba tus fotos de las revistas. Yo, obviamente no dije nada porque no es mi lugar, pero llevaba el cuaderno de recortes a todos lados para presumir y ahora tú hablas de su aroma y solo; son familia. Lo entendí…— concluyó seguido de un silencio. — ¿Estas insultando mi familia? —. Emily sabía de lo que Thomas hablaba. Incluso ella se avergonzaba a veces cuando descubrió a su abuelo guardando cada nota que encontrara de ella. Pero ella puede decirlo, alguien más no. — Por supuesto que no… dije “sin ánimos de ofender”—finalizó riendo y alzando sus manos a modo de rendimiento. Pero Emily no podía quedarse de brazos cruzados. Así que levantó su pierna y con un pequeño empujón en su hombro, Thomas cayó asombrado. Emily, al verlo tan serio se asustó un poco. Pensó que se había vuelto loca. Acababa de conocerlo y estaba mostrando una confianza un tanto inadecuada. — Lo siento… yo no—. empezó a disculparse, pero Thomas estalló en carcajadas. Terminó riéndose, pero de espalda en el piso, y ella no pudo evitar sonreír al verlo sujetar su estómago mientras intentaba enderezarse con un rostro sonriente, fallando completamente y dejándose caer en el suelo otra vez. La risa de Thomas resonó en la habitación, y Emily, todavía desconcertada por su propio impulso, se mordió el labio inferior. No estaba segura de cómo interpretar la reacción de Thomas, pero al menos no parecía ofendido. —Lo siento mucho, no sé qué me pasó. Eso no es algo que suela hacer. —Emily se agachó para ayudar a Thomas a ponerse de pie, sintiéndose incómoda por la situación que había creado. Thomas aceptó la mano de Emily con una sonrisa y se puso de pie. Aún con una risa contenida, miró a Emily con ojos divertidos. —No te preocupes, Emily. Fue un pequeño susto, pero creo que todos necesitábamos un momento ligero hoy. Además, no todos los días alguien me empuja al suelo en una librería. Emily soltó una risa nerviosa, aliviada de que Thomas no tomara la situación de manera negativa. —De todas formas, sobre lo que mencionabas antes... sobre mi abuelo y las fotos. Sí, era un poco obsesivo con eso. No puedo negarlo. Pero... bueno, era su manera de demostrar cuánto le importaba. No era malo, solo un poco exagerado. Thomas asintió, entendiendo la explicación de Emily. —Lo entiendo. No lo decía como algo malo. Solo era algo curioso de descubrir. Y sí, puedo ver que Samuel realmente te adoraba. Emily sonrió, agradecida por la comprensión de Thomas. —A veces me sentía un poco avergonzada, pero ahora, al mirar hacia atrás, esas pequeñas excentricidades de mi abuelo son parte de lo que hace que lo extrañe tanto. Thomas se acercó a uno de los ventanales y miró hacia afuera, como si estuviera perdido en sus propios pensamientos. Emily se unió a él y juntos contemplaron el paisaje exterior, la ciudad que cambiaba lentamente con el anochecer. —¿Sabes? —musitó Thomas, rompiendo el silencio—. Creo que las personas a menudo ocultan esas peculiaridades que nos hacen únicos. Pero son esas mismas peculiaridades las que dan color a nuestras vidas. Emily asintió en acuerdo, agradecida de tener a alguien con quien compartir esos momentos de reflexión. La librería parecía cobrar vida a su alrededor, no solo como un lugar lleno de historias escritas, sino también como un espacio donde nuevas conexiones se estaban formando. —Gracias por no tomarlo a mal, Thomas. Creo que hoy ha sido un día lleno de sorpresas, ¿no crees? Thomas sonrió y le dio una palmadita en el hombro a Emily. —Definitivamente, Emily. Pero a veces, las sorpresas son solo lo que necesitamos para recordarnos que la vida es impredecible y hermosa—. El silencio mientras miraba el atardecer, debería haber sido un tanto incómodo. Pero Emily se sorprendió al notar que estaba sola en un lugar cerrado con un desconocido fuerte y apuesto, y aun así se sentía lo suficientemente cómoda como para pararse a su lado sin temor alguno. — En serio lamento lo de antes…—agregó ella un poco mortificada. Pero Thomas estaba lejos de sentirse ofendido. — Solo voy a decir que, sin pedirlo has cumplido una fantasía masculina de la que nadie se atreve a hablar…—musito sonriendo mientras se alejaba hacia uno de los muchos estantes. A medida que avanzaba la tarde, la conexión entre ellos creció como un capítulo que se desenvuelve con naturalidad. Thomas compartió sus propias experiencias, revelando capítulos de su vida que habían quedado entre las sombras. Se dieron cuenta de que, de alguna manera, ambos estaban regresando a sus raíces, descubriendo en la librería no solo el legado de Samuel, sino también sus propias segundas oportunidades. — Gracias por compartir este lugar conmigo, Thomas. — Y yo agradezco que hayas regresado, Emily. Esta librería siempre será un refugio para quienes buscan más que solo libros. Emily no pudo hacer más que asentir y agachar la vista avergonzada. Entonces, regresó sonriente a su cuaderno, y llegó a una sección que la hizo estremecer. Era un diario. Un diario que su abuelo escribió; para ella. En un año ilógico. 14 de Noviembre de 1995 Hoy, mientras el sol se retiraba tras el horizonte, Emily regresó a la librería en ese hermoso auto que no me gusta que maneje. La misma niña que solía perderse entre las estanterías, ahora es una mujer, pero su esencia sigue siendo la misma. La he visto descubrir un rincón olvidado, un tesoro escondido en lo alto de estos viejos estantes. Es curioso cómo la vida nos lleva por caminos que nunca imaginamos. Emily ha regresado a casa, a este santuario de palabras, y puedo ver en sus ojos la mezcla de nostalgia y sorpresa. Ha encontrado el cuaderno que dejé entreabierto, un testimonio de mis propias travesías entre estas paredes llenas de historias. Escribo estas líneas con la esperanza de que Emily, al leerlas, descubra el amor que siempre he sentido por ella. Desde el momento en que tomé su pequeña mano para guiarla entre estos estantes hasta hoy, donde se aventura por cuenta propia. Creció, pero su corazón sigue siendo el de la niña que solía emocionarse con cada nueva historia. Encontrará desafíos, como todos nosotros. Pero sé que tiene la fuerza para superarlos. La librería es más que un legado familiar; es un reflejo de nuestras propias historias entrelazadas. Emily, al volver, ha añadido un nuevo capítulo a este libro que nunca dejará de escribirse. La he visto compartir risas y lágrimas con Thomas, el cuidador de este lugar especial. Hay una conexión entre ellos que va más allá de las palabras. Es como si la magia de la librería estuviera tejiendo un nuevo cuento, y estoy seguro de que el destino de Emily está entrelazado con este rincón encantado. Así que, querida Emily, mientras exploras cada rincón de la librería, recuerda que llevas contigo no solo mi legado, sino el poder de crear tu propia historia. Que cada página que gires te lleve más cerca de tus sueños y que encuentres amor y felicidad entre las líneas de tu propia narrativa. Con amor eterno, Samuel Hartley — No… esto. No puede ser—murmuró ella atónita. Volteó la página, pero a partir de allí todo estaba en blanco. Solo había unos poemas en las primeras páginas, pero luego de esta “carta” todo estaba en blanco. ¿qué estaba pasando? —¡Thomas! — llamó realmente desconcertada. Su corazón parecía querer abandonar su pecho, y solo pudo pensar en que estaba loca. Alguien debía confirmar lo que sus ojos venían. — Thomas... esto— musitó entregándole el cuaderno al hombre que apresuró sus pasos con ojos preocupados. — ¿qué...? — solo pudo susurrar mientras leía las páginas. Sus ojos se encontraron y, al menos sabía que no estaba sola. Él estaba tan desconcertado como ella.

Great novels start here

Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books

Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD