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El Hechizo de la herencia

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Cuando su abuelo muere, Emily una muchacha que se ha convertido en alguien un tanto frívola y superficial regresa a la pequeña ciudad en que vivió de niña.

Allí decide que no demolerá lo único que su abuelo le dejó: La librería familiar.

Sin embargo, ella es modelo. No tiene ni idea de cómo hacerlo funcionar, pero tiene muchas ideas. Y Thomas, el encargado, se asegurará de ayudarla a lograr sus metas.

¡Descubre la magia del amor y la literatura en "El hechizo de la Herencia"! ?✨

Sumérgete en una historia encantadora llena de misterio, amor y sabiduría ancestral. Conoce a Thomas y Emily, dos almas destinadas a encontrarse en una librería mágica que cambiará sus vidas para siempre.

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El reencuentro con la librería.
El sol se filtraba a través de las nubes mientras Emily Hartley estacionaba su automóvil de último modelo frente a la antigua librería en el centro de la ciudad. Era un edificio de ladrillos rojos, con una fachada vintage y unas ventanas que parecían guardar secretos de tiempos pasados. Y definitivamente guardaba secretos. Emily miró la placa que colgaba sobre la entrada: "Monthart Librería Antigua". Lo primero que pensó cuando vio aquel desalineado lugar fue que realmente necesitaba una mano de pintura, o tal vez solo debería tirar todo abajo y empezar de nuevo. No quería tener nada que ver con este supuesto “legado”. Un paseo comercial le vendría bastante bien a esta ciudad triste. Abriría una pequeña sala de cine, una tienda de videojuegos y algo que alegre la vida de los pobres adolescentes atrapados en esta ciudad llena de ancianos. Emily abrió lentamente la puerta deslizando sus zapatos Verone. No era muy cómodo para ella manejar en tacones, así que usó esos snickers tejidos de Jimmy decorados con perlas reales. La camiseta manga corta blanca tenía un pequeño bordado haciéndola parecer insignificante en conjunto con los jeans de corte recto. Pero cualquiera que la observe y tenga algo de conocimiento sabría qué tanto ha invertido en su apariencia. Su cabello castaño claro y ondulado estaba recogido en un moño desbaratado sobre su cabeza, el maquillaje sutil y las uñas cortas con un diseño francés en n***o le daban un aire de elegancia y porte que no combinaba con la tienda a la que se dirigía. Sin embargo, Emily siempre se ha esforzado por mantener una apariencia impecable, sin importar el lugar al que vaya. Buscó en su pequeña bandolera negra las llaves y se dirigió a la puerta jugando con el llavero que tenía su foto colgada. Su abuelo siempre decía que ella era su orgullo, y mantener una foto de ella en el llavero era una muestra de su cariño. La emoción la invadió mientras recordaba los días felices que pasó con su abuelo en esta librería. Una mezcla de emociones la invadió mientras permanecía sentada en el auto, por eso tomó la decisión de bajar y enfrentarse a sus sentimientos. Sin embargo, en este momento, su corazón latiendo con fuerza no le permitiría quedarse de pie frente a la puerta. Tenía que entrar. Habían pasado muchos años desde que dejó su ciudad natal en busca de nuevas aventuras y oportunidades. La noticia del fallecimiento de su abuelo, el dueño del setenta por ciento de la librería, la había llevado de vuelta. Las memorias de su infancia y la conexión con aquel lugar se entrelazaron en su mente. Recordó cómo su abuelo la llevaba de la mano a recorrer los estantes llenos de libros, y cómo él le contaba historias fantásticas antes de dormir. Recorrió con su cara manicura la pequeña foto del llavero y recordó lo que había intentado olvidar. Su abuelo solía visitarla en la ciudad, pero ello no tenía la mínima intención de regresar a ese lugar. Hasta que la desgracia la arrastró de vuelta. Sus pasos resonaron en la acera mientras se acercaba a la entrada de la librería. Finalmente, Emily tomó aire y puso la llave en la cerradura; la giró hasta abrirla. Empujó con suavidad la pesada puerta de madera y una campanilla tintineó anunciando su llegada. El suave aroma a papel antiguo y polvo llenó sus sentidos, trayendo consigo una cálida sensación de nostalgia. Al entrar, se encontró con una visión cautivadora: estantes altos repletos de libros, algunos con cubiertas desgastadas por el tiempo, otros con encuadernaciones bellamente ornamentadas. Los rayos del sol filtrándose por las ventanas pintaban un hermoso juego de luces y sombras en el polvoriento aire del lugar. Un sorpresivo carraspeo detrás de ella la sacó de su ensimismamiento, y Emily se volvió para ver a un hombre de cabello oscuro y ojos azules intensos, que la observaba con una mezcla de curiosidad y sorpresa. Era Thomas, el misterioso bibliotecario que ahora cuidaba la librería y su legado familiar. —¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó él, con su voz profunda y melodiosa; fingiendo no saber quién era ella. —Todavía no estamos abiertos al público…—añadió pensando en cómo había hecho para entrar si él no recordaba haber abierto la puerta. Aunque ella no lo recordara, Thomas la conocía desde que era una niña. O bueno, desde que ambos eran solo unos niños. Y luego, cuando comenzó a trabajar en la librería; Su abuelo siempre hablaba de su querida nieta Emily. Emily sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero asintió con una sonrisa tímida. El hombre era mucho más alto que ella, se veía atlético y un tanto mayor, pero la suave arruga junto a sus ojos dejaba entrever que sonreía a menudo. O leía demasiado. Sí, tal vez se deba a eso. —Soy Emily Hartley, la nieta de Samuel Hartley —dijo despertando de su ensoñación—. He vuelto a la ciudad tras muchos años y.. quería visitar la librería de mi abuelo. Tengo llave…—añadió alzando la mano y mostrando el viejo llavero gastado. Thomas asintió comprensivamente. Y la recorrió con la mirada. Podía decir que la ropa que traía era cara a pesar de ser hombre y no saber mucho sobre moda, pero supo qué tan cara era cuando volteó a ver la puerta detrás de él y divisó el coche estacionado en la cera. Sobre esas cosas sí sabía lo suficiente… Al parecer no comparte mucho con su difunto abuelo. —Es un placer conocerte, Emily. Lamento mucho lo de Samuel. Él fue un gran hombre y dejó una hermosa herencia en esta librería. Emily asintió, incapaz de articular palabra. Las emociones la abrumaban mientras recorría el lugar con la mirada, reconociendo rincones que le eran familiares. El ambiente estaba lleno de recuerdos y, al mismo tiempo, de un aura de misterio que solo la librería podía ofrecer. —Te agradezco que te hayas tomado el tiempo para regresar —dijo Thomas con amabilidad—. Si necesitas algo o tienes alguna pregunta, no dudes en decírmelo. He estado aquí toda mi vida, espero serte de ayuda… Ella asintió de nuevo, agradecida por su oferta. — Gracias. Aprecio mucho tu hospitalidad…—habló dejando un momento de silencio para que él le dijera su nombre, pero no obtuvo nada. — Yo estaré por allá, si necesitas algo…—indicó despreocupado, ignorando que aún no se había presentado formalmente. Pero ella solo lo dejó pasar. Tenía tiempo para aprender su nombre luego… — De acuerdo… gracias—asintió y volteó. — Disculpa…—susurró el hombre llamando su atención. La voz le pareció majestuosa. Volteó tan rápido que casi se marea, pero allí estaba de pie, observándolo expectante. Esperando que no haya notado su reacción apresurada. — Sí, claro. Dime… — La librería… ¿seguirá igual que antes? Como sabes, solo tenemos el treinta por ciento. Si decidieras vender no tendríamos más opción que ceder… —. Entendía perfectamente su preocupación. Su trabajo estaba en esta librería. Su vida estaba en esta ciudad, ¿qué haría si decidiera cerrarla? Emily volteó a su alrededor y se sintió abrumada. Las lágrimas asomaron en sus ojos a pesar de que se prometió no llorar. Aquí, entre estos libros residía el alma de su difunto abuelo. Podía verlo sentado en el sofá verde leyendo un libro. Ese fantasma que la perseguiría por siempre alzó la vista para sonreírle y las arrugas aparecieron en el rostro que se arrepentía tanto haber visto tan poco. Juraría que lo vio volver la vista a su lectura y desaparecer bajo el pequeño rayo de luz solar que iluminaba el sofá vacío. El libro todavía en la mesa de apoyo, un libro que aún no habían terminado de leer, y del que su abuelo nunca conocería el final. Luego de lo que le pasó en esa ciudad, luego de todo el dolor; decidió irse sin mirar atrás. Todavía estaba en contacto con su abuelo, pero no era lo mismo. Y ambos lo sabían. Ahora que no estaba, quería derrumbar todo lo que alguna vez la hirió, sin embargo… no podía. Su abuelo tenía poco para heredar a sus nietos. Y le había dejado a ella lo que más amaba… no podría destruir todo. — Todo…—susurró encontrando sus ojos. —Todo seguirá exactamente igual… — Ya veo… en ese caso espero que me tomes en cuenta, para lo que sea que necesites… — Habrá cambios, por supuesto pero su esencia será la misma. No te preocupes por eso. — Es un alivio… he conocido a otras personas que no piensan lo mismo—titubeó un poco, pero lo dijo. Él sabe que ella debería saberlo. — Mi primo ha estado aquí ¿cierto? —preguntó apretando los dientes. Su primo siempre ha sido un incordio. Ella es bastante materialista, lo reconoce. Sin embargo, ha procurado hacerse con su propia for tuna. Sin depender de nadie; pero su primo está en otro nivel. Es todo un descarado y sinvergüenza. — Él vino antes de que todo esto pasara. Exigió una parte de la herencia ahora porque luego no serviría…—murmuró un poco avergonzado por la actitud de una persona que no tiene nada que ver con él. Y ahí estaba la razón por la que todo quedó para Emily. Sus miradas se encontraron por un instante, y ella sintió que había algo más detrás de esos ojos azules, una profundidad que la intrigaba. Tal vez algo que no se atrevía a decirle. Sin embargo, era demasiado pronto para dejar que sus pensamientos divagasen. Tenía asuntos familiares que resolver y una vida que retomar en la ciudad que una vez fue su hogar. — No sabía nada sobre eso… no me dijo nada. — Es un alivio que pienses diferente. Este lugar es mágico…—añadió observando a su alrededor con asombro. Como si fuera la primera vez que está en ese lugar. —Puede que no lo parezca, pero las ganancias alcanzan para subsistir y la ciudad es pequeña y está un poco vieja, pero es encantadora. — Lo sé… es solo que; son demasiados recuerdos que quise olvidar y han regresado todos a la vez. No voy a negarlo. Al principio pensé en deshacerme de todo, pero estando de pie aquí… no podría. Es una parte de él… — Él siempre te recordaba; eras su orgullo. — Lo sé— afirmó sonriendo tímidamente y limpiando la lágrima que escapó de su cautiverio. El nudo en la garganta ya no le permitía hablar, pero solo sonrió y volvió a dirigirse a los estantes de libros antiguos. Él se quedó de pie observándola. Ya no era una niña, se podía ver a simple vista. La había visto varias veces en las revistas que su abuelo recortaba para vez que ella aparecía modelando un nuevo atuendo. Al fin y al cabo, era una modelo de alta costura amada por todos. Pero al verla entre los libros, agachando la vista y secando sus lágrimas con cuidado no podía evitar recordar a esa pequeña niña que siempre se colgaba de su camiseta llorando. Solo era cuatro años mayor que ella, pero se esforzaba tanto por protegerla. Pensó que siempre estarían juntos, sin embargo, solo sabía de ella a través de su abuelo. Siempre escuchaba con atención lo que Samuel decía. Cuando contaba cómo vivía su nieta ahora la realidad lo golpeaba. Ella nunca habría sido feliz a su lado. Sus ideas del futuro siempre fueron diferentes. Pero viéndola usar ropa de marca y manejar un auto que vale más de tres veces su salario anual, supo que debía dejar de pensar en el pasado. Solo se dirigió a la trastienda dándole espacio para sanar. Al final de cuentas, ella no lo recordaba. Y a pesar de ser triste; al parecer es lo ideal. El tiempo pareció detenerse mientras Emily exploraba los pasillos de la librería. Cada libro parecía susurrarle historias y aventuras, como si quisieran compartir con ella los tesoros que habían guardado durante tanto tiempo. Se sintió agradecida de estar rodeada de tanto conocimiento y sabiduría. A medida que avanzaba por los estantes, una vieja escalera de madera en un rincón atrajo su atención. Parecía llevar a una sección más alta y escondida de la librería. La curiosidad se apoderó de ella, y sin pensarlo dos veces, subió los escalones cuidadosamente. Esto no estaba allí antes. O al menos ella no lo recordaba. Cuando era niña pasaba muchas horas en este lugar, pero nunca había notado esto. Al llegar arriba, se encontró con una acogedora sala con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Había un pequeño escritorio de madera en un rincón, junto a una vieja máquina de escribir, como si alguien hubiera estado trabajando allí hace apenas un instante. Emily se sintió como si hubiese descubierto un secreto especial, una parte oculta y mágica de la librería que solo unos pocos conocían. En ese momento, supo que había regresado a casa no solo para resolver asuntos familiares, sino también para reencontrarse con su amor por la literatura y la magia que solo un lugar como aquel podía ofrecer. El capítulo 1 apenas había comenzado, pero Emily ya sabía que su regreso a casa sería un viaje de autodescubrimiento y de conexiones inesperadas, especialmente con el enigmático Thomas. El destino había tejido un hechizo en la librería, y Emily estaba dispuesta a descubrir todos sus secretos y, tal vez, el amor y la felicidad que siempre había anhelado.

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