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La obsesión del Mafioso

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intro-logo
Blurb

Catherine es una joven que, a pesar de su arduo trabajo y esfuerzo, no logra salir adelante junto a su madre enferma. La presión y desesperación aumentan cada día, llevando a Catherine a aceptar la propuesta de Jessica, una mujer que maneja un negocio clandestino de trabajadoras sexuales.

Una noche, Catherine es invitada a un lujoso evento organizado para celebrar el cumpleaños del mafioso más peligroso de la ciudad. Durante la fiesta, ella conoce a un hombre misterioso cuya presencia imponente y enigmática la atrae de inmediato. Sin saberlo, Catherine se convierte en la mayor obsesión de este hombre, quien está acostumbrado a obtener todo lo que desea.

A medida que la vida de Catherine se entrelaza con el oscuro mundo de la mafia, deberá enfrentar desafíos que pondrán a prueba su fuerza y determinación. Mientras lucha por la salud de su madre y su propia supervivencia.

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Propuesta indecente
Dejo soltar un suspiro, exhausta y retomo mi camino hacia a la mesa 3. Llevo en la mano una charola con un par de desayunos recién preparados. Los entrego con amabilidad y regreso a la cocina en busca de otro pedido de comida, así paso toda la mañana, rodeada de gente, llevando comida de aquí para allá. Después de mi turno, mis pies están agotados, pero no tengo tiempo para descansar. Inmediatamente corro hacia la clínica del Doctor Silver, donde trabajo como intendente desde las dos de la tarde hasta las ocho de la noche. Termino muerta. Antes de dirigirme a mi tercer trabajo, me cambio en el baño de la clínica. Me pongo ropa un poco más ajustada y dejo que mi cabello caiga suelto sobre mis hombros después de peinarlo. Uso un poco de maquillaje, donde voy lo necesito. —¡Nos vemos mañana Doctor Silver! —Me despido tomando el sobre de mi paga. —¡Nos vemos Cat! —Escucho antes de salir. A las ocho y media de la noche, me encuentro en el centro nocturno MUNBAI, donde trabajo sirviendo tragos. El lugar se encontraba relajado, sin embargo, no tardaría en llenarse de gente. Saco de mi mochila los dos sobres con los pagos del día. Hago unas cuentas. Aun con el dinero de esta noche, no podré reunir lo suficiente para pagar el alquiler del mes, y mucho menos para el medicamento que le han recetado a mi mamá para su tratamiento. Por más que haga todo lo posible para salir adelante, el dinero no me alcanza para sobrevivir. Los procedimientos médicos para la condición de mi mamá son cada vez más costosos, y los medicamentos, ni se diga. Eso sin contar el alquiler del mes, los préstamos que debo, los servicios de la casa y las comidas. De seguir así tendré que buscar otro trabajo. Resoplo, cansada. —Cat, sírveme un Mai Tai plis. —Jessica me pide al sentarse en unos de los bancos de la barra. Se ve feliz mientras pone sobre la barra su bolso de Channel. Sus labios rojos combinan muy bien con el vestido n***o que no puedo ver por completo, pero que puedo jurar que es corto y acentúa su figura. —Hola Jessica. ¿Qué te trae por aquí? —Guardo los sobres de nuevo en mi mochila y la dejo de bajo de la barra. Empiezo a llenar una copa con hielos para verter el Ron oscuro, licor de cassis y jugo de piña —Ya sabes corazón, negocios. —Alza una ceja, indiscreta y le dio su bebida. La toma con una sonrisa bebiendo de ella por el sorbete y hace un gesto, encantada. Si Jessica es conocida en este lugar, es por lo mucho que "Trabaja" Poco después, un sujeto con un traje elegante, joyería ostentosa y sobrepeso se sienta junto a ella. Por sus rasgos marcados y su notoria calvicie, puedo decir con seguridad que tiene unos cincuenta años o más. Miro como el hombre saluda a Jessica con un beso en la mejilla y la abrasa de una manera cómplice e íntima, mientras limpio mi lugar de trabajo. No es que sea chismosa, pero no tengo nada más que hacer por el momento... Además, la curiosidad es mi debilidad. Los ojos de Jessica brillan cuando lo ve, y algo me dice que no es precisamente porque el señor sea un galán. —Buenas noches, Señor Smith. —Le sonríe socarrona, haciendo que él niegue con la cabeza. —Llámame Arthur, por favor. Me haces sentir viejo. —Me río bajito, ya que viejo ya es—. ¡Ey chica!... Puedes darme un coñac triple seco. Casi me caigo hacia atrás al pensar que ha escuchado cómo me he burlado de él. Gracias a Dios no es así. Rápidamente sacó el vaso con hielos y el coñac. —Aquí están las fotos de las chicas. —Jessica le entrega un fólder color n***o con engargolado. —Aquí tiene. — Le extiendo el vaso por la barra. Él me mira con curiosidad y un toque de coquetería mientras toma la copa, rozando mis dedos. Aunque ya esté acostumbrada a tipos como él, me hace sentir extraña. Baja la mirada después de eso para abrir el folder. Me quedo parada en mi lugar, observando a simple vista las fotos de mujeres jóvenes con atuendos muy provocativos. Conozco el negocio que maneja Jessica y porque tiene tantas cosas costosas y un auto de ensueño. Todos lo saben aquí, solo que nunca la había visto trabajar de cerca. Cuando cumplí veinte años, mi mamá me pidió que jamás me acercara a ella, nunca me dijo la razón, pero años después lo supe por simple coincidencia. Jessica es la proxeneta más cotizada de la zona, y puedo asegurar que lo es también en toda la ciudad. Tiene a su disposición a cientos de mujeres hermosas que se venden por dinero, en Nueva York son más conocidas como prepagos. Sus clientes más habituales eran los políticos, empresarios y aún más los mafiosos, todos en busca de una sola cosa, una mujer que satisfaga hasta su más asqueroso y retorcido deseo s****l. Joder, solo de pensarlo se me eriza la piel... ¿Cómo pueden ser capaces de vender su cuerpo sin una pizca de vergüenza o remordimiento? ¿Cómo pueden acostarse con personas como el señor Smith? Hombres grandes, feos y gordos. —¡Esta niña está muy hermosa! —dijo el hombre tocando con sus abultadas y arrugadas manos la foto de una de las chicas que parecía más o menos de mi edad. —Es Samanta, una niña encantadora y muy complaciente. —Le dedica una sonrisa y le da otro trago a su copa. —La quiero... Pero también me interesa esta. —Ahora mira la foto de otra chica, es igual de hermosa que la anterior, su cuerpo es más curbilineo y es de tez morena. —Ella es Karen, una chica muy cautivadora y poco experimentada. Es una de las nuevas que acaban de llegar del Caribe. —Se alisa coqueta su cabello largo. No pude evitar que aquella conversación me causa mucho asco. Pobres mujeres. Sin embargo, esa es la decisión que tomaron, ninguna es obligada a convertirse en una prepago, al menos no con Jessica. Muchos hombres la buscan por sus servicios, pero muchas mujeres más acudían a ella para solicitar trabajo. —Las quiero a las dos, mañana en mi casa, a las nueve de la noche —termina por decir tomando el último trago del coñac triple seco—. Estaré a la espera de tu número de cuenta para que pueda depositarte lo antes posible el adelanto, el resto te lo daré cuando termine con ellas. —Por supuesto, se los daré a tu secretaria por correo. —Jessica suelta una sonrisa y asiente reembolsada de felicidad cuando Smith se va. Se mueve sobre su asiento y suelta un pequeño suspiro, hojeando las fotos del fólder. Alza su rostro notando como la miro. —¿Algún problema? —Me observa con duda y me encojo de hombros sin darle importancia, no es mi asunto al final de todo—. ¡Ay Catherine!... Eres una tonta. —Frunzo el ceño. ¿Porque dice eso? —¡¿Perdona?! —¿A caso no te has visto al espejo? ¡Niña por Dios! Incluso el señor Smith se dio cuenta. —Parece exasperada por mi falta de razonamiento. —No te entiendo, explícate —Le exijo confundida. —Tienes un hermoso rostro y un cuerpo de encanto, serias una excelente prepago. Te puedo asegurar que si tu estuviera trabajando conmigo... —Señala el fólder—. Arthur te hubiera escogido al instante. Abro mis ojos, estupefacta, mientras se me va formando una sensación de asco en mi interior. ¿A caso está loca? —¡¿Que?! ¡No! ¡Yo jamás...! —Si, si... ya sé. Nunca vas a venderte, es algo espantoso, obsceno, bla, bla, bla. Ya me lo han repetido muchas veces... Pero dime. ¿Ya pagaste los gastos del tratamiento de tu madre? —Joder. Si no lograba por lo menos pagar un mes de alquiler, ya pagaría lo de la enfermedad de mi mamá—. Ahora lo ves, con una sola noche que trabajaras para mi negocio, obtendrías ganancias para el tratamiento de un mes de tu madre más sus medicamentos. —Estoy más que sorprendida. Pero acaso... ¿Paga tanto? Es demasiado dinero, ni metiendo tiempos extra en cada uno de mis empleos, lograría juntar para lo de una semana de tratamiento. —Yo... —Estoy a punto de negarme. Sí, estoy desesperada, pero no soy capaz de caer tan bajo, solo de imaginarme en la cama con un hombre desconocido me da escalofríos. —No digas nada. —Me ofrece una sonrisa sagaz, toma su bolso y saca un billete de 50 dólares—. Ya sabes dónde encontrarme si cambias de opinión. —Los pone sobre la barra y me mira penetrante antes de irse contoneado sus caderas. Resoplo, cansada. Esta loca si cree que la buscaré.

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