Narra Sara La mañana siguiente es como despertarse en un huracán. La lluvia golpea la ventanilla del taxi, un torrente incesante que difumina el horizonte de Atlanta en una capa gris. Apoyo la frente contra el frío cristal y observo cómo las gotas caen unas tras otras. Se me revuelve el estómago, no solo por la ira que me invade por culpa de Liam, sino también por pensar en el avión abriéndose paso entre esta tormenta. —Hoy hay mucho movimiento en el aeropuerto— comenta el taxista mientras se detiene en la acera de salidas. Apenas asiento, demasiado absorto en mi propia mente para prestar atención. —Gracias —murmuro, entregándole el dinero y saliendo al diluvio. La lluvia no se hace esperar, empapa mi blusa mientras corro a refugiarme, arrastrando mi maleta detrás de mí. No puedo quit

