Narra Liam Los kilómetros pasan bajo los neumáticos, el zumbido del motor es un zumbido constante que hace tiempo se desvaneció en el fondo de mi conciencia. El silencio en el auto es pesado, lo suficientemente denso como para sofocar la tensión que crepita sutilmente entre nosotros. Tres horas. Ni una palabra dicha. No desde que le ordené que subiera al auto… no desde que ella obedeció. Miro de reojo a Sara, cuyo perfil se recorta contra la ventana cubierta de manchas de lluvia, y cuyos ojos recorren las páginas de un libro de bolsillo que ha traído consigo. Su frente se frunce en señal de concentración, o tal vez de frustración; es difícil saberlo con ella. Pasa otra página, luego otra, pero me doy cuenta de que ya no está leyendo. Sus dedos se quedan demasiado tiempo, su mirada dema

