Vox estaba tumbado bocarriba, secándose los ojos una vez más; los seguía teniendo llorosos, pero al menos la peor parte del ardor ya había desaparecido. Giró la cabeza y miró de reojo la pared de mantas que separaba los dos lados de la estrecha cueva que les habían dado. Fred estaba hecho un ovillo en la esquina más alejada de Vox y sus hombres, tumbado sobre una manta, y Bob estaba dormido de pie en la otra esquina. Vox, Lodar y Tor se habían tumbado sobre el duro suelo. Oyó cómo la mujer se movía otra vez en la cama que había tras la cortina y soltaba un suave suspiro que estimuló su m*****o como si se tratase de su mano femenina cerrándose a su alrededor. ¡Lo estaba volviendo loco, tanto a él como a su felino! ―¿Cómo vamos a salir de aquí? ―preguntó Lodar en voz baja―. Mientras tengamo

