Riley volvió a recogerse el cabello en una coleta cuando se le volvió al aflojar al inclinarse para recoger algunas de las rocas que los hombres estaban extrayendo. Los cinco habían argumentado que se suponía que ella no debía trabajar, que se suponía que debía sentarse y mirar cómo trabajan. Como si Riley pudiera pasarse todo el día sentada sin hacer nada. Ya estaba medio muerta de aburrimiento, así que los ignoró a todos e hizo lo que quería mientras cantaba de manera desafinada la canción de Blancanieves de cuando los enanos se iban a trabajar. Fred se había unido a ella al cabo de poco, recogiendo rocas a su lado y murmurando en voz baja. ―Bueno, ¿cómo has acabado en este estercolero tan encantador? ―le preguntó Riley mientras dejaba otra montaña de rocas en los cubos que usaban para

