Apocalipsis Zero

ZETA (IX)

Me dejé caer al suelo, ya no me importaba nada.

Había sido una egoísta y por mi culpa se estaban comiendo a Byron.

Lloraba desconsoladamente, mientras los enfermos se me acercaban.

Pero un rayo de esperanza se internó en mi corazón cuando escuché su potente ladrido.

Abrí los ojos llorosos y vi como Byron salía entre los tres enfermos que ya no podían caminar gracias al perro, que les había destrozado las piernas, aunque sí que seguían moviéndose, reptando, me recordó a los "mediocuerpos" del centro comercial donde todo empezó.

Byron se lanzó con un potente salto hacia un enfermo que se me acercaba por detrás y lo derribó al suelo. Vi cómo el perro le mordía la cara mientras yo me levantaba, vi cómo le clavaba sus afilados dientes en todo el cráneo, cómo le abría la cabeza, hasta dejarlo irreconocible.

El enfermo ya no se movía. La clave estaba en la cabeza, ahí fue cuando lo entendí, gracias a Byron, yo era demasiado cobarde. Y lo sigo siendo.

Seguí corriendo por la ciudad, evitando las multitudes, buscando algún rastro de alguna persona sana, en vano.

Parecía que yo era la única, la única que aún no había enfermado. Me preguntaba si era porque había tenido suerte o porque era especial, inmune a esa enfermedad.

De todas formas, seguí corriendo.

Hasta que algo me hizo parar en seco.

Mi instituto, mi antiguo instituto y todos mis antiguos compañeros, todos enfermos, rondando por los alrededores.

No podía reaccionar, eran tantas caras conocidas...

Mi mejor amiga, el chico que me gustaba, la chica pija que odiaba a muerte...

Y todos venían a por mí...

Pensé que tal vez ya no quedaba nadie vivo, que no merecía la pena seguir luchando, escondiéndome, escapando, que lo mejor era unirme a ellos.

Lo esperaba con ansias, esperaba ese momento en el que me infectaran.

Alargué mis brazos hacia ellos y les sonreí mientras los veía llegar.

Todo se acabaría pronto, muy pronto...