ZETA (I)

486 Words
Paseaba tranquilamente por el centro comercial junto a mi madre. Se suponía que debía estar en el instituto, pero mi madre me permitió pasar de ello por un día e ir de compras toda la mañana. Por eso amaba los días de mi cumpleaño, mi madre me permitía hacer casi cualquier cosa. Cuando menos me lo esperaba, acabé en una tienda de animales. - ¿Qué hacemos aquí, mamá?- le pregunté. - Siempre has querido un perrito y yo nunca te he dejado, pero eso se acabó, puedes elegir el que quieras, es tu regalo- me sonrió y le abracé bien fuerte. - ¿Papá está de acuerdo?- le pregunté. - Aileen, ya sabes que tu padre ama a los animales, en eso sois muy parecidos- me dijo y asentí con la cabeza. Empecé a ver los animales. Animales enjaulados. Odiaba eso, ellos merecen libertad y si por mí fuera, los hubiera sacado a todos de inmediato pero no podía, aunque al menos a uno sí. Algo es algo. No me decidía entre tres perritos pequeños muy monos y uno de los dependientes vino a ayudarme. Me contó la historia detrás de los tres y enseguida me decidí. Era un pequeño husky de pelaje marrón, cuyos padres murieron a manos de su psicópata dueño, el cual estuvo a punto de matarlo a él también pero a última hora, el psicópata se dio cuenta de lo que había hecho, matar a sus propios perros, y se suicidó, dejando solo al pequeño husky. Y desde entonces el perrito vagaba por las calles cercana a la casa donde murieron sus padres, solito, buscando su comida, sobreviviendo, pero siempre regresaba con sus destripados progenitores. Hasta que unos vecinos se dieron cuenta de lo sucedido y llamaron a la policía, y aquí terminó el pequeño. Pero esa historia no importa ahora. Lo verdaderamente importante del asunto fue la extraña actitud del dependiente que me atendió. Se rascaba todo el cuerpo con algo de disimulo pero se notaba que le ocurría algo. Me estaba atendiendo para poder llevarme el perrito cuando tras rascarse parte de la cara, se trajo consigo un pedazo de carne y sangre, sangre por las uñas y las manos. El dependiente se asustó, y todos los que estaban en la tienda. Todos salieron corriendo, excepto nosotros, porque aún teníamos que firmar unos papeles para llevarnos el husky. Otro dependiente intentó encargarse del enfermo, de sus heridas, pero el tipo que sangraba se desmayó y su ayudante llamó a la ambulancia, preso del pánico. No había más dependientes. Y mientras tanto, mi madre y yo esperábamos impacientes a que se arreglara el asunto para adoptar al husky de una vez por todas. El enfermo empezó a entrar en convulsión. Yo miraba la escena aterrorizada. Mi madre me dijo que nos fuéramos y luego regresaríamos a por el husky pero yo no quería. Así que nos quedamos. Nos quedamos hasta ver el despertar de aquel hombre...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD