La vida tranquila que me merezco.

1106 Words
Mi abuelo murió dos días después de mi visita a su casa. Me dijeron que lo hizo en silencio, sin mucho drama tal como a él le gustaba y creo pensar que sí, en realidad no lo conocía bien así que me pudieron haber dicho otra cosa y se los creería de todas formas. No me interesa conocer a mi abuelo, a él no le interesó conocerme a mí y ahora que está muerto, suena cruel, pero me da igual. El día que el abogado de mi abuelo entró al bar supe que había pasado. Se sentó en la barra y antes de que pudiera decirme algo le dije ―¿Whisky? ― Se lo di y él se lo tomó de un sorbo. Nos quedamos en silencio, como si ambos guardáramos ese minuto obligatorio por alguien que se fue y después me invitó a que saliera del bar, tomara mis cosas, a mi perro y fuera me a cumplir mi destino, uno que en realidad no tenía contemplado y ni siquiera planeado. Entonces, más rápido de lo que pensé me vi entrando por la puerta grande de la casa, con Rex caminando a mi lado y una maleta que prácticamente traía toda mi vida. Recorro el lugar con cuidado cuando la misma persona, el mayordomo, que me abrió hace días atrás para que subiera las escaleras, ahora se encuentra en frente de mí. ―¿Me permite señor? ― Pregunta educado y toma mi maleta. ―Llámame Sebastián ― Contesto. ―Señor Sebastian, sígame por favor ― Responde educado y volvemos a subir las escaleras a la habitación de mi abuelo. Recorremos el pasillo un poco, observo con detenimiento las pinturas, cuadros y muebles que están acomodados para decorar hasta que llegamos en frente de la puerta que días atrás fue testigo de este nombramiento. ―¿Esta será mi habitación? ― Pregunto. ―Sí, es la recámara principal ¿qué no le gusta? Dudo y me rasco la cabeza ―No es eso, lo que pasa es que me parece un poco... ¿tétrico? ¿no tiene más habitaciones? ―La casa cuenta con ocho habitaciones, nueve baños completos y un semi baño, patio, cancha de tenis, cocina, comedor, sala, un bar, recibidor, cuarto de lavado, piscina y jardín ― Me explica a una velocidad que me deja con la boca abierta. ―¡Guau! Sólo con decir "Sí tenemos más" era suficiente ― Es todo lo que puedo decir ― ¿Y todas las ocupada mi abuelo? ―No, sólo ésta…En realidad la casa era grande pero su abuelo no disfrutaba de ella. ―¿Por qué? ―Se la llevaba todo el tiempo de viaje o en la empresa, llegaba a dormir y pedía que le subieran las comidas a su habitación. ―Prácticamente todo es “guarda polvo” aquí entonces. ―¡Jamás! Los 10 sirvientes lo limpiamos a diario. ―¿Diez? ―¿Qué pasa? ¿Cree que necesitamos más? ―No, no… claro que no.― Contesto entre risas.― Sólo que no puedo creer que haya diez sirvientes aquí. ―Pues los hay, si gusta puedo llamarlos para que los conozca. ―No, no. ―Bueno, entonces ¿le muestro las habitaciones? ―Si me haría favor.― Le pido. Ambos salimos de la habitación tétrica de mi abuelo que la verdad no sé que haré con ella y caminamos por el enorme pasillo me llama la atención la puerta del fondo y camino hacia allá ― Me quedo con ésta. ―Pero ni la ha visto ― comenta. ―Lo sé, pero recuerdo que aquí dormí una vez y era mi habitación soñada ― Abro la puerta y sonrío. Una enorme habitación con una cama en medio se devela ante mí. Mi cara debe ser de asombro total porque el mayordomo sonríe ― Este es el cuarto de visitas, pero ahora será su habitación. En esta puerta tiene el armario completo― lo abre y sonrío. En la vida había visto tantos espejos, cajones y repisas juntas y tan vacías. No creo que las visitas traigan tanta ropa ¿O sí? ―Creo que me faltará ropa para llenarle ― Él se ríe. ―De este lado es el baño ― Abre otra la puerta y sigo sin creerlo ― Tiene un pequeño balcón que da hacia la piscina y la vista a la ciudad ¿alguna duda? ―¿No tiene más? ― Bromeo de nuevo. ―Pues, usted es el dueño señor Sebastian, puede agregar y quitar lo que desee. Sonrió. De pronto me siento emocionado, lo que pensé que era una broma ahora se devela ante mis ojos― No puedo creerlo. ―¿Algo más que se le ofrezca? ― Pregunta. ―No, creo que con esto tengo para toda la vida. ―Muy bien, entonces le dejo solo y que disfrute. Por cierto su abuelo cenaba a las ocho de la noche en su habitación ¿Está bien a esa hora? ―Sí, pero… no en mi habitación, quisiera bajar al comedor… si es posible. ―Señor, es posible, podría cenar en el baño y comer comida del perro y nadie diría nada. ―¡Rex! ― Grito, estoy tan emocionado por todo lo que me sucede que no me percaté que olvidé a mi compañero canino. ― No se preocupe por el perro, está jugando en el jardín. Sonrío.―¿Cómo te llamas? ―No sé si sea propio que le pueda decir mi nombre. ―¿Por qué? ―Bueno, porque según las reglas... ―Comienza a explicarme. ―¿Cómo te llamaba mi abuelo? ―Pregunto. ―Con una campana. Me río pero su rostro serio me hace pensar que en realidad era así.―En serio ¿cómo te llamas? ―Saúl ― contesta. ―Perfecto Saúl, gracias.― ―A sus órdenes señor Sanz― y sale de la habitación dejándome solo. Camino hacia el balcón y veo a Rex corriendo por el vasto jardín que rodea la casa y sonrió ampliamente al verle tan feliz. Pensar que hace unas semanas atrás vivíamos en un pequeño piso a las afueras de la ciudad, con un balcón que daba la calle principal y el refrigerador vacío, ahora el perro desaparece a mi vista mientras corre feliz por este terreno que más bien parece un bosque y yo tengo un clóset tan grande que mi maleta se ve ridícula dentro de éste. No sé en qué me he metido y tampoco si lo me lo merezca, pero debí haber hecho algo bien para que la vida me diera esta oportunidad a mis treinta y tantos, con una vida más o menos formada y un futuro incierto, lo único que sé es que voy a disfrutarlo lo más que pueda y por ahora, sin planes, me daré la vida tranquila que me merezco.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD