CAPÍTULO 3. DOMINADOS

1796 Words
Crisbell Intentaba liberarme, pero me sostenían por el cuello con tanta fuerza, temí fueran a asfixiarme, me obligué a calmarme, debía relajarme, tranquilizarme, solo de esa manera, podía hacerles creer que me habían sometido. Así lo hice, fingí desmayarme, usando las habilidades de mis genes humanos, caí como un peso muerto, escuché la exclamación de uno de los hombres, creo era el más joven de ellos.   —¡Diablos! ¿Cómo puede ser eso? Pensé era un Alpha —pronunció una voz joven.    —Ya viste, te has equivocado, al parecer es solo una débil humana, no tiene olor a loba —indicó uno, con una voz más gruesa y que parecía de más edad al anterior.   —A Alpha Zack le va a resultar bastante interesante, saber como el Alpha Lainer, se presta para proteger a esos miserables de los humanos —afirmó el tercero de ellos.   —Con lo cruel que es le va a arrancar la piel de un solo jalón, ese no tiene compasión con nadie; nunca a lo largo de mis años de vida había visto un hombre tan sanguinario como él, siente placer al momento de ver a sus enemigos agonizantes —mencionó el de tono de voz grueso.    —Si le llevamos a esta mujer ¿Será que nos recompensa? Me imagino la envidias de los demás —dijo el de tono de voz más joven.   —No lo dudes, es bueno con quienes le son fieles, aunque me da lástima con ella, pues no le espera junto a él, un buen destino. ¡Tómala! ¡Cárgala tú Isaac! —ordenó —. Yo iré con Roa dentro de la casa del Alpha, quizás encontremos otras sorpresas que podamos obsequiarle a nuestro gran Alpha. Yo escuchaba la conversación entre los hombres, tratando de controlarme, ni loca me dejaría llevar con estos hombres ante la presencia del “Alpha Sanguinario”, como le decían, su fama era grande, todos sabían que no había persona a quien hiciera prisionera y saliera ilesa de su crueldad. Al sentir a los otros alejarse, supe me sería más fácil enfrentar a los intrusos por separados, no es porque les tuviera miedo, sino porque si los desafiaba de frente, probablemente se iban a dar cuenta los otros miembros de la manada de lo que sucedía y no quería poner en peligro la vida de mi gente, ni siquiera a los demás guerreros.   Cuando estuve segura de que los otros estaban ya lejos, moví mi mano y le impacté en el estómago a uno bastante joven, como de mi edad, un hermoso pelo rubio, quien abrió sus ojos verdes desorbitados, cuando se dio cuenta de mi despertar. No pude evitar esbozar una sonrisa de burla, al ver reflejada la sorpresa en su rostro.   —Hola, guapo ¿A qué no te lo esperabas? Te voy a dar un consejo y gratuito —pronuncié mientras me giraba con rapidez, lo tomé por detrás y le hice presión en el cuello con el antebrazo, acerqué mi boca a su oído y le susurré, me di cuenta de que el roce de mis labios en su oreja, provocó se erizaran los vellos de su brazo—. No es bueno subestimar al enemigo por débil y pequeño que este sea, porque por eso has caído en mi trampa —concluí triunfal, mientras le presionaba la arteria carótida externa, al lado de la garganta donde le sentí el pulso y lo puse a dormir.   Seguidamente, lo agarré de los brazos y lo halé, arrastrándolo hasta encerrarlo en uno de los graneros, sacudí mis manos en señal, de que el trabajo estaba listo y caminé con toda la calma del mundo, a la expectativa, esperando hallar a los otros dos. Me moví con sigilo, en el arte de la guerra, es fundamental el elemento sorpresa a la hora de atacar al enemigo, debe ser cuando este no le esté esperando.   Entré por la puerta trasera, vi a los hombres agazapados en el pasillo, listos para atacar en cualquier momento, terminé acercándome a ellos sin ocultar mi presencia, pero antes me solté el cabello, levanté mi camisa atándola a la altura de mis pechos, solté varios botones dejando visible mis voluptuosos senos, aunque no era una mujer coqueta, sabía cómo utilizar mis atributos. No es porque fuese creída, era una mujer sencilla, sin embargo, tenía demasiado claro cuáles eran mis atributos físicos y de combate, no me importaba usarlos cuando eran necesarios; podría decirse que tenía un comportamiento camaleónico, pues me adaptaba a las circunstancias y a mi conveniencia, si requerían me comportara desenfadada, ingenua, atrevida, sexy, lo hacía.   Solo a mi padre y a un par de mis amigos, les mostraba mi verdadera naturaleza, los demás conocían una versión distinta de mí. Batí mi cabello de   un lado a otro y luego lo tiré hacia delante cubriéndome el rostro, dejando una pequeña r4nura para poder observarlos entre los mechones.   Al sentir mi presencia, fijaron su atención en mí, sus ojos brillaron con lujuria, acercándose, cuando los tuve cerca, levanté mis manos poniéndolos a la altura de su cuello, fingiendo acariciarlos, cuando los tuve juntos, estrellé sus frentes uno contra la otra, saqué a uno arrastrándolo, le quité el cuchillo y se lo clavé en la mano haciéndolo gritar del dolor, eso llamó la atención de los demás guerreros, quienes se aparecieron a mi lado, les hice un gesto para tranquilizarlos.   Después fui a buscar al otro, a quien dejé golpeado en la cocina, le hice el mismo procedimiento al anterior. Di la orden de buscar al joven que tenía encerrado en el granero. Los amarré por separado, fui a mi huerto y recogí varias hierbas, entre ellas el acónito, con semilla pintona, para que no resultara venenosa, las machaqué y preparé una poción, la cual era capaz de neutralizar a un lobo e impedir su transformación por algunas horas dependiendo la cantidad consumida.   Me la enseñó a preparar la mejor amiga de mi madre, una humana, a quien a  su vez ella le había enseñado, les di a probar varias gotas y pedí a mis hombres me ayudaran a subirlos al jeep, donde los até con fuerza, esta vez a los tres, colocándoles mordazas a cada uno.   Dos de mis hombres, insistieron en acompañarme, pero me negué, quería hacerlo todo yo sola. Arranqué el auto, encendí la radio, llenando el jeep con jazz, me encantaba ese género musical. Miré por el retrovisor y los hombres adormitaban, ese era uno de los efectos de mi poción. Luego de tres horas de silencioso recorrido, llegué a los linderos de la manada Noche Oscura, antes de bajarme les dije.   Voy a decirles algo, espero no tener que repetírselos en alguna oportunidad, no vuelvan a acercarse a mi manada, porque les juro no seré condescendiente con ustedes, díganle a su Alpha sanguinario, que ni se le ocurra atreverse a mandar a más de su gente a la manada Claro de Luna, si quiere seguir viviendo su vida de salvaje, no me opongo, ni me interesa, mas debe hacerlo manteniéndonos fuera de su guerra, no los quiero por mi tierra, ni sembrando el terror en mi gente.   » Nosotros convivimos pacíficamente con los humanos, son nuestros amigos, si él sabe ser cruel yo también puedo serlo el doble, para defender a los míos. ¿Entendido? ¿O quieren otro recuerdo de mi parte? Con gusto estoy dispuesta a darles todo cuanto deseen —expuse con burla.   Los hombres movieron en forma afirmativa su cabeza, en señal de conformidad, ya se veía que estaban pasando el efecto de la sustancia. Bajé  del auto, abrí las puertas traseras del jeep, me subí recostándome de los asientos delanteros, ubicándose entre ellos, estiré mis pies y los empujé con fuerza, haciéndolos caer de arriba sin ningún cuidado, golpeándose al caer, pues no tenían la capacidad por el momento para amortiguar los golpes. Les quité las mordazas y esperé con paciencia sus respuestas.   —¡Lo haremos! Le daremos el mensaje al Alpha y no nos meteremos con ustedes—. Declararon al unísono.   —Eso espero, porque yo tampoco perdono —con esas palabras, se giró se subió al jeep y se marchó por el mismo camino.   **** Isaac —¿Ahora? ¿Cómo hacemos para liberarnos? —interrogué, preocupado, nunca creí que una mujer tuviera la capacidad de someternos de esa manera. —Vamos a tratar de hacerlo, moviéndonos en sentido opuesto cada uno —propuso Roa y todos estuvimos de acuerdo—. Por otra parte, debemos ponernos de acuerdo. ¿Qué vamos a decirle al Alpha y a los demás miembros de la manada?   —Diremos que nos atacó una mujer acompañada de seis guardaespaldas, cada par de ellos nos sostuvo, mientras ella nos golpeaba. Por nada del mundo debemos decirles que es una híbrida, si no seremos hombres muertos —declaró Jericó, el mayor y más experimentado de nosotros.   —Es verdad, porque si saben que nos dejamos someter por una, no tendrá piedad en acabar con nosotros —señaló Roa, sin ocultar su miedo.   Yo también estaba preocupado, aunque admiraba al Alpha Zack, también le temía.   —Isaac —me llamó Jericó—. Debemos prometer no decir nada, ese será un secreto y un pacto entre los tres, si queremos continuar con vida ¿Es un juramento? —interrogó.   —¡Es un juramento! —exclamamos los tres al mismo tiempo.   —Tenemos dos formas de liberarnos, esperar que vengan a rescatarnos o uno de nosotros se intente transformar, ¡Hazlo tú! —propuso Roa, así que al final fui el elegido, porque era el más joven.   Sin embargo, antes de poder iniciar mi transformación, llegó un grupo de los patrulleros de la manada, quienes tenían a su cargo la vigilancia de los linderos, y habían sido no solo asignados a esa labor el mismo Alpha Zack, sino también entrenados personalmente por él.   —¿Qué demonios hacen atados? ¿Quién les hizo esto? —preguntó el jefe de la patrulla, mientras yo aterrado, buscaba unas palabras para explicar lo sucedido y rogaba en mi interior, que cuando habláramos las palabras de los tres coincidieran   Como ninguno respondimos, el hombre se molestó.   —Como no desean hablar, entonces los llevaremos ante el Alpha Zack, esperaremos que con él si tengan la amabilidad de pronunciarse —declaró en un tono claramente de sarcasmo.   Dicho esos desataron la cuerda que nos mantenía amarrados juntos, pero no nos despojaron de las cuerdas individuales y así nos condujeron ante la presencia de “El Sanguinario”, mientras en mi interior, rogaba a la diosa luna, para que sucediera un milagro y no fuésemos asesinados.   “El que teme sufrir ya sufre el temor.” Proverbio chino.
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