CRISBELL
Me levanté con un sobresalto, mi cuerpo estaba bañado en sudor, había tenido una pesadilla, donde un hombre me perseguía para asesinarme, sin embargo, no pude visualizar su rostro, solo unos intensos ojos negr0s, que me miraban con un profundo odio. Caminé a ducharme con premura, lo hice con agua fría porque sentía mi cuerpo demasiado caliente, mi loba estaba agitada, como si estuviese por suceder algo. Terminé de arreglarme y bajé al comedor, me estaba esperando mi padre, con un vaso de jugo, para tomarlo antes de ir al campo de entrenamiento de la manada.
—Hola, guapo, ¿Cómo está el Alpha más hermoso del universo? —saludé a mi padre, abrazándolo y besando sus mejillas con una sonrisa.
—Mi pequeño tesoro, no sé qué haría sin ti, desde el momento cuando llegaste a mi vida, a pesar de haber perdido a tu madre, te convertiste en mi luz —expresó, con un ligero tono de tristeza.
Me conmovía ver esa tristeza en sus ojos, sabía cuánto dolía la perdida de la pareja destinada, porque lo conocía por los relatos de algunos de los miembros de la manada, ellos decían que quienes la perdían, terminaban sucumbiendo al dolor e incluso quitándose la vida.
Sin embargo, mi padre se había mantenido fuerte y sano para mí, me había criado como la futura Alpha de la manada, al ser su única hija me entrenó sin ninguna discriminación por ser mujer, me convirtió en una guerrera, de hecho los entrenadores siempre decían, modestia aparte, que era una de los miembros más fuerte de la manada, sobre todo si consideraba mi condición de híbrida.
A decir verdad, era valiente y arrojada, no le temía a nada, siempre me enfrentaba de tú a tú, con los alphas puro de la manada, eso me había ganado el respeto y admiración de todos, a pesar de ser un poco más pequeña al resto, pero con una rapidez y agilidad impresionante.
Fui tratada con amor y educación, mas mi padre era sabio y nunca se preocupó por criarme como a una princesa, algo que agradecía profundamente. Así, levantará enojo en los Alphas hombres, pues eran vencidos por mí en cualquier enfrentamiento, no obstante, estaba lejos de imaginar que una guerra sangrienta se cernía sobre mi manada, y que pronto mi perfecto mundo se pondría de cabeza, al punto de casi ser reducido a cenizas.
Salí con mi padre abrazada hasta el campo de entrenamiento, me pusieron para pelear a un hombre de aproximadamente veinticinco años, que recién había llegado a la manada proveniente de uno de los países nórdicos, era de piel clara, alto, sin temor a equivocarme creo que llegaba a casi los dos metros de estatura, con un cuerpo de grandes proporciones, cabellos rubios, ojos de un azul profundo, capaz de intimidar a cualquiera con su sola presencia.
Me observó con una expresión a mi parecer despectiva, esbozando un gesto de burla en su rostro, no conforme con ello, comenzó a humillarme de forma verbal.
— ¿Esto es una burla? ¿Acaso pretenden ponerme a pelear con esto? Es que ella ni siquiera es una dvergar, es una pitufa, ¡Por Dios es un Minions! Se supone que vine a pelear con grandes guerreros, no con una mocosa, que seguramente no tiene más atributo, sino saber pintarse las uñas de las manos de colores —expresó viendo mis uñas, las cuales cargaba perfectamente pintada de color rosa, haciendo resaltar mi piel clara.
Si algo, había aprendido es la técnica de El dim mak, una disciplina a través de la cual se estudian los puntos vitales del cuerpo humano, y la manera de atacar esos puntos, y las consecuencias que puede producir ese ataque, como dije mi padre, siempre me preparó de la mejor manera, incluso hay puntos en el cuerpo donde uno puede atacar y ser mortales para el oponente.
Sin dejarlo decir palabra alguna, golpeé con las palmas de mis manos los oídos del hombre, como si estuviera aplaudiendo, en ese mismo momento el grandulón se llevó las manos a los oídos y perdió el equilibrio, comenzó a hacer arcadas, me quedé viéndolo mientras su cuerpo se doblaba, esta vez a quien le tocó burlarse fue a mí.
— Minions 1, Goliat 0 —agregué con soberbia, inclinándome a la altura de sus oídos, ante las carcajadas de los demás guerreros e incluso mi padre, quien no dejaba de celebrar cada una de mis ocurrencias.
Luego me levanté, haciendo una reverencia, con una leve inclinación hacia delante de mi tronco y la cabeza, y cruzando mis piernas de manera jocosa, hacia mi padre, quien levantó la mano lanzándome un beso que yo atrapé, llevando la mano a mi corazón.
En ese momento, entró uno de los vigías de guardia, venía pálido, parecía que en cualquier momento iba a desplomarse.
—¿Qué sucede? —preguntó mi padre saliéndole al paso al hombre.
—Al parecer tenemos intrusos en el perímetro sureste de nuestro territorio, mis compañeros se fueron hasta allá a revisar, yo decidí venir a avisar, trataba de conectarme mentalmente, pero como no pude hacerlo, preferí venir en persona —dijo el muchacho nervioso, un omega, quien todavía no había logrado desarrollar la habilidad del enlace mental.
—¿Por qué los otros no lo hicieron? ¿Quiénes son los intrusos? —pregunté en tono de irritación, porque me parecía muy extraña la situación.
—Ellos querían comprobar por sí mismos, si en verdad había alguna novedad, antes de poner sobre aviso al resto de la manada, porque temían equivocarse y la gente que ha invadido nuestro territorio al parecer son gente de la manada Noche Oscura —respondió el jovencito con una voz más calmada.
Al escuchar el nombre de la manada, una ráfaga de temor corrió en mi interior, para nadie era un secreto que el Alpha de esa manada era un ser oscuro, sin compasión, ampliaba su territorio invadiendo a las otras manadas, matando a su Alpha y a su descendencia, por el simple hecho de proteger humanos, su odio por esa especie rayaba en la locura.
Me preparé para ir con ellos, liberándome de algunas prendas de ropa para empezar mi transformación, sin embargo, me detuve al escuchar la voz severa de mi padre.
—Tú no vas Bell, te quedas acá por si ocurre cualquier novedad —sus palabras me desconcertaron, no entiendo cuál era su intención de querer dejarme allí y mantenerme alejado de la pelea, nunca se comportaba de esa manera.
—¿Por qué no voy papá? No puedes impedirme que los acompañe y pelee con ustedes —expuse mortificada.
—Porque no te habla tu padre, sino tu Alpha, quien te está dando la orden de quedarte ¿Entiendes la diferencia? —me preguntó con ese tono de voz que no admitía discusión.
Hice un gesto de sumisión y respondí aparentemente tranquila, aunque por dentro estaba hirviendo del enojo.
—Entendido, mi Alpha —respondí apretando mis dientes con enojo, lo cual fue evidente para mi padre, aunque no dijo nada.
Los vi marcharse, mientras me quedaba con un par de guerreros, sin embargo, no quise quedarme cerca de ellos y comencé a caminar alrededor de la edificación, apenas, llevaba unos pocos metros cuando sentí, que alguien me tomó por detrás tratando de inmovilizarme, mientras luchaba por liberarme.
“La invencibilidad radica en la defensa, La posibilidad de victoria radica en el ataque.” Sun Tzu.