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La obsesión con mi padre

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Quería solamente un gesto, un encuentro en la penumbra de la noche, en una urbe donde éramos dos extraños. Un gesto impulsado por mis emociones desbordadas, la influencia del alcohol y el dolor ardiente por la pérdida reciente de mi madre. Anhelaba un gesto del hombre que consideraba inalcanzable. Sin embargo, ese gesto no se limitó a un simple roce de labios. Ahora, nos vemos arrastrados a toda velocidad por un camino sin fin, sin una pizca de intención de detenernos. Su contacto me deja vulnerable, su beso aviva las brasas de mi alma. Aun así, nuestra pasión clandestina podría ser mi perdición.

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Capitulo 1
Luisa. La primera vez que lo vi fue amor a primera vista. Al menos mi cerebro de diez años, que había visto demasiadas películas románticas con mi madre romántica incurable, quería creer eso. Estaba parado al otro lado del patio de recreo hablando con el profesor de Estudios Sociales cuyo nombre nunca pude recordar. Era nuevo en unas pocas ciudades, según supe más tarde, después de que su esposa muriera en un fatal accidente automovilístico dejándolo viudo y devastado. Era un cálido día de primavera, uno de los primeros de la temporada y sentí calor debajo del suéter que mi madre me hizo prometer que no me quitaría. Tiré de él, deseando tener el coraje de desobedecer sólo por esta vez, y suspiré. Mark Nelson, este estúpido matón que mi madre me dijo que sólo se metía conmigo porque era dulce conmigo, pasó corriendo a mi lado, derribándome y rompiendo mi línea de visión con mi nuevo amor. Golpeé el mantillo, pero no me levanté. Me quedé mirando a este hermoso hombre deseando que me mirara. Parecía el Príncipe Eric de La Sirenita, con cabello n***o azabache y piel bronceada. No podía ver sus ojos, pero apuesto a que eran azules como los suyos. Ladeé la cabeza brevemente preguntándome cómo sería ser parte de su mundo. La segunda vez fue más tarde esa semana. Entró a mi clase de matemáticas justo cuando comenzamos un examen. Dejé mi lápiz y lo vi moverse hacia el frente para hablar en voz baja con mi maestro. Intenté inclinar mi oído hacia ellos sólo para escuchar su voz. ¿Cómo sonaba? Me levanté y me dirigí hacia el sacapuntas que estaba al frente de la habitación. Mi corazón latía con cada paso, sabiendo que escucharía su voz en cualquier momento. Y lo hice. Suave. Liso. Rico. Me imaginé que así sonaría mi padre, si tuviera uno. La tercera vez, y quizás la más pertinente, me habló. Me dijo que le gustaba mi mono rosa que le rogué a mi madre que no me hiciera usar. Me dio una sonrisa, mostrando todos sus dientes y casi me derrito. Mi corazón golpeó contra mi pequeña caja torácica y no pude evitar sentir como si estuviera flotando. El hermoso hombre se fijó en mí. Tal vez él me amaría algún día. Quizás me besaría como lo hacen al final de las películas. Pero estaba equivocada. Entonces, jodidamente mal. Porque aunque lo vi primero y me dije a la temprana edad de diez años que estaba perdidamente enamorada de este hermoso hombre, dicho hermoso hombre se enamoró de otra persona. Mi madre. Tenía diez años cuando me enamoré. Ocho años después, caí en el odio . ******* Las hojas doradas del otoño danzaban en el suave viento que acariciaba los contornos de las estructuras de ladrillo en la tranquila calle. En este rincón de la realidad, la magia del tiempo parecía detenerse, y solo el murmullo de los corazones podía escucharse en susurros secretos. Desde la ventana de la escuela, observaba el día morir lentamente en tonos de naranja y rosa, pero su atención no estaba en el cielo dorado, sino en el director. Desde aquel primer encuentro, cuando sus ojos infantiles se posaron por primera vez en aquel hombre de cabellos oscuros y sonrisa tímida, su mundo había encontrado un centro. Habían transcurrido ocho años desde entonces, ocho largos años en los que su amor había crecido como una flor silvestre rebelde en su corazón. Cada día era una oportunidad para espiar, desde la distancia prudente, los pasos de ese hombre que ahora tenia que llamar padrastro . Sabía cuándo él salía a pasear a su perro, cuándo regresaba de la escuela, cuándo se perdía en sus pensamientos junto a la ventana. Lo conocía incluso mas que el mismo. En su diario, escondido entre los libros y sueños bajo su cama, derramaba palabras que jamás le diría a nadie más. Sus páginas eran testigos silenciosos de sus esperanzas y temores, de los latidos descontrolados cada vez que su padrastro sonreía y de las noches en vela que pasaba imaginando conversaciones que nunca se atrevería a sostener en la vida real. Pero aquel día era diferente. Lo sabía en la forma en que su corazón latía con una mezcla de emoción y miedo. Se había convencido de que era hora de romper las cadenas de su timidez y dejar que las palabras fluyeran como las hojas en el viento otoñal al regresar a casa despues de clases. Con manos temblorosas, tomó su diario y un lápiz, se apoyó en el alféizar de la ventana y dejó que las palabras brotaran. Expresó sus sentimientos, sus anhelos y sus sueños, sin censura ni reservas. Cada palabra era un pétalo que caía de la flor de su corazón. Cuando finalmente terminó, dobló el papel con esmero y lo deslizó en un sobre. Lo sostuvo en sus manos como si contuviera la esencia de su ser, la llave que abriría la puerta a un mundo nuevo, a la posibilidad de ser sincera consigo misma y con él. La noche se extendió sobre el vecindario, y las estrellas se reflejaban en sus ojos mientras miraba una última vez hacia la puerta de su habitacion. En lo profundo de la oscuridad, sintió la conexión entre sus almas, dos corazones que habían latido en silencio durante años, unidos por el hilo invisible del amor, pero las consecuencias eran irremediables, no podia hacerlo, no podia ser sincera y detonar dolor y sufrimiento a su madre. Con un suspiro profundo, depositó el sobre sobre su mesa de noche, listo para enfrentar el nuevo día con la promesa de la verdad en sus palabras. Aunque el futuro era incierto, sabía que había liberado su corazón de su jaula de inseguridades en ese papel. Y mientras el mundo seguía girando y las estaciones cambiaban, ella seguía siendo la chica que amaba en secreto a su padrastro, con ocho años de amor latiendo en cada latido de su corazón. Exhausta por un día de ajetreo, se hundió en su cama con los ojos pesados y el corazón enredado en los latidos del cansancio. El suave abrazo de la oscuridad la envolvió y sus pensamientos comenzaron a desvanecerse en el tejido de los sueños. Allí, en ese mundo efímero,se encontró en medio de un jardín bañado por la luz de la luna. Sus pasos la llevaron a una fuente donde el agua murmuraba secretos antiguos. De entre las sombras, emergió su padrastro de alma amable y sonrisa sincera. Padrastro: (con una sonrisa traviesa) ¿Me estabas esperando, hija? Luisa: (riéndose) ¿Acaso soy tan predecible? Padrasto: (tomando suavemente la mano de luisa) No, eres un misterio que estoy ansioso por resolver. Luisa sintió sus mejillas arder bajo el peso de la mirada de el. Entonces, la brisa susurró sus palabras y el latido del corazón aceleró. (mirando a sus pies) hay algo que he querido decirte durante mucho tiempo. Padrastro: (entrelazando sus dedos con los de luisa) ¿Qué es? Luisa: (reuniendo valor) Te amo,pero no como tu hija, si no como mujer. He estado enamorada de ti desde el día en que te vi por primera vez, yo simplemente oculte mis sentimientos. Padrastro: (con ternura) Luisa, eso es maravilloso. Porque yo también te amo, siempre te he amado. El mundo parecía detenerse en ese momento. Las risas juguetonas se mezclaron con los latidos de dos corazones que finalmente encontraron su melodía compartida. Sin embargo, las estrellas que habían tejido este sueño romántico comenzaron a parpadear con inquietud. La calma se desgarró cuando el cielo se oscureció y los contornos de los árboles se retorcieron en formas distorsionadas. De las sombras emergieron criaturas grotescas, demonios de pesadilla que arrastraban cadenas y susurros de agonía. El cielo brillaba en un carmesí profano mientras su padre se transformaba ante los ojos de Luisa, sus ojos se volvieron oscuros y su sonrisa se tornó malévola. Padrastro: (con una risa siniestra) ¿Amor? ¡Ja! ¿Tú? ¡No mereces nada de mí! Niña estupida, crees ser mejor que tu madre, recuerda que ni tu padre biologico te quiere, por que yo deberia amarte. El jardín idílico se desmoronó en una pesadilla. Luisa retrocedió horrorizada mientras el hombre corrompido la rechazaba con crueldad. El aire se llenó de gritos distorsionados y lamentos lúgubres. Ella despertó con un grito, empapada en sudor y su corazón martilleando en su pecho. La realidad volvió a su alrededor, un refugio seguro en comparación con la pesadilla que había experimentado. Se llevó la mano al pecho, sintiendo cómo el latido desbocado comenzaba a calmarse. Respiró profundamente, intentando alejar los restos del terror que aún persistían en su mente. El sueño, tan dulce al principio, se había retorcido en una oscuridad abrumadora. Luisa se sintió atrapada en la contradicción de sus propios deseos y temores. La fragilidad del sueño había sido destrozada por demonios de su propia creación, desatando la tormenta en su mente, y un creciente odio a su padre.

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